Recuerdo de Piotr Kropotkin

Jean GRAVE

Kropotkin-eller-kaos22 - copiaMis artículos en Le Révolté me pusieron en relación con Kropotkin. Fue hacia 1880 o 1881 cuando lo vi por primera vez. De paso por París, me hizo una visita, acompañado de su esposa.

Mucho tiempo ha transcurrido desde entonces ¡ay! y he olvidado los detalles de aquella primera entrevista. Lo que está vivo en mi memoria es la gran sencillez del hombre, la bondad que de él emanaba, su entusiasmo.

Kropotkin permaneció joven toda su larga vida. Conservó siempre el ardor de un hombre de veinte años, a pesar de los sufrimientos, de las privaciones que pasó en el curso de su prolongada y agitada existencia.

No tengo necesidad de contar su vida, el mismo lo hizo en Autour d’une vie(París, 1901), 1 del que se hicieron más de veinte ediciones, la vigésimo primera es de 1921.

A pesar de la amplitud de sus conocimientos, atendía a las razones de sus interlocutores, sabía admitir un argumento que le pareciera lógico. Cuántos, incluso anarquistas, que no tenían sus conocimientos, hubiesen ganado inspirándose en su tolerancia. Nunca le oí hablar de sí mismo o jactarse de sus orígenes.

Se me ha dicho que Kropotkin, por ser un descendiente directo de los Rurik, tenía más derecho a ocupar el trono de Rusia que los Romanov.

Transferido a Clairvaux después de ser condenado en Lyon,2 allí, además de sus trabajos literarios y científicos, encontró el medio de organizar diversos cursos para ayudar a la educación de sus compañeros de detención. En su correspondencia se interesaba mucho por la salud del «niño». El niño era el periódico Le Révoté.

Es allí que tuvo tiempo para revisar sus artículos del Révolté y de hacer con ellos el libro editado con el título Paroles d’un Révolté3 (Marpon et Flammarion, París, 1885), en el cual Elíseo Reclus encontró el título –para lo cual era un especialista– con el que bautizó La Conquéte du pain,4 Autour d’une vie y l’Entre’ Aide,5 así como para mi libro la Société mourante et l’Anarchie.

Cuando once años más tarde visité personalmente Clairvaux,6 debido al último  libro citado, encontré viva la memoria de Kropotkin entre los oficiales de la casa: director, inspector, e incluso el guardián, tan fresca como si se hubiera marchado la víspera, tanto les había impresionado su personalidad.

Pero nuestras relaciones fueron más bien epistolares, sólo nos veíamos cuando pasaba por París o en mis raras visitas a Inglaterra. ¡Cuántas cartas interesantes he tenido que quemar cuando nos encontrábamos a punto de sufrir un registro o de ser detenidos! No es que fuesen comprometedoras, pero, por anodinas que fueran, las autoridades judiciales tenían tendencia a utilizarlas como arma contra nosotros.

En un registro encontraron en mi casa una de sus cartas en la que me hablaba del La Révolté, pero, sobre todo, de las faltas de puntuación que el veía en mis  textos. La carta fue leída en el proceso de Lyon. Todavía me pregunto qué relación podía tener la carta con la Internacional.

Recuerdo una visita que, con mi mujer le hicimos a Bordighera, donde pasaba las vacaciones con su esposa. Era un apasionado de la música, sobre todo de la música rusa. Aquel día nos interpretó varios fragmentos, y también el Drapeau Rouge y el Chant des Travailleurs.

Dos criadas de por allí cerca, atraídas por el sonido del piano, se habían acercado a la ventana del jardín para oír mejor; y al verlas, Kropotkin las hizo entrar al salón. Después de instalarlas cómodamente, tocó, para su gran placer, varios fragmentos de su repertorio. Todo ello sencillamente, sin afectación, feliz de ser agradable a alguien. Ese era Kropotkin.

Sin duda, la revolución rusa no era todavía la realización de sus esperanzas, pero era el fin del despotismo, de lo arbitrario; era el camino abierto a realizaciones posibles, un primer paso hacia la libertad, la creación de una atmósfera en la cual se podría respirar libremente; sueño que los bolcheviques no tardarían en destruir.

Me proponía ir a despedirme de él a Brighton, pero Kropotkin me escribió para que retrasara el viaje, ya que sería imposible –decía–, en el revoltijo de paquetes y muebles de su biblioteca, hablar seriamente.

En su carta también decía que debíamos examinar con urgencia lo que se podría hacer entre algunos compañeros afines, para establecer un buen entendimiento que nos situase en condiciones de resistir a tentativas de desviación que, de vez en cuando, surgían entre nosotros, como el individualismo, por ejemplo. Me dio cita en Londres.

Por desgracia, el barco tuvo que anticipar su salida, y Kropotkin solo tuvo tiempo de enviarme, por medio de John Turner el secretario del Sindicato de los empleados, su Lettre d’adieu aux travaitieurs occidentaux («Carta de despedida a los trabajadores de occidente»), y cincuenta francos como ayuda a los gastos de su publicación.

¡Pobre Kropotkin! ¡Qué vida tuvo que ser la suya cuando los bolcheviques se apoderaron del poder en Rusia! ¡Qué cruel desilusión tuvo que sufrir cuando vio dispersados a los cuatro vientos sus sueños de libertad y de bienestar para todos, brutalmente pisoteados en nombre de las propias ideas sociales que habían sido el móvil de su vida! 

Notas

1. En castellano, Memorias de un revolucionario.

2. El 8 de enero de 1883 comenzó en el tribunal correccional de Lyon un proceso llamado de los «66», que iba dirigido contra los miembros de la Internacional, en Francia. Entre los acusados figuraba Kropotkin. El proceso duró parte de enero y se reanudó, en apelación, en febrero-marzo. Kropotkin fue condenado a cuatro años de prisión, 2.000 francos de multa, diez años de confinamiento y cuatro años de prohibición de ejercer sus derechos cívicos. Puede consultarse: Le Mouvement Anarchiste en France (tomo I, págs. 171 y siguientes de Jean Maitron, Ed. Maspero, París, 1975).

3. En castellano, Palabras de un rebelde.

4. En castellano, La conquista del pan.

5. En castellano, El apoyo mutuo.

6. Jean Grave fue encarcelado en Clairvaux en septiembre de 1894. El 25 de febrero de 1894 había sido condenado, por la reedición de su libro La Societé mourante et l’Anarchie, a dos años de cárcel y 100 francos de multa.

(Traducción del francés y notas de Antonio Téllez)

jean-grave-6Jean Grave, militante anarquista, nació el 16 de octubre de 1854 en Breuil-sur-Couze (Puy-de-Dóme), y murió el 8 de diciembre de 1939 en Vienne-en-Val (Loiret). A partir de 1880 toda la actividad de Grave se desarrolló en los medios libertarios. A petición de Elíseo Reclus (1830-1905), en 1883 asumió la dirección, en Ginebra, de Le Révolté, fundado por Kropotkin en 1879. Es autor de muchas obras de divulgación ideológica, entre ellas: La Société mourante et l’Anarchie (1893), La Société future (1895), L’Individu et la Société (1897), L’Anarchie, son but, ses moyens (1899), Réformes, révolution (1910). El texto que aquí publicamos es de su libro Quarante ans de propagande anarchiste (Ed. Flammarion, París, 1973).

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Acerca de Polémica

El primer número de la revista Polémica se publicó en 1980 en Barcelona. Polémica se define como libertaria, desde una posición abierta y sin reconocer verdades absolutas ni doctrinas oficiales. Entendiendo lo libertario más como búsqueda de respuestas que como afirmación de principios, procurado siempre compaginar la firmeza en las convicciones propias con el respeto a las ideas de los demás. Esto nos ha permitido contar con un amplio y variado abanico de colaboradores. Polémica procura siempre ser rigurosa, sin sacrificar la objetividad a la propaganda fácil, ni el análisis a la comodidad del tópico consabido. Polémica siempre ha estado estrechamente comprometida con la realidad político social y con las luchas por la libertad y por una sociedad justa y solidaria.

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