Francisco CARRASQUER
El escritor francés Jules Verne nació e18 de febrero de 1828 en Nantes (departamento de la Loire Atlantique, antes de la Loire Inférieure, pero los nanteses lograron cambiar este adjetivo que les parecía denigrante por el bonito del mar al que va a desembocar su río iy todos felices!). La ciudad de Nantes la conozco muy bien por haber vivido en ella más de dos años (1939-1942). Ciudad portuaria de muy activa industria y más activo comercio, con el antepuerto de Saint Nazaire forma el primer conjunto portuario de la Francia atlántica. La aglomeración nantesa tiene una población muy cercana al medio millón de habitantes. Es famoso en la historia de esta ciudad el célebre «Edicto de Nantes», documento firmado en esta capital el 13 de abril de 1598 por Enrique IV (aún se conserva el palacio de este rey) para garantizar una concordia duradera entre católicos y hugonotes (que así se llamaron los calvinistas en Francia), pero este edicto no satisfizo plenamente a los católicos y después de diversos conflictos fue revocado en octubre de 1685 por el Roi-Soleil, Luis XIV.
Ya desde niño le tentaba la aventura, como lo demuestra el hecho de que a los once años hubiese intentado embarcarse en un buque de tres palos que zarpaba rumbo a la India, donde quería hacerse con un collar de coral para su primita. El padre de Verne quería que Jules estudiase Derecho en París y allí lo mandó, pero el joven Verne quería ser autor de teatro, a ejemplo de su admirado Alejandro Dumas. Por desgracia, sus rimbombantes tragedias no tuvieron ningún éxito artístico ni económico.
Terminada la carrera de Leyes, se negó a ser inscrito en el Colegio de Abogados para colocarse como secretario del Théatre Lyrique (1853, o sea, a sus 25 años). En este interregno tuvo tiempo para publicar sus primeros novelines la mar de curiosos en la revista Musée de Familles, Un viaje en globo (1851), Martín Paz, (1852), el fantástico relato Maestro Zachanus (1854) y la satírica
historieta Le Humburg (antes de 1863).
Vemos, pues, confirmada nuestra hipótesis de la precocidad de Julio Verne, tanto por su intento (fracasado, pero para el caso es lo mismo) de embarcarse para ir a las Indias a los once años y el haber publicado, entre 23 y 26 años cuatro narraciones que anuncian ya la prodigiosa imaginación que va a lucir en sus obras inmortales poco después.
Y digo «imaginación» y no artes de visionario, porque no me convencen los que hablan –y se dice muy a menudo– de eso del «escritor visionario», refiriéndose a Julio Verne.
No son visiones sobre lo que trabaja Verne, porque las visiones son figuraciones subconscientes, fabulaciones o alucinaciones propias de la infancia. Los dos ejemplos de precocidad que acabamos de señalar no son más que del ámbito biográfico, pero la precocidad importante, o que nos interesa aquí sobremanera es de ámbito histórico universal, concretamente de la historia de las ciencias y de las letras. Es lo que trataremos de demostrar más adelante.
Jules Verne contrae matrimonio en 1857 (a sus 29 años, aquí, pues, nada precoz) con la joven viuda de 26 años, Honorine Morel. La joven pareja se instaló en París, donde Jules trabajaba de agente de bolsa. Entre sus relaciones tenía Verne un amigo aficionado a jugar con un globo y hablando sobre las posibilidades del globo como vehículo de transporte a Verne le vino la idea de escribir un pequeño tratado sobre el globo aventurando sus posibilidades de vuelo y su gobernabilidad. Le planteó Julio Verne el proyecto a su editor, Hetzel, pero éste le hizo cambiar de idea: en vez de un soso tratado científico, escribir la aventura de un viaje en globo en forma de novela. Y así se hizo. En 1863 se publicaba en París Cinq semaines en ballon. Tuvo gran acogida en seguida y este libro inauguraba una nueva manera de novelar: la «novela científica», género éste que le ha dado a Julio Verne un glorioso puesto único con sus hallazgos ingeniosos y a veces geniales profecías de aplicación científica o tecnología que ulteriormente pudieron desarrollarse tal y como Verne había apuntado o descrito por completo. Como fue el caso del globo gobernable.
Luego, el mismo editor Hetzel publicó por contrato, a dos libros por año, los siguientes títulos: la trágica narración de un viaje al Polo: Voyage et aventures du Capitaine Aterras (1866), Voyage au centre de la terre y De la terre el la lune (1865), así como Autour de la lune (1870), Les enfants du Capitaine Grant (1868) y Vingt mille lieues sous les mers (1870).
Pero la gran época del mayor éxito de Julio Verne la vive entre 1872 y 1886, que es cuando publica Le tour du monde quatre-vingtjours (1872), le sigue Líle mystérieuse (1874-1875) en cuya novela trae a colación dos personajes no tratados del todo: revelando el misterio del capitán Nemo y la enigmática figura del criminal Ayrton, que dejó sin completar en la novela del Capitán Grant. Otro gran éxito fue Michel Strogoff (1876) a la que le sigue Hector Servadas (1877), Un capitaine de quinze ans (1878), Keraban le tetu (1883) y Robur le conquérant (1886).
Al morir Julio Verne en 1995 quedaron todavía bastantes obras por publicar y el último libro póstumo que se publicó no salió hasta 1919: L’étonnante aventure de la misión Barsac, en la editorial Hachette, pero ya con este otro título finalista y como sintetizador de lo más importante de toda la obra del autor de los viajes extraordinarios: Le dernier voyage extraordinaire.
Apenas puede hablarse de influencias en la obra de Verne. En todo caso, podrá afirmarse que pudo ser Edgar Allan Poe (Boston, Massachussets, 19/1/1809-Baltimore, 7(10/1849), a quien le dedicó Verne un atento estudio, Edgar Poe et ses oeuvres, en la revista que editaba Hetzel, Le Musée des Familles y en la que publicó el mismo Verne varias novelas que después pasaron a ser editadas en forma de libro. Pues bien, frente a la tétrica fantasía y al humor negro de Poe, cuya dimensión irracional era incapaz de entender Verne, oponía éste la verosimilitud científica, verosimilitud imaginativa (¡no fantástica, como se ha dicho!) que supo alcanzar Verne por trabajar sus novelas previo estudio a fondo de los temas científicos de que iba a tratar y en cuyo estudio preparatorio barajaba los datos más recién descubiertos desde los que avanzaba por su cuenta hacia nuevas soluciones científicas o tecnológicas que más tarde fueron verificándose con el consiguiente rendimiento y beneficio en la carrera del progreso humano. Así se explica que la vivaz imaginación de Verne haya contribuido tanto a darle una tan gran erudición universal. Y por mucho que se le reproche a Julio Verne su manera de tratar a sus personajes tan en blanco y negro, sin matices ni color, y que sus héroes sean estereotipos, por mucho que puedan hacer reír las escenas cándidas de amor entre platónico y cursi, romántico e ingenuo, el caso es que muchas de sus obras se mantienen al cabo de todo un siglo frescas como rosas frescas. Pero hay más: muchos críticos no se han dado cuenta de que, precisamente, por haber tratado a sus personajes todos como de una pieza y a sus héroes todos también trazados como por estereotipia, es por lo que consiguió y sigue consiguiendo el éxito rotundo entre sus admiradores lectores, principalmente entre los más jóvenes –que son los más– y que son, además, aquellos en los que deja una huella indeleble grabada para siempre en la memoria adulta.
Verdad es también que la obra de Julio Verne tuvo la suerte de ir a caer en una época en que estaban tan de moda los descubrimientos y toda muestra y conquista del progreso. Esto, junto a la facilidad de Verne para contar sus aventuras, tan sugerentes como instructivas, hizo el invento de la novela científica y le convirtió en el gran precursor de un género que, en el siglo XX, habría de cosechar triunfos mundiales: la novela de ciencia-ficción. Nos parece imprescindible ahora analizar o simplemente resumir el contenido de unas cuantas novelas de Julio Verne para acabar definiendo como conclusión el arte y la sabiduría del novelista nantés.
1. Cinco semanas en globo, viaje de descubiertas (1863). Con el gobernable globo Victory sobrevuelan el continente africano de Este a Oeste el doctor Ferguson con su amigo Dick Kennedy y su criado Joe. Se suceden en este viaje a ritmo acelerado y entremezcladamente, escenas literalmente exóticas en suelo africano durante las etapas de descanso, fenómenos chocantes de la naturaleza africana y situaciones peligrosas, naturalmente. Está ya presente en esta novela el trato típico del autor en el resto de sus obras entre el hombre sabio y de acción que dirige la expedición y su criado tan fiel como simple, pero que ameniza las conversaciones con sus salidas humorísticas, un poco a ejemplo de Sancho Panza aunque sin la retranca del escudero de don Quijote.
2. Viaje al centro de la Tierra (1864). Unas cuantas conferencias de un tal Charles Sto Claire-Deville que había descendido al fondo del cráter del volcán Estrómboli, isla del archipiélago italiano de Lípari, un estudio del arqueólogo Quatrefages y unas vacaciones de Julio Verne en Islandia, constituyen las fuentes que inspiran esta narración. Otto Lindenbroek, profesor de mineralogía, encuentra un texto rúnico de un tal Aene Saknussum, quien en el siglo XVI viajó al centro de la tierra bajando por el cráter islandés de Sneffel. y el impaciente profesor no se lo piensa ni un segundo y se lanza a hacer el mismo viaje, acompañado de su sobrino Axel, por cierto nada entusiasta por vivir esa aventura. No logran llegar al centro de la Tierra, pero si experimentan novedades y percances de maravilla, como haberse encontrado con un mar profundamente subterráneo, descubrir unos monstruos prehistóricos completamente desconocidos y otras sorpresas menores. Al final son como vomitados por una corriente de lava en Sicilia. Novedades en esta novela son: la inserción de una historieta de amor romántico pero tímido entre Axel y Grauben y algo de tono más ligero, como la humorística caricatura dibujada por el intrépido profesor.
3. De la tierra a la luna (1865) y Alrededor de la luna (1866). Estas dos novelas flotan en aguas de humor satírico. Son unos veteranos de la Guerra de Secesión estadounidense, tos ellos especialistas en artillería y socios del Gun-Club, que se aburren como ostras y llegan a tener la ocurrencia de fabricar un proyectil capaz de llegar a la Luna. El francés Michel Ardan se ofrece para guiar el proyectil hacia su meta. En otra novela, titulada Hector Servadac se reitera este tema del viaje extraterrestre.
4. Veinte mil leguas de viaje submarino (1870). Un largo novelón en el que se suceden descripciones muy poéticas del mundo abisal oceánico, pero que a veces alternan con información científica sobre clasificación de peces demasiado prolija que puede hacerse pesada. No deja de ser curiosa la figura del Capitán Nemo por lo enigmática, en quien se hace más que evidente el conflicto interior entre el amor y el odio; un hombre amante del mar, de la música y, sobre todo, de la libertad. Esta novela fue galardonada el año 1872 con el Premio Nacional de Novela de la Academia Francesa.
5. La vuelta al mundo en ochenta días (1873). Primero se publicó como folleto en Le Temps en 1972 y tuvo un éxito enorme y un año más tarde se publicó en forma de libro. Se describe la vuelta al mundo por una apuesta, de Phileas Fogg, un caballero londinense al que acompañan unos socios del Club de la Reforma Londinense y su criado con su famoso nombre Passepartour (Ganzúa).
6. Miguel Strogoff (1876). La publicación de esta novela constituye uno de los mayores éxitos de Julio Verne. Es la narración de una ofensiva de soldados tátaros en Siberia al mando del emir Feofar Khan quien, con el apoyo del traidor Ivan Ogareff, espera levantar el pueblo en armas y tomar Irkutst. Un correo del zar, el cazador siberiano Miguel Strogoff es enviado con un mensaje hasta la ciudad en peligro a través del país en trance de sublevarse. Con mucho sacrificio y tesón consigue llegar a la ciudad amenazada y entregar su mensaje. Y aunque todo el mundo lo creía ciego por torturas de los tátaros, en duelo con el traidor acaba liquidándolo. También en esta obra pone mucho empeño Julio Verne en describir usos y costumbres tiñendo toda la novela de mucho color local (citas rusas, distancias a base de verstas, etc.) y de la actualidad real, como telegramas recibidos y tiempo exactamente registrado, etc. A veces suena a inverosímil el retrato arquetípico de los personajes y algún desenlace anacrónicamente tomado demasiado en serio.
En resumidas cuentas podemos concluir diciendo que Julio Verne ha sido el gran cultivador de la novela de aventuras impregnada de copiosa información científica y no sólo de la ciencia conocida hasta sus días, sino también intuida y anticipada en imaginación que luego se ha hecho realidad. Compuso muy cerca de ochenta novelas que hasta hoy han gozado de fama universal. Montadas en el contexto de un valiente desafío y de un combate entre hombres, o con la naturaleza o contra la injusticia, presentan una amplia galería de personajes. En su opera omnia se da la utopía, el exotismo, la imaginación y, sobre todo, muchos viajes muy instructivos por la historia crítica y la geografía al día en ellas desplegadas, no pocos folletines y hallazgos científicos son algunos de los ingredientes de este autor.
Publicado en Polémica, n.º 85, julio de 2005
El ácrata de la Magallania
La última novela póstuma de Julio Verne publicada en castellano.
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