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Los anarquistas, el poder y la violencia

José ESPAÑA IBER

anarquismo-bandera-negraLos anarquistas sostienen que la función del Estado es distinta de las funciones administrativas normales; que el abuso de la autoridad no es accidental sino inseparable de la naturaleza del Estado, cualesquiera que sean los gobernantes. Repudian el Poder aún a título provisional y no creen que su conquista pueda servir para destruir el Estado, pues éste conquista a todos sus conquistadores. La sociedad del Estado –represión, burocracia, funcionarismo– es un círculo vicioso de intereses artificiales difícilmente irreversibles; la institución estatal es una inversión de valores, puesto que el individuo, que creó la sociedad para su servicio, es absorbido por ella. En consecuencia, es estatal toda sociedad que pierda de vista al hombre, al sacrificarlo a dogmas abstractos –interés general, patria, religión, causa suprema revolucionaria–, y es anarquista toda sociedad que sirva al individuo concreto, estimule la iniciativa de abajo arriba y garantice la libertad del hombre sin más limitación que la de sus semejantes. Sigue leyendo

Violencia y no violencia en el pensamiento de Malatesta

Ángel J. CAPPELLETTI

Malatesta

Malatesta

Mientras algunos de sus adversarios, en el campo de la izquierda, y concretamente los socialistas y comunistas, acusaron a veces a Malatesta de «tolstoiano», otros, más alevosos, desde la derecha, se esforzaron por presentarlo como feroz iconoclasta y predicador de la más ilimitada violencia.

A propósito de Malatesta, escribe Luigi Fabbri:

«Una vez, a cierto sectarismo frío que, a ejemplo de Torquemada, parecía dispuesto a sacrificar media humanidad para salvar, para la otra mitad, la árida fórmula de un principio, tuvo que decir: «iYo daría todos los principios por salvar a un hombre!». Otra vez, contra un terrorismo que se cree revolucionario porque le parecen necesarias las ejecuciones en masa para el triunfo de la revolución, Malatesta exclamaba: «Si para vencer se debiese elevar la horca en las plazas, preferiré perder». En julio de 1921, en su proceso de Milán, terminó sus declaraciones a los jurados con algunas palabras de dolor por la lucha feroz desencadenada en el país del fascismo, lucha «que repugnaba a todos y no beneficia a ninguna clase o partido». Y en las tres ocasiones no faltaron los que acusaron a Malatesta de tolstoiano o cosa peor» (Malatesta p. 28-28). Sigue leyendo