Ángel J. CAPPELLETTI
Mientras algunos de sus adversarios, en el campo de la izquierda, y concretamente los socialistas y comunistas, acusaron a veces a Malatesta de «tolstoiano», otros, más alevosos, desde la derecha, se esforzaron por presentarlo como feroz iconoclasta y predicador de la más ilimitada violencia.
A propósito de Malatesta, escribe Luigi Fabbri:
«Una vez, a cierto sectarismo frío que, a ejemplo de Torquemada, parecía dispuesto a sacrificar media humanidad para salvar, para la otra mitad, la árida fórmula de un principio, tuvo que decir: «iYo daría todos los principios por salvar a un hombre!». Otra vez, contra un terrorismo que se cree revolucionario porque le parecen necesarias las ejecuciones en masa para el triunfo de la revolución, Malatesta exclamaba: «Si para vencer se debiese elevar la horca en las plazas, preferiré perder». En julio de 1921, en su proceso de Milán, terminó sus declaraciones a los jurados con algunas palabras de dolor por la lucha feroz desencadenada en el país del fascismo, lucha «que repugnaba a todos y no beneficia a ninguna clase o partido». Y en las tres ocasiones no faltaron los que acusaron a Malatesta de tolstoiano o cosa peor» (Malatesta p. 28-28). Sigue leyendo