Francisco CARRASQUER
El número de la revista Anthropos a él dedicado, me ha hecho pensar en el poeta levantino Juan Gil-Albert, a cuya recuperación asistí muy de cerca, puesto que puede decirse que el fenómeno arranca del libro-tesis de mi amigo J. Lechner, catedrático de Leiden, titulado El compromiso en la poesía española del siglo xx que todo hispanista que se respeta conoce, libro a cuya génesis y gestación asistí muy de cerca. Y es un poeta que merece ser recibido en nuestra galería de la poesía de la libertad por más de una razón, aunque bastaría con la simple de haber vivido libre. Ni siquiera en los tiempos en que la tentación del compromiso fue más fuerte, se sometió a esas ataduras de la consigna, ni a pesar de la enorme presión que se ejerció sobre él por parte de los comunistas se doblegó a su línea. En el libro de Lechner arriba citado está todo claramente explicado. Incluso la mala pasada que los del Partido le jugaron con aquello del premio literario que le escamotearon a favor de Pedro Garfias, él sí comunista convicto y confeso. Y por si hubiese alguna duda, recordemos lo que el mismo poeta dijo con ocasión de habérsele galardonado con el Premio de las Letras del País Valenciano en diciembre de 1982.
«Me siento –declaró entonces– como un anarquista casi en la medida en que soy un místico, y un místico en la medida en que soy un anarquista».