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Durruti, Ascaso y García Oliver

Francisco CARRASQUER

1. Zaragoza, la clave

trioTodo el mundo sabe cómo se perdió Zaragoza, pero nadie se lo explica. Recuerdo los días, las semanas, los meses en que se estuvo discutiendo el tema en el frente de Aragón, al comienzo de la guerra. Con qué dolor se comentaba la traición del general Cabanellas y con qué acentos iracundos se pedían responsabilidades a los pocos militantes cenetistas que habían podido salir de Zaragoza. Entre correligionarios, no se daba la culpa al gobernador civil ni al confiado gobierno central que no había sospechado de un gobernador militar felón, sino que se pedía la cabeza de la dirección cenetista zaragozana, en la creencia de que allí donde triunfó el antifascismo fue exactamente donde triunfó la CNT, a pesar o en contra de las autoridades oficiales y oficiosas. Si en Barcelona se había derrotado al ejército faccioso, ¿no había sido porque la CNT no había esperado órdenes de nadie y se había saltado a la torera todas las medio medidas e instrucciones de los políticos en el poder y todas las recomendaciones de las oficiosas «fuerzas vivas»? Fue en Barcelona donde, por primera –y única– vez, el pueblo derrotó al ejército, en acción directa –a pesar de la Generalitat– y omisión indirecta –contra la voluntad del gobierno de Madrid–. En los medios milicianos del frente de Aragón se creía a pie juntillas que no había otro medio de salvación de la República que el de entregar al pueblo todas las armas posibles. Pero ni Azaña, ni Casares Quiroga, ni Companys, ni Miaja, ni Núñez del Prado, ni ningún manipulador del aparato político de la hora, quería llegar a ese extremo. A la distancia histórica de hoy bien puede afirmarse tranquilamente que todas las plazas fuertes españolas se perdieron para la República por no ceder a la desesperada reclamación de armas por parte del pueblo; así como por el contrario, las que se salvaron lo fueron por haber desbordado la calle toda autoridad y haberse hecho con las armas sin más contemplaciones. Sigue leyendo