El esquema clásico del programa anarquista –la organización de los trabajadores en sindicatos de clase y la huelga general revolucionaria como método para llegar al comunismo libertario– se podría decir que ya no está en cuestión porque ya son muy pocos los que lo defienden a rajatabla. Sobre la necesidad de modificarlo en mayor o menor medida existen ya pocas dudas, y el debate se centra en qué sentido hacerlo y cómo llevarlo a la práctica.

La propuesta planteada en 2008 de la Federación Anarquista Gaucha (FAG) y la Federación Anarquista Uruguaya (FAU) puso de nuevo sobre la mesa la cuestión ya debatida en numerosas ocasiones sobre la necesidad de una organización política anarquista que, por encima de los movimientos sociales en los que participe, sea capaz de tener una visión global de la sociedad y desarrollar estrategias globales para transformarla.
Pero el debate dista mucho de ser nuevo…