François Chátelet (1925-1985) fue para las generaciones formadas en las últimas décadas, una referencia grata y estimulante. Alentó el pensamiento progresista radical con entusiasmo y rigor, alejado de toda demagogia. Junto con Gilles Deleuze y J.F. Lotard constituía uno de los pilares más firmes en los que se apoyaba la Universidad de Vincennes, surgida de las jornadas de mayo de 1968, que hoy son tan solo un grato recuerdo o referencia. En los primeros días de diciembre pasado, una penosa enfermedad abatió su corpulenta humanidad.

François Chatelet
De su fecunda obra han sido traducidos al castellano los siguientes títulos: Hegel según Hegel (Ed. Laia, Barcelona, 1970), La filosofía de los profesores (Ed. Fundamentos, Madrid, 1971), El pensamiento de Platón (Ed. Labor, Barcelona, 1967), El nacimiento de la historia (Ed. Siglo XXI, México, 1978).
El texto que ofrecemos a continuación constituye su colaboración a la obra colectiva Porque nunca se sabe, Ed. Laia, Barcelona, 1985.
François CHÁTELET
Es lugar común del pensamiento político, resabiado o banal, el afirmar que toda colectividad un poco numerosa requiere obligatoriamente para sobrevivir, para preservar su seguridad y acrecentar su dicha, un jefe (o un gobierno) del que emanen las decisiones, y un conjunto de enunciados necesarios –las leyes– que aseguren el recto orden social. Bien se reclame de la Razón de los filósofos o de alguna revelación divina, o bien se fundamente en la experiencia cotidiana o en el cálculo de las ciencias experimentales, se da como evidente que es necesario un principio que tenga poder para unificar la multiplicidad. Esta idea está tan arraigada que, las más de las veces, los discursos políticos más profundos dedican toda su energía, desde antaño y hasta no hace mucho, a debatir cuestiones tales como las de saber a quién le debería tocar el mando y cuáles debieran ser las leyes más adecuadas para garantizar lo mejor posible la paz en el interior y la fuerza en el exterior. Y, hoy en día, la política de los políticos ¿no nos presenta como esencial el debate que afronta la elección entre dos regímenes –uno que se pretende liberal y el otro que se pretende socialista, cuando tanto el uno como el otro están sometidos al mismo axioma de la productividad del Capital–, o entre dos modelos: el americano y el soviético, cuando uno y otro se encarnan en dos Estados que, con medios diferentes, se afanan en cuadricular el espacio mundial en una red de bastiones militares, de satélites informativos, de instituciones tecnocráticas y de policías en todos los órdenes? Sigue leyendo →