Breve crónica de una revista
Allá por el verano de 1993, a finales de julio, tuvo lugar una reunión en casa de Manuel Salas, en Alella. Luis Edo fue quien organizó la reunión, que tenía por objeto procurar una continuidad a la revista Polémica, cuya existencia estaba amenazada por la reciente desaparición de algunos miembros de su Consejo de Redacción –Félix Carrasquer y Ramón Rufat– y la dispersión geográfica de otros, como Fidel Miró o Ignacio de Llorens. Manuel Salas, columna vertebral de la revista, había cumplido ya los ochenta y notaba claramente cómo la edad y la mala salud mermaban sus fuerzas, por lo que buscaba desesperadamente a quienes entregar el testigo de la revista, para garantizar su continuidad, que no para descansar de su responsabilidad, cosa que no hizo jamás, ya que, hasta el final de sus días –murió el 15 de mayo de 1995– y en la medida de sus posibilidades no dejó de colaborar en las tareas de la Redacción.
Salas tenía dos grandes preocupaciones: quería que la revista siguiera publicándose y no quería que acabara convirtiéndose en portavoz ni órgano oficial u oficioso de ningún grupo, partido, sindicato o lo que fuera. Concebía la revista como un medio independiente, porque sabía que sólo desde la independencia se podía llegar a todos y desarrollar una eficaz labor de comunicación y debate. Con esa idea nos integramos en la revista y a esa regla nos hemos atenido siempre.
Puestos a la tarea, conseguimos publicar «nuestro» primer número –el 55– en abril de 1994. A Manuel Salas no le gustó nada que cambiáramos la cabecera y, puesto a recordar detalles, tampoco le gustó la poco decorosa «pechuga» que lucía en la portada Federica Montseny –a quien dedicamos nuestro primer dosier con motivo de su muerte aquel mismo año–, pero se consoló pensando que, por lo menos, con una cabecera u otra y con más o menos decoro, éramos capaces de sacar la revista adelante.
Y así empezó una aventura que –¿quién nos lo iba a decir entonces?– duraría casi veinte años, aunque algunos –¿por qué no recordarlo?– no nos auguraban ni tres meses de vida; y no les faltaban razones para ello. No se puede decir que nuestros recursos fueran exiguos, porque sencillamente no teníamos recursos. Carecíamos casi por completo de experiencia y, por no tener, no teníamos ni tiempo. En una tarea que requiere dedicación, teníamos que apañarnos con las pocas horas que nos permitía nuestra vida laboral Porque jamás tuvimos liberados, como no tuvimos ayudas y aportaciones que no vinieran de nuestros lectores y amigos. Pero nos empleamos a fondo en buscar suscriptores, en difundir y dar a conocer la revista, en conseguir estar presente en todas partes a las que podíamos llegar, en buscar canales de distribución y puntos de venta, y así, mientras aguantamos como buenamente podíamos la persecución de imprentas empeñadas en cobrar facturas, nos apretábamos el cinturón y rascábamos el bolsillo para cuadrar las cuentas, logramos tirar adelante, no día a día, sino jueves a jueves, en reuniones que terminaban en cenas, a las que seguían sobremesas que parecían no terminar nunca. En aquella época, en Polémica, los jueves terminaban ya bien entrado el viernes, cuando, entre palabras y risas, poníamos a prueba nuestros hígados y arterias con ingestas tan apetecibles como poco recomendables.
La idea de independencia que nos marcó Salas no impidió que se generaran recelos de que estábamos más allá que acá o más acá que allá, pero nos dos pie a poner en marcha iniciativas como el Forum Llibertari que, junto con otras entidades y grupos, nos permitió trabajar con la Fundación Seguí y la Fundación de Estudios Libertarios y Anarcosindicalistas (FELLA). Hoy suena casi estrafalario, pero en aquellos años de mediados de los noventa, no existía ningún puente de contacto entre las familias en que se había dividido en Movimiento libertario. Esto nos llevó en noviembre de 1997 ha publicar en el n.º 65 un dosier, «La crisis del Movimiento libertario», en cuya elaboración logramos –algo casi impensable en aquellos momentos– involucrar a todas las familias, o quizás deberíamos decir a todos los parientes enfrentados de la misma familia. Así, logramos entrevistar a Luis Andrés Edo (CNT – Joaquín Costa), Ramón Sentís (CNT-AIT), Emili Cortavitarte (CGT) y Manuel Fernández (Solidaridad Obrera). En la presentación del número, que se realizó en el recién inaugurado local de Espai Obert –proyecto en el que habíamos colaborado desde el principio–, no logramos que participaran todos los entrevistados, pero sí casi todos, y podemos decir que esa fue la primera ocasión en que organizaciones que se habían separado a tortas –el sentido literal del término– y vivían incomunicadas entre sí se encontraron juntas bajo el mismo techo. Algo más tarde esos encuentros se harían normales y hoy, afortunadamente, aquellas trifulcas que generaron la división han quedado olvidadas o al menos desactivadas.
Si en su primera época Polémica había tenido que enfrentarse al entorno difícil que dibujaba el declive radical del Movimiento libertario que se inició con el final de la Transición y tuvo que sobrevivir en una década –los ochenta– de baja intensidad de las luchas sociales, a finales de los noventa tuvimos que enfrentarnos a un tiempo distinto en donde la comunicación no pasaba por el papel impreso, sino por el ciberespacio y las redes sociales.
Contra la corriente que marcaban los tiempos y las nuevas tecnologías, continuamos con nuestra tarea, intentando adaptarnos a la realidad con mejor o peor fortuna. Pero desatendimos algo tan importante como la renovación del Consejo de Redacción. Es algo que acostumbra a pasar en grupos reducidos que comparten una tarea a lo largo de años: se acostumbran a la convivencia y se acaban convirtiendo en círculos cerrados. La falta de renovación fue aumentando la media de edad del grupo y –¿por qué no reconocerlo?– reduciendo nuestra capacidad de trabajo.
La pasada primavera iniciamos un proceso de reflexión en busca de opciones para ampliar el equipo de Redacción y dar un nuevo impulso a la revista. Luego, en agosto llegó como un mazazo la noticia: el cáncer que le habían diagnosticado a Bernardo, y que contábamos con verlo superado en poco tiempo, tal como predecían los médicos, había entrado en un callejón sin salida. Esperando lo peor, todo se paralizó y, finalmente, cuando llegó la noticia del fallecimiento, ya ni siquiera nos planteamos si podíamos seguir sin él, porque si tan sólo hubiéramos podido responder para qué.
Decidimos disolver el Consejo de Redacción y nos hemos concentrado en volcar en Internet los contenidos de los 100 números de Polémica, mientras preparábamos este pequeño número, que le debíamos a Bernardo y, por supuesto, a todos nuestros suscriptores, lectores, colaboradores y amigos, que a lo largo de treinta y dos años han hecho posible esta revista. Como quienes aparecen a la derecha, que formaron parte del Consejo de Redacción en algún momento de su historia.
¿Desaparece Polémica? Como se refleja en la portada, la cosa está en el aire y pendiente de un hilo, pero ya no depende de nosotros, después de casi veinte años defendiendo la posición ya no nos queda munición con que resistir, por tanto deberán ser otros los que, con nuevas energías, acudan en su auxilio. Aquí nos encontrarán a los supervivientes, para arrimar el hombro.
Este es nuestro último número. No es, obviamente, un número normal, sino una despedida de nuestros lectores y amigos y un homenaje a nuestro compañero Bernardo Rodríguez, fallecido el 14 de octubre de 2012.
Te lo puedes descargar aquí en pdf: BRA mail
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