En este artículo, publicado dentro en el extenso dosier que apareció en el n.º 4-5 de Polémica (junio-septiembre 1982), el autor hace un balance de la situación en que se encontraba el sindicalismo en aquel momento crítico del final de la llamada «Transición».
En este artículo, publicado dentro en el extenso dosier que apareció en el n.º 4-5 de Polémica (junio-septiembre 1982), el autor hace un balance de la situación en que se encontraba el sindicalismo en aquel momento crítico del final de la llamada «Transición».
Dentro del dosier CNT publicado en el número 4-5 de Polémica (junio-septiembre de 1982) se publicaron entrevistas a José Bondía (secretario de la CNT-V Congreso) y a Chema Berro (secretario de la CNT-Congreso de Valencia).
Chema Berro
José María Berro, actual secretario de la CNT surgida del Congreso de Valencia, tiene 33 años, está casado y es padre de dos hijos. Procedente de los grupos Liberación, organizados en torno a la editorial ZYX, ingresa en la CNT tras su reorganización. Despedido, a raíz de una huelga en una empresa química de Pamplona, trabaja, según su propia expresión, donde puede, actualmente como celador eventual en la Seguridad Social. Chema Berro da la impresión de ser un dirigente obrero a la vez apasionado y reflexivo, con un sólido conocimiento, no solo teórico, del terreno que pisa.
—Hay un dato en la reciente historia del Movimiento Obrero que es, para muchos sorprendente: tras el éxito absolutamente arrollador que tuvo la CNT en la etapa histórica anterior al franquismo, renace con una enorme debilidad. ¿Cómo interpretas tú este ocaso del movimiento obrero libertario?
—El éxito anterior a la dictadura se debe a treinta años de trabajo y militancia en los que la CNT sabe ponerse al frente de la lucha de la clase trabajadora española y mantener una capacidad de adaptabilidad fuerte tanto en sus reivindicaciones y métodos de lucha como en su organización. El corte de la Guerra Civil es decisivo ya que, con posterioridad, no ha habido esos treinta años de trabajo militante en el seno de una clase obrera española, sociológicamente distinta, a la que no nos hemos sabido adaptar.
Por otra parte, la imagen de la CNT ha quedado prácticamente borrada y hay que dibujarla de nuevo. Tanto la concentración de San Sebastián de los Reyes como las Jornadas Libertarias son más una imagen aparente que real; concretar luego eso en trabajo y organización en las fábricas es mucho más difícil y lo cierto es que la CNT no ha sabido hacerlo hasta ahora. Hoy el tope viene marcado en la CNT, fundamentalmente, por su propia incapacidad.
—Hay, en estos momentos, dos sectores pugnando por las siglas y el reconocimiento legal. ¿En qué se diferencian o, más concretamente, en qué os diferenciáis vosotros de la otra CNT?
—Habría que remontarse a la historia de la CNT. La reconstrucción de la CNT se hace bastante artificialmente porque es, con la legalización, el momento de tirar para adelante y se hace acogiendo a gente bastante dispersa, a los que provienen del Movimiento Obrero y tienen una simpatía por CNT y sus métodos de lucha, y a sectores anarquistas que no han tenido nunca nada que ver con el Movimiento Obrero. A partir de entonces se produce una pugna importante dentro de CNT, pugna que a la vez se ve entrecruzada por la que ya se venía sosteniendo en el exilio entre el sector oficial y el sector separado del aparato. Estas pugnas internas imposibilitan el ajuste, necesario en aquellos momentos, entre la CNT y la realidad de la clase trabajadora española. En el fondo, la pugna se produce entre quienes se plantean la CNT como organización anarquista a la cual los trabajadores deben someterse y quienes planteamos la CNT como una organización al servicio de la clase obrera. Las diferencias no son de orden táctico, como pudiera ser en el tema de las elecciones sindicales, pues ninguna cuestión táctica parte una organización. Fundamentalmente, ha sido la práctica interna, el dogmatismo cerrado, ese no dejar discutir y no dejar acoplar a la CNT al movimiento obrero real, lo que ha partido la organización.
Las diferencias vendrían fundamentalmente por ahí. En la CNT que nosotros defendemos no caben imposiciones, no cabe que haya un partido u organización, se llame FAI o como se quiera, que sea el vigilante de las «esencias». En la CNT no cabe que a alguien se le impida plantear una discusión; todas nuestras discusiones son absolutamente abiertas y nuestro único punto de referencia es la clase obrera española.
Estas diferencias de principios se traducen, posteriormente, en posiciones con relación a luchas concretas. La CNT-FAI, por ejemplo, ha estado propugnando la no participación en las elecciones sindicales, que yo podría suscribir desde unas posiciones de clase y de lucha pero no desde unas posiciones de alejamiento de la clase trabajadora, como ellos adoptan unas posiciones no teóricas sino teoréticas, dogmáticas y separadas de la realidad. Han estado defendiendo un no a los convenios, al menos parcialmente, y como única forma de lucha defienden la huelga general indefinida, lo cual solo cabe en la mente de alguien que no sabe siquiera lo que es trabajar en una fábrica. Todo esto hace inviable su proyecto político.
Mitin de la CNT en San Sebastián de los Reyes (Madrid) el 27 de marzo de 1977
Resumiendo, la diferencia fundamental entre las dos organizaciones estriba en que el sindicalismo abierto y revolucionario que nosotros preconizamos es absolutamente incompatible con su dogmatismo conservador y los intereses del exilio.
—¿No crees que esa pugna que dio lugar a la escisión ha deteriorado seriamente la imagen de la CNT y que muchos trabajadores, que tenían esperanza en que la CNT se elevara como alternativa sindical diferenciada, han visto en buena medida frustradas sus expectativas?
—Ha sido toda la trayectoria de la CNT la que ha frustrado esas expectativas, no solo la cuestión de la ruptura. Yo pienso, al revés, que la ruptura ha recuperado, en parte, tales expectativas. Toda ruptura es difícil de superar y de explicar ante los trabajadores: el nivel de información es muy bajo y lo normal es que se produzca un rechazo de los trabajadores hacia las pugnas internas. A pesar de todo, es claro que las expectativas de futuro las pierde la CNT antes de la escisión y es ahora cuando hay un proceso de recuperación por nuestra parte, y esto con hechos, no solo con palabras: la entrada del SAT de Madrid, de los compañeros de madera y corcho del Sindicato Andaluz de Trabajadores, de sectores de la CSUT y Euskadi, del SICRE (sindicato de camioneros), de muchos sectores de la antigua USO y las conversaciones con la CSUT de Aragón, de Cantabria y Catalunya, Todo ello enmarca un período indudable de clarificación del espacio de la CNT. Es cierto que esta primera etapa de clarificación tiene efectos casi exclusivamente en los trabajadores más militantes que entre la clase obrera en general, que, debido a la falta de información y criterios de lo que está pasando, ve solo la ruptura, ve que hay dos CNT y eso es un asunto muy difícil de explicar, como no sea en la práctica, y en ese camino estamos: que los trabajadores vean en nosotros una CNT distinta de lo que han visto en los últimos años.
Lo que realmente quemaba las posibilidades de la CNT dentro de la clase obrera era la situación anterior, con una CNT ambigua, pasota, preocupada exclusivamente por problemas internos y con pugnas intestinas permanentes.
—Vamos a hablar del contencioso de las siglas. ¿Qué interés tiene para vosotros el mantenimiento de las siglas? ¿Se trata de una reivindicación histórica, de una cuestión mística o es, más bien, una cuestión pragmática?
—Hay un poco de todo. Vamos, no pienso que sea una cuestión mística, yo no entiendo el misticismo de unas siglas. Creo, más bien, que se trata de una cuestión política y de posibilidades, aunque indiscutiblemente va unida también a una cuestión histórica porque una organización necesita asumir su historia para reconocerse a sí misma. Nosotros no nacemos de repente sino que tenemos toda una trayectoria histórica a la que no queremos renunciar y, sobre todo, a la que no vamos a renunciar porque unos macarras nos quieran obligar a ello. Hay también una razón pragmática en el sentido de que es más fácil mantenerse con las siglas CNT que aparecer con unas siglas nuevas, aunque recoja todo el contenido de la CNT.
—Depende de cómo se resuelva el contencioso, aquel sector a quien los tribunales le den la razón va a tener derecho al patrimonio histórico de la CNT. ¿No es así?
—Obtener la resolución favorable del contencioso no va a significar tener derecho al patrimonio. Lo que está claro es que quien obtenga la resolución desfavorable no va a tener derecho al patrimonio, que es distinto.
—Pero hay un tema que podía ser preocupante para vosotros: un político en alza como Garrigues lleva la representación jurídica de la otra CNT a través de su asesoría jurídica. ¿Quiere esto decir que ha habido negociaciones?
El patrimonio va a ser una cuestión mucho más política. No hay dos ugetés y el Gobierno, sin embargo, no devuelve a la UGT su patrimonio histórico. El problema es otro, el gobierno quiere negociar el patrimonio a base de contrapartidas de domesticidad laboral y nosotros no vamos a entrar en una cosa así. Aunque ganáramos el contencioso frente a la CNT-FAI, no íbamos a recibir el patrimonio histórico arrebatado a la CNT después de la guerra; el patrimonio habría que conquistarlo y el Gobierno intentará negociar patrimonio por concesiones políticas, como, de hecho, está haciendo ya. Los 800 millones que ha entregado a distintas organizaciones sindicales significa que estas organizaciones no levantan la voz por el patrimonio, ni histórico ni acumulado, durante tres años.
Pienso que, efectivamente, ha habido negociaciones, que las sigue habiendo y que la CNT de Bondía está apoyándose absolutamente en la camarilla de Garrigues Walker, fiel velador de los intereses de las empresas multinacionales en España. De todas formas, eso no sirve; una organización obrera no se levanta ni por influencias políticas ni por apariciones en los medios de comunicación. Es cierto que eso ayuda, pero no puede ser lo sustancial. Lo absolutamente irracional es que una organización obrera ponga en manos de un abogado una parte importante de sus intereses. La CNT de Bondía dedica un 90% de su tiempo a la cuestión del contencioso y para poner todo eso en manos de Garrigues, lo mejor que podrían hacer es elegir a Garrigues como próximo Secretario General y de esta forma practicarían la mejor acción directa: Garrigues es el que mejor los representa, el que mejor se lo hace; ¿pues para qué tienen que seguir utilizando a Bondía como intermediario?
Ahora bien, yo no quiero minimizar la importancia del hecho. Indudablemente al Gobierno le interesa más una CNT ambigua, folclórica y marginal, como es la CNT de Bondía que una CNT obrera; eso lo dicen ya los informes internos de la CEOE del año pasado, en los que, por cierto, se reconoce que hemos pegado un fuerte empujón en cuanto a presencia y representatividad en las empresas. Desde luego, al Gobierno le interesa favorecer las posiciones de CNT-FAI y eso es notorio en los medios de comunicación que controla, pero no cabe duda de que también es un hándicap para los de Bondía, pues lo tienen difícil de explicar.
—¿Cuál es tu visión de la situación actual del Movimiento Obrero y cómo valoras la actuación de los sindicatos desde la transición hasta ahora?
—Es muy problemático contestar a esta pregunta en pocas palabras. Al hablar del Movimiento Obrero en general hay que hacerlo, a nivel más estratégico que coyuntural, sobre dos cosas fundamentales. Una es la utilización de la política como arma contra los trabajadores y otra la utilización de la crisis, cuestiones fundamentales para entender la evolución del Movimiento Obrero desde el final del franquismo.
Mediante la utilización de la política, la burguesía ha pretendido hábilmente, y en buena parte lo ha conseguido, pasar el centro de las luchas obreras desde la calle al Parlamento, con lo cual la actividad sindicalista ha quedado en manos ajenas a los trabajadores, escapando a su control. En este sentido, han sido CCOO y UGT los apéndices de dicho juego político dentro del Movimiento Obrero.
Simultáneamente, por medio de la crisis, se ha lanzado un sistemático ataque a la clase trabajadora conduciendo a ingentes masas de asalariados al paro. Empezaron por la pequeña y mediana empresa, donde la resistencia sindical era más débil, y ahora ya están actuando contra los trabajadores de las grandes empresas. Esto debilita enormemente la capacidad de respuesta del Movimiento Obrero; es muy difícil la lucha en la empresa cuando hay toda una legión de parados esperando poder entrar.
En esta lucha frontal contra la clase trabajadora, la patronal camina decididamente a conseguir el despido libre absoluto, lo que ya ha logrado parcialmente por medio de la contratación eventual, generalizada a partir de la firma del ANE, Así como las reivindicaciones de los trabajadores se ven frustradas una tras otra, el ambicioso paquete de reivindicaciones de la patronal se va imponiendo inexorablemente: junto al despido libre, el aumento de productividad con menos puestos de trabajo, la movilidad de plantillas, el sistema de trabajo a turnos incluyendo sábados y domingos. La patronal avanza como una tanqueta sobre los derechos de los trabajadores y esto se reviste y decora por medio de los pactos sociales
En esta política de pactos, los sindicatos que participan están jugando por el modelo económico y social que impone la patronal. Paliándolo, si acaso. pero con un trasfondo de coincidencia en aplastar todo lo que signifique clase obrera como proyecto político autónomo, como organización con intereses propios. Está pretendiendo destrozar, no ya la CNT, sino todo lo que signifique ciase obrera constituida en torno a sí misma, con unos intereses propios y una visión propia de la situación.
—Sin embargo, las centrales sindicales mayoritarias enarbolan la bandera de la negociación de acuerdos marco como un éxito de la clase obrera que impide el abuso patronal con relación, sobre todo, a los trabajadores de las pequeñas empresas y de aquellos que pertenecen a empresas en crisis. ¿Cuál es tu punto de vista al respecto?
—Si lo que ha caracterizado la etapa de transición ha sido esa utilización de la política y de la crisis contra los trabajadores a que me he referido antes, con la firma del ANE se inaugura una nueva etapa. El ANE, en cuanto promotor de empleo, ha sido un auténtico fraude a los trabajadores: no ha habido ningún convenio provincial o estatal que abarcase ni tan siquiera la jubilación a los 64 años, prevista por la legislación, con la contratación automática de nuevos trabajadores. Mucho menos, reducciones de horarios u otras medidas tendentes a la creación de empleo; por el contrario, se han estado negociando cuestiones tales como horas «extras» estructurales.
El ANE, en realidad, ni sirve a la patronal ni sirve a los sindicatos. Las movilizaciones de junio promovidas por CC OO y UGT tienen corno objetivo sentar a la patronal a la negociación de un nuevo pacto similar al ANE. Pero a la patronal no le sirve de mucho una política de topes salariales porque eso se le traduce a la larga en recortes de mercado, lo que gana por un lado lo pierde por el otro. Le sirve como política de debilitamiento de la clase obrera, pero no están ahí sus intereses actuales; sus intereses están en las reestructuraciones, en el despido libre, la movilidad, etc., y eso el ANE, prácticamente, no lo contempla. CC OO y UGT, por su parte, saben que el ANE les supone un coste de desprestigio importante entre los trabajadores; en este año, que no ha sido muy fuerte en cuanto a reivindicaciones obreras, ha sido superior la lucha obrera con relación al año anterior. De poco más de mil convenios, ha habido más de trescientos que se han firmado fuera del ANE, o sea, en contra de CC OO y UGT. y no solo eso, hay una voluntad cada vez más clara entre los trabajadores de oponerse por sistema a los pactos hechos por las alturas y a espaldas de los trabajadores.
Hoy no hay una política clara por parte de los sindicatos firmantes del ANE como tampoco la hay por parte de la patronal. No hay todavía una absoluta confianza entre la patronal o el Gobierno de la patronal y CC OO y UGT para llegar a un pacto social estable, que incluyera cuestiones de productividad, movilidad de plantillas y libertad de despido, lo que satisfaría los intereses de la patronal compensando a CC OO y UGT con la posibilidad de control sobre las oficinas de empleo, el IMAC y otros organismos, control que les permitiría recuperar sectores de trabajadores que están perdiendo por otro lado.
Pienso que sí va a haber un segundo ANE, pero todavía no va a ser el pacto social estable que persiguen. Un tercio de los convenios se han firmado con un promedio de subidas salariales del 15%, lo que quiere decir que la capacidad de imponer lo que pactan, por parte de CC OO y UGT, es limitada y la patronal no se arriesga a un pacto estable con fuerzas sindicales que no le garantizan su cumplimiento.
—Vamos a hablar del futuro. Recuperar para el Movimiento Obrero la capacidad de reivindicación y lucha que tuvo tiempo atrás, ¿pasa por la CNT?
—Claro; yo tengo que decir que naturalmente. A lo mejor no pasa inmediatamente por la CNT o centralmente por la CNT: ahora bien, pasa por ahí, por ese espacio sindical. En cualquier caso, la recuperación del Movimiento Obrero pasa por la recuperación del protagonismo por los trabajadores y eso se puede hacer por medio de la asamblea de fábrica, de comités, de comisiones, de colectivos de empresa… Lo cierto es que eso, que hoy se manifiesta en múltiples realidades, está ocupando, de alguna forma, el mismo espacio sindical que corresponde a la CNT. Es indudable que la cuestión organizativa va siempre por detrás de la vida y actualmente están habiendo ya traducciones de esa vida sindical; el ANE, por ejemplo, que es el más acabado pacto social hasta la fecha, ha supuesto una clarificación del espacio sindical que se traduce en una clarificación del panorama organizativo fuera del ANE. Por nuestra parte, ha habido un progreso limitado pero evidente. En la medida en que siga habiendo una resistencia al pacto social, eso siempre tendrá una traducción en cuanto a incorporación de gente a CNT, si somos capaces. Y, si no, pues saldrá otro marco de referencia, indiscutiblemente, y, desde luego, lo que hay que intentar es estar en él y no fuera de él. Lo cierto es que hoy, desaparecidas la CSUT y el SU y clarificada la posición amarillista de la USO, la única opción organizada de sindicalismo autónomo y revolucionario es la CNT, con sus limitaciones, ciertamente.
—Parece, sin embargo, que el panorama sindical se cierra en torno a CC OO y UGT. Quizá añadiendo una tercera fuerza sindical en la que determinados sectores de la derecha están interesados, que integraría a diversos sindicatos corporativistas de sectores determinados y contaría con la presencia de la USO, Si hay una vasta operación política tendente a cerrar el panorama sindical a dos o tres, ayudando con notables inyecciones económicas, ¿qué posibilidad tiene, sin medios ni apoyos, la CNT?
—Hay un dato importante: cuando la USO ha jugado en las elecciones anteriores a copar el sector más amarillo y más despojado de conciencia de ciase, contando con cuantiosas ayudas económicas e institucionales, el fracaso ha sido estrepitoso. Y esto es así porque no hay en la clase trabajadora un terreno abonado para desarrollar ese tipo de sindicalismo ni la prepotencia económica supera las insuficiencias sociológicas. Pero, al margen de esto, es claro que lo que hoy se presenta como mayoritario no cierra el espacio sindical; hay un espacio sindical de izquierda, de clase, autónomo, revolucionario y de acción directa, sin intermediarios, que no implica radicalismo a ultranza, ni mucho menos, sino racionalidad y consecuencia. Ese sindicalismo está siendo practicado día a día por los trabajadores y coincide plenamente con el espacio sindical, pero ya se sabe que el que lo consigue es a un precio determinado que nosotros no estamos dispuestos a pagar. Tendremos que suplir la falta de dinero con un voluntarismo más acentuado, con una militancia más fuerte y otras cuestiones, pero eso ha sido práctica habitual del Movimiento Obrero; no es nada nuevo ni nos puede sorprender.
Publicado en Polémica, n.º 4-5, junio-septiembre de 1982
Dentro del dosier CNT publicado en el número 4-5 de Polémica (junio-septiembre de 1982) se publicaron entrevistas a José Bondía (secretario de la CNT-V Congreso) y a Chema Berro (secretario de la CNT-Congreso de Valencia)
José Bondía
Encabeza el sector del V Congreso, aunque para él solo hay una CNT: la suya. Opina que en CNT caben todos los trabajadores por el simple hecho de serlo, sin necesidad de ser anarquistas, si bien ello no es óbice para que defina a la Confederación como «rabiosamente anarquista». Cree que tras el sector del Congreso de Valencia –al que considera, simplemente, como una escisión muy minoritaria– hay «determinados partidos políticos» y «servicios de información». Para él, los sucesos de Polonia son, fundamentalmente, una manipulación del capitalismo occidental. Plantea coincidencias con UGT y la posibilidad de concurrir a las próximas elecciones sindicales. Piensa, además, que el sindicato que no negocia no existe. Su nombre es José Bondía.
Este artículo de Pere Serrad apareció publicado en un extenso dosier publicado en nuestra revista en 1982 sobre la CNT y su trayectoria histórica. Pere Serrad –miembro del primer Consejo de Redacción de Polémica– fue militante de la CNT desde su reconstrucción en 1976 hasta que fue expulsado en 1978 del Sindicato de Banca por estar a favor de participar en las elecciones sindicales. Tras la ruptura de la organización en 1979, pasó a formar parte de la CNT-Congreso de Valencia, que más tarde se convertiría en la actual Confederación General del Trabajo (CGT). Fue militante del Partido Sindicalista.
Cuando España entró en el siglo XX lo hizo arrastrando consigo todos sus viejos problemas, agravados por los fracasos coloniales de finales del siglo XIX que la habían dejado desangrada y en un estado de decadencia humillante. El país, atrasado industrialmente y peligrosamente empobrecido, mantenía los ojos cerrados y no quería ver la realidad que algunos espíritus sensibles y previsores trataban de mostrar.
Diego Abad de Santillán
En 1901, Joaquín Costa clamaba contra la permanencia en el poder de hombres que tenían las manos manchadas con la sangre de 100.000 hermanos, hijos del soberano, que es el pueblo. La
llamada generación del 98 levantó también su voz, queriendo hacer oír su mensaje de fe en el esfuerzo, en el estudio y en el trabajo creador. Si bien es cierto que algunos de estos hombres no vacilaron en dar su contribución a la prensa obrera, cuando les fue solicitada –Unamuno, Azorín, etc.– la dieron más por tener en ella una caja de resonancia de sus propias inquietudes que por una efectiva compenetración entre ambas fuerzas. Se pedía todo lo posible para el pueblo, pero no se quería o no se confiaba en el pueblo mismo.
Memoria informativa redactada por Horacio Martínez Prieto, secretario general de la CNT, para orientar los debates del Congreso celebrado en Zaragoza a partir del primero de mayo de 1936:
Asturias, octubre de 1934
Esta [la revolución de 1934] fue un resultado de la iracundia que estalló en los socialistas al ser arrojados del poder. Se vieron en el mismo riesgo de anonadamiento de sus colegas de Alemania y Austria y ensayaron un desenlace similar al de los camaradas austriacos, pero amañándolo con cautela y seguridad para «sus amadas personas». Principiaron con unos preparativos bélicos anunciados a toque de trompeta, que todo el mundo conocía (menos los revolucionarios auténticos) y que el gobierno disimulaba a maravilla su conocimiento. Este, compuesto de republicanos moderados, les provocó varias veces a la lucha prohibiéndole o mutilándoles descaradamente la propaganda política, destituyendo sus municipios, cambiando los funcionarios de los jurados mixtos repletos de socialistas, y desalojándoles de las madrigueras de la burocracia nacional. Los socialistas no se daban por aludidos, manteniendo las amenazas y los preparativos con la esperanza de atemorizar a la jefatura del Estado y de obtener de nuevo el poder. Se forjaron la ilusión de que el presidente de la República y la burguesía les pedirían por favor que no se desencadenasen en la guerra civil, dándoles a cambio el gobierno que apetecían. La equivocación fue tremenda. Lerroux, que odiaba cordialmente a los socialistas, no hubiera tolerado tal debilidad; y menos Gil Robles, que conduce el partido más fuerte, representando a la pequeña y media burguesía agrícola y a la gran masa de católicos que comanda la Compañía de Jesús. Sigue leyendo →
Al año casi del luctuoso mayo, empujados ya por la resaca contrarrevolucionaria, nuestra organización, el Movimiento Libertario –es de gran interés enfatizar eso de movimiento por lo que tiene de común denominador ideológico– fuimos los primeros del frente antifascista que celebramos un Pleno exclusivamente económico. De este Pleno, curiosamente, ningún exégeta habla. Más importante que los escritos de Souchy, Malefakis, Leval o Santillán, por lo sustancioso de sus acuerdos, y sin desmerecer el loable esfuerzo intelectual realizado por los hombres que cito, se ha urdido contra él una auténtica conspiración del silencio. Sin embargo, a mi entender, quedará inscrito en los anales como paradigma, o canto del cisne, del anarquismo internacional practicista, no sometido solamente a maceración especulativa.
La secesión actual confederal confirma dos líneas históricas disemejantes. Una, pancrítica, negativa. La otra, más inteligente, menos impregnada de escolasticismo, se esfuerza en recuperar penosamente el tiempo perdido que se desaprovechó al aplicar tácticas vetustas que la sociedad española de hoy rechaza. Ahora lo más difícil para esa corriente confederal renovadora, será saber esperar serenamente el fin de esta hibernación prolongada. Saber esperar es más difícil de lo que parece. Tampoco supimos hacerlo nosotros. Me refiero a hechos que jalonan las llamadas «inútiles experiencias del pasado».Sigue leyendo →
El presente trabajo es un conjunto de notas sobre el periodo que va desde la reconstrucción de CNT, en 1976, hasta su ruptura en dos sectores, en 1979-1980. Quizá pueda parecer al lector que, en estas notas, prevalece una óptica catalana, limitada a las circunstancias que se producen en la organización catalana, lo que se explica por dos motivos: por un lado, porque quien esto escribe es un veterano militante de Badalona, implicado, básicamente, en la realidad orgánica catalana; en segundo lugar, porque –al menos, esa es mi opinión– ha sido en Catalunya donde se han ventilado los conflictos determinantes de este difícil período para la Confederación. Sigue leyendo →
El último parte de guerra de los sublevados victoriosos expresaba que «alcanzados los últimos objetivos militares, la guerra ha terminado». Nada más lejos de la realidad. Simplemente porque sobrevivieron hombres convencidos de que habían perdido una gran batalla mas no la guerra en sí. La contienda dejaba de ser una lucha entre dos ejércitos convencionales, pero se abría una nueva fase en la pugna entablada entre la opresión y la libertad. En el tesonero empeño ocupará el Movimiento Libertario la primera línea de combate a escasos días de distancia de la proclamada «paz». Le empujaba la ilusión y la esperanza en el porvenir. Tal magnitud llegará a alcanzar el esfuerzo desarrollado que a lo largo de los años abocaría casi al agotamiento. Acosados por la inanición, el escorbuto, el tifus y la constante amenaza de eliminación física, unos escasos pioneros del renacer iniciarían en el campo de concentración de Albatera lo que algún tiempo después constituirá una inestimable epopeya aun no suficientemente desvelada para conocimiento y lección de las nuevas generaciones. Sigue leyendo →
El Movimiento Libertario en el exilio arrastraba, después de perder con la guerra bastantes conquistas sociales no por efímeras menos cargadas de futuro, una dualidad permanente que mediatizaba nuestras relaciones internas. Esta dualidad surgía del conjunto de circunstancias y de mentís reales dados a la doctrina por el mundo de los hechos: educados, configurados moral y espiritualmente para combatir y destruir el Estado, fuimos a él, nos integramos en él, participamos de sus mismas tribulaciones, de sus furores destructivos, de sus ordenamientos jurídicos; fuimos, en una palabra, puntales en vez de arietes. Hubo quienes, sensibilizados por esta aleccionadora experiencia, entendieron que se debía flexibilizar el cuerpo teórico y táctico del anarcosindicalismo ibérico; otros, por el contrario, se encerraron en una posición dogmática, intransigente, irreductibles a la enseñanza empírica –y con una gran facilidad para hacer «borrón y cuenta nueva» de las propias actuaciones personales, algunas de las cuales incluyeron casaca ministerial–. Naturalmente, entre ambas posturas, existieron, como en botánica, gran variedad de injertos, de híbridos.