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SOBRE EL ARTE. Una aproximación racional a los valores estéticos

Jose Cases Alfonso

Fallecido el 19 de noviembre de 1998, José Cases fue un histórico militante anarcosindicalista y personaje clave del Sindicato de Espectáculos de Barcelona, primero de la CNT y luego de la CGT. Quienes lo conocieran solo superficialmente puede que ignoren la profunda curiosidad intelectual que le llevó a acumular amplios conocimientos sobre los más diversos temas. Reproducimos ahoraeste artículo que da buena muestra de ello.  

Cualquiera que en la actualidad formulase la pregunta, ¿qué es el Arte?, se encontraría con muy pocas personas dispuestas a afrontar los riesgos de una definición, y aquellos que lo intentaran lo harían usando toda una serie de elementos expositivos que remitirían el problema al terreno de los «misterios» o lo situarían ante nuevas interrogaciones de las que dependería la pregunta inicial.

Mi opinión personal sobre el mismo es la de que no se trata de una situación que afecte exclusivamente al Arte sino que es común a todos los problemas relacionados con el conocimiento y valoración de la realidad: no disponemos de una teoría correcta del conocimiento.

En principio, la creencia generalizada de que la «percepción», el «conocimiento», la «inspiración», la «intuición», etc. del Arte se realiza en el hombre por la vía de la «emoción», del «sentimiento» (entendido esto como extra racional), ya supone una dificultad insalvable para una posible intelección del mismo, tanto si los valores estéticos son considerados como estando en las cosas (objetivos) o creados por el hombre (subjetivos).

Pero, ¿son los «sentimientos» humanos ajenos a la razón?, ¿se originan estos en forma desconocida, misteriosa o ya preexisten de alguna manera, en nosotros, al nacer? La verdad es que sobre este asunto hay opiniones para todos los gustos. Estoy firmemente convencido que eso que llamamos «sentimientos» no son otra cosa que elaboraciones racionales hechas con experiencias personales repetidas o en aceptaciones basadas en la autoridad de otros, y también por asociaciones analógicas con ellas. Son como unos contenidos mentales que nuestra experiencia vital ha ido configurando como válidos —necesarios— y que, como formas activas que son, ante cualquier situación dada que les afecte, originarán, como un resorte, la respuesta correspondiente que será, según los casos, una acción física (móvil), un pensamiento, una «emoción», o varias cosas a la vez. La casi simultaneidad entre el estímulo y la acción o movimiento; la aparente automaticidad de la respuesta, en la mayoría de los casos, nos impide percibir el hilo conductor del uno o la otra. Lo que induce a creer en una espontaneidad no razonada. Estos contenidos mentales o fijaciones son como esquemas o patrones de comportamiento desde los que se proyecta la personalidad de cada ser humano, es decir, son su repertorio de respuestas peculiares o habituales.

Lo mismo ocurre con aquellos actos simples (movimientos y palabras) que realizamos cotidianamente y que calificamos de mecánicos porque son respuestas en las que nos parece que no interviene la razón, el conocimiento, la reflexión; pero no es así. Todo acto humano comporta un proceso previo de preparación en el que interviene la consideración de su necesidad, de su posibilidad y demás circunstancias concurren, pero cuando una respuesta determinada nos es con cierta frecuencia solicitada y cumplida con la eficacia requerida, se crea en nosotros una sensación de confianza en la acción que nos impulsa a prescindir de la reconstrucción de la mayor parte del proceso mental previo y actuamos, no mecánica ni inconscientemente, sino confiados en la eficacia demostrada reiteradamente en idénticas circunstancias.

Nuestro conocimiento es funcional y, por ello, intencional, y una forma de acción: pensar es actuar. Cuando el ser humano piensa, actúa. Es una forma de acción distinta de aquella que comporta alguna clase de movimiento visible, pero tan real como ella; es más, la acción de pensar, siempre precede a la otra que es su consecuencia cuando aquella así lo cree necesario.

II

Los hombres estamos condenados a ignorar la existencia y significación que pueden tener las «cosas» más allá del plano de la sensibilidad de que estamos dotados, pero no debemos seguir ignorando que la significación o valoración de lo existente (lo sensible) y, naturalmente, su conocimiento está determinado y condicionado: a) por los límites y posibilidades del conocimiento humano; b) por las circunstancias del perceptor en su relación con el mundo (magnitudes de relación en valores de espacio y tiempo: volumen, potencia, movilidad y ciclo vital del individuo), y c) por la intencionalidad básica de la percepción. Solo teniendo en cuenta estos factores podremos intentar una primera aproximación a la realidad, de lo contrario continuaremos condenados también a seguir persiguiendo la imagen fantasmal de una realidad que se nos escapa siempre y esteriliza nuestro esfuerzo. Solo conociendo como conocemos nos será posible conocer el valor real de nuestro conocimiento.

Es desde esta perspectiva desde donde me propongo exponer mi opinión sobre lo que son y cómo se forman o se fijan en nosotros esos contenidos de valoración estética que dan significación— dimensión humana— a esa realidad llamada arte. No intentaré, de entrada, dar una definición del concepto arte, porque es un concepto demasiado vago y generalizador, ya que pretende expresar, al mismo tiempo, el «goce» y la «creación» de la obra estética, confundiendo técnica y valores estéticos. Me limitaré, en principio, al análisis de los fundamentos del problema que consiste en conocer el origen y naturaleza de nuestra valoración de la realidad en su aspecto estético.

III

Los valores estéticos surgen en nosotros como consecuencia de ciertas afecciones de complacencia o repulsión que sufrimos ante cosas o elementos de la realidad. Estas complacencias o repulsiones son determinadas por ciertas significaciones que encontramos o les conferimos a esas cosas o elementos y que expresamos bajo los nombres genéricos de belleza o fealdad. Es, pues, de sumo interés averiguar el cómo y el porqué ciertos rasgos o características de las cosas producen en nosotros complacencia o repulsión y dan origen a las ideas de belleza y fealdad y, a su vez, a los valores estéticos que las expresan y las distinguen de las otras formas de valoración que el hombre ejerce sobre las cosas o elementos de la realidad.

Antes de continuar, quizá sería conveniente señalar que, en cierta manera, belleza y fealdad, en sus múltiples formas concebidas, son unos pequeños y extremos salientes opuestos de un ancho cauce por el que fluye nuestra existencia casi inadvertida en su monótono discurrir. Estos salientes, por expresar aspiraciones de satisfacción limitada y repulsiones extremas, adquieren y mantienen una gran importancia en el transcurso de nuestra vida y dan la impresión de que cubren y llenan toda la realidad humana. Aquí está el origen de la gran importancia del fenómeno estético. La instrumentalización de lo estético da la posibilidad al «artista» de «recrear» o alterar la realidad «exaltando», «enriqueciendo», «iluminando» o deprimiendo y con ello influir sobre los demás. Socialmente, el arte es una forma de poder y para la humanidad un factor de afirmación y trascendencia.

El factor menos conocido en la formación de elementos estéticos es de base mental, racional y, por tanto, puede considerársele como natural y subjetivo. Se origina en una aspiración de nuestra mente por inteligir la realidad que se resiste una y otra vez. Al precio de un gran esfuerzo continuado desde el mismo instante de nacer, logra el intelecto aislar de entre una masa caótica inicial, en un lento proceso de diferenciación valorativa, lo individual, base de todo conocimiento real y construir, en un intento de intelección comprensiva, una serie infinita de estructuras unificadoras de esa realidad singularizada (objetivizada), que le permitan alcanzar una imagen válida de su mundo vital. Por este motivo cuando a nuestra razón, la múltiple y diversa realidad, se le aparece bajo alguna forma de ordenamiento unificador que facilita su intelección al simplificarla, esta se complace en ello. De ahí nace esa constante exigencia intelectual de simplicidad y orden y que se expresa en valores estéticos de armonía, ritmo, simetría, equilibrio, claridad, etc. bajo cualquier aspecto en que se manifiesten, y de ahí nace también nuestra hostilidad y rechazo a toda manifestación ininteligible, oscura. confusa, compleja. caótica, absurda; elementos básicos de inseguridad.

El otro factor estético, ya presentido en la Antigüedad clásica pero no investigado en profundidad, porque todo el sistema de ideas en vigor lo impedían, es el de la posible relación entre los conceptos bueno-bello y malo-feo. Efectivamente, una observación atenta pone de relieve la existencia de esta correlación. Las cosas o elementos de la realidad que tenemos por buenos en algún sentido son, generalmente, considerados como participando de alguna forma de belleza y aquellos que tenemos por malos se les tiene como exponentes de algún tipo de fealdad. Pero no se evidencia de inmediato el cómo y el porqué se produce esta correlación valorativa, se precisa alguna comprensión sobre la forma de operar nuestro intelecto para darse cuenta de por qué este tipo de elementos estéticos son una valoración secundaria o derivada de otra que la precede: la utilitaria.

Sabemos que toda realidad debe poseer algunos rasgos o elementos (formas o símbolos) por los cuales es captada por nuestro mecanismo de la sensibilidad y son estos rasgos —expresión visible o simbólica de la realidad— los que en virtud de la simpatía u hostilidad provocada por su condición utilitaria sedimentan en nosotros una actitud de complacencia o aversión hacia esos rasgos o elementos en que se expresan. Por eso los valores estéticos de esta clase se estructuran en nosotros en forma de modelos, arquetipos, símbolos, de belleza o fealdad y nos sirven de patrones automáticos de valoración estética para cada forma de realidad.

Pero al estructurarse un sistema de valoración estética por medio de formas ideales, estas, en cierto modo, una vez constituidas, se «independizan» de los valores utilitarios que las engendraron. Este fenómeno se produce porque esta valoración estética se realiza sobre gran parte de la realidad por simple extensión. Me explicaré. Ningún ser humano puede poseer un modelo estético para cada forma de realidad sobre las que en el transcurso de su existencia habrá de enfrentarse, por la sencilla razón de que su experiencia utilitaria es muy limitada. Gran parte de las cosas existentes quedan fuera de nuestra experiencia personal; solo la parte más cotidiana e inmediata de la realidad nos es asequible a la valoración utilitaria y, correlativamente, a la estética, que junto con los elementos estéticos de que se nos provee a través de nuestro condicionamiento social, forman nuestro repertorio de arquetipos estéticos, cuantitativamente importante pero insuficiente, forzándonos a su aplicación extensiva por analogía formal al resto de la realidad sobre la que no tenemos juicio valorativo formado.

Por esta razón ocurre con frecuencia que algo que consideramos como bello o feo sea inversamente malo o bueno, ya que los valores estéticos que les aplicamos han sido originados en formas similares de contenido distinto. Otro tanto sucede cuando sobre una misma realidad concurren simultáneamente los dos tipos de valoración estética referidos, el racional y el condicionado, pues ambas valoraciones pueden ser, a la vez, positivas o negativas; o una ser negativa y la otra positiva, ampliando en el primer caso la impresión de lo bello o lo feo; o provocar en nosotros una actitud contradictoria de complacencia o repulsión hacia una misma cosa, según sobre qué aspecto de la misma orientemos nuestra atención en el segundo caso.

Los valores estéticos originados en factores utilitarios se pueden considerar como culturales por cuanto son elaborados por la experiencia y, en consideración al tipo de motivaciones humanas que las engendran, podrían ser subdivididos en biológicos y en éticos-sociales.

IV

Expuestas así las cosas, si se me exigiera una definición sintetizada de lo que es Arte, podría atreverme a decir con las tolerancias que toda generalización pide y las insuficiencias que las palabras nos imponen, que Arte es la «exaltación de los rasgos» en que se expresan las cosas o elementos de la realidad cuando sobre ellos concurren determinadas circunstancias de especial interés humano, y también debería decir, para ser consecuente, que Arte es la manipulación intencionada de elementos estéticos expresados en una obra artística: un cuadro, una melodía, una poesía, una novela, una película, etc. La primera definición correspondería a la naturaleza de los valores estéticos y la segunda al trabajo que realizan los «artistas» con estos valores.

V La creación artística

Todos los seres humanos, en cuanto participan de una misma estructura biológica, poseen idéntico sistema de sensibilidad y se desarrollan en un medio físico-social similar, adoptan actitudes coincidentes, son en el modo en que estos elementos son aprehendidos por ellos y en la intencionalidad de esta aprehensión. De ahí nace la universalidad de la Cultura, de los valores estéticos y del Arte.

El hecho de que, en cierta medida, todos los hombres elaboren una misma escala de valoración estética, hace posible un lenguaje común sobre valores estéticos y la creación de obras conteniendo aquellos elementos estéticos inteligibles a todos.

Con la obra artística nace el artista. Este no puede crear nuevos valores estéticos porque al no ser compartidos serían gratuitos, pero debe poseer el suficiente conocimiento y habilidad para expresarlos. También puede aspirar a la creación de nuevas técnicas de expresión y al mejoramiento de las existentes.

Las formas o modos por medio de lo cuales pueden, expresarse los valores estéticos son muchos y, además, algunos de ellos pueden servir de vehículos expresivos de otros; sin embargo, en este terreno cada uno de ellos posee unos límites que vienen determinados por la naturaleza de sus «rasgos» o medios expresivos. Con la música por ejemplo, se ha intentado expresar desde las fuerzas de la naturaleza en acción hasta las pasiones humanas más opuestas, pero sólo con una información previa sobre el tema implicado es posible acceder a los ,valores incorporados. Lo mismo ocurre con las artes plásticas en algunas de sus tendencias más recientes o, en otro sentido, con el verso cuando se le priva de su musicalidad o con la imagen gráfica cuando se la despoja de la mayor parte de sus elementos expresivos.

Con todo y a pesar de los reparos y resistencias que pueden suscitar y suscitan las ‘ audacias en nuestros días, debe considerarse como legítimo todo intento de búsqueda de nuevas posibilidades de manifestación para cada forma o modo de expresión estética y de nuevas técnicas de realización. Su resultado debe conducirnos, cuando menos, a un mejor conocimiento de este fenómeno humano que es el Arte. Pero los esfuerzos tendentes al desarrollo de nuevas técnicas y modos de expresión estéticas deben ser cuidadosamente diferenciados de los valores estéticos que se intentan expresar en la obra artística, pues, es muy frecuente considerar como valor estético lo que es simple admiración de iniciado por la té nica o modo de realización empleado o por la intencionalidad extra artística de la obra, en detrimento de una justa valoración de los elementos estéticos en ella contenidos.

Publicado en Polémica, n.º 8, agosto 1983

Poderes y cultura: instituciones y creación

Francisco CARRASQUER

Si en principio nos parecen dos conceptos incompatibles, para demostrarlo palmariamente, bien podríamos empezar partiendo de la contradicción que entraña el término «instituciones culturales». De momento es un hecho que estamos invadidos y, por lo tanto, empapados por esa expresión ubicua y omnipresente como Dios, y así no hay hora del día y de la noche que no nos asalte con una u otra institución cultural, ya sea de alcance local, regional o nacional, ya por vía de la tele, de la radio, de la prensa, de la publicidad en la calle, en los tablones de anuncios y periódicos murales que cuelgan en los vestíbulos de escuelas, iglesias, academias, universidades, ateneos, bibliotecas, sociedades recreativas y comercios en general. Sigue leyendo

Miguel Labordeta. Ciudadano del mundo

Francisco CARRASQUER

MIGUEL_LABORDETA

Miguel Labordeta

Este verano [de 1989] se han cumplido los 20 años de la muerte de Miguel Labordeta (Zaragoza, 16-7-1921 – Íd. l-8-1969). Y como la crítica ha sido un poco injusta con este singular poeta, a pesar de haber sido uno de nuestros más originales vates superrealistas de la posguerra, queremos reivindicar su memoria en este rincón, sin alharacas ni campanas de oficio.

Labordeta (¡cuidado, que hablamos de Miguel, el mayor, y no del menor, 14 años más joven y cantautor) ha tenido en contra para su merecida fama el haberse mantenido en aquella enorme contradicción de su Oficina Poética Internacional sin apenas salir de Zaragoza, o sea, en una caja provinciana sin resonancias. Una de las primeras campanadas de palinodia y puesta en valor me consta que la dio José Batlló en el prólogo a su antología Nueva Poesía Española (Barcelona, 1966 y La Habana, 1968), donde reivindica el derecho de Miguel Labordeta a figurar entre los más señeros innovadores de la poesía española de posguerra. También le perjudicó, en ese mismo sentido de quedarse arrumbado, el hecho de haber publicado mal y con censura, así como el haber muerto tan tempranamente (a los 48 años) cuando aún es taba a media carrera de su órbita poetizante y ya en puertas de ser más conocido y reconocido en el país. Sigue leyendo

Henk Eikeboom. Más libertario que poeta

Francisco Carrasquer

Si es verdad que solo puede hacerse poesía verdadera en plena libertad, no siempre la libertad genera poesía. Porque al contexto propicio para la creación poética que es la libertad, le hace falta ineludible el texto. Y para que este texto sea poético, tiene que haberlo escrito un poeta, rara avis.

Hoy, a nuestro rincón de «Poesía de la Libertad» traemos a un luchador anarquista holandés llamado Henk Eikeboom, que nació en 1898 y murió en un campo de concentración alemán, a golpes de terror y sevicia vesánica, a los 47 años. En la editorial holandesa In the Knipscheer (la misma en que se publicó en su día –1980– la antología bilingüe de mi poesía, da la casualidad), se publicó en 1986 una biografía de nuestro poeta, cuya vida fue tan cautivante como ejemplar. No conozco a su autor, un tal Pszisco Jacobs.

PROVO

El movimiento PROVO

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Ha muerto JESÚS LIZANO

maxresdefaultLa gente desaparece cuando muere. La voz, la risa, el calor de su aliento, la carne y finalmente los huesos. Todo recuerdo vivo de ella termina. Es algo terrible y natural al mismo tiempo. Sin embargo, hay individuos que se salvan de esa aniquilación, pues siguen existiendo en los libros que escribieron. Podemos volver a descubrirlos. Su humor, el tono de su voz, su estado de ánimo. A través de la palabra escrita pueden enojarte o alegrarte. Pueden consolarte, pueden desconcertarte, pueden cambiarte. Y todo eso pese a estar muertos. Como moscas en ámbar, como cadáveres congelados en el hielo, eso que según las leyes de la naturaleza debería desaparecer se conserva por el milagro de la tinta sobre el papel. Es una suerte de magia.

Como quien cuida de las tumbas de los muertos, yo cuido de los libros. Los limpio, les hago pequeños arreglos, los mantengo en buen estado. Y cada día abro uno o dos tomos, leo unas líneas o páginas, permito que las voces de los muertos olvidados resuenen en mi cabeza. ¿Nota un escritor fallecido que alguien está leyendo su libro? ¿Aparece un destello de luz en su oscuridad? ¿Se estremece su espíritu con la caricia ligera de otra mente leyendo su mente? Eso espero. Pues estando muertos deben de sentirse muy solos.

Diane Setterfield Sigue leyendo

Poetas malditos: Waskowsky y T’hooft

Francisco CARRASQUER

Hoy nos salimos del tiesto con dos poetas que bien pudiéramos calificar de malditos: uno neerlandés y otro belga, para que luego digan que son los dos países más burgueses de Europa (y, por lo tanto, del mundo). Pues no, aunque sólo sea para llevarles la contraria a los catalogadores de países. Además queremos tratar ya ese, más que espinoso, doloroso tema de los poetas malditos que desde tanto tiempo viene atosigándome.

Jotie T'Hooft

Jotie T’Hooft

Riekus WASKOWSKY

Riekus WASKOWSKY

El término nos trae a las mientes, sin falta, a Paul Verlaine, que por algo es el autor de la colección de glosas de seis poetas malditos (él mismo entre ellos) titulado precisamente «Poetes Maudits» (1884). Casos típicos de poetas malditos en la literatura universal son François Villon, Oscar Wilde, Edgar Allan Poe, Paul Verlaine, Dylan Thomas, Jean Genet… Y las asociaciones no menos inseparables a la expresión de poetes maudits, suelen ser: el ajenjo, la pederastia, la tendencia al suicidio y una vida entre la crápula y la bohemia. Pero la moda del poeta maldito ha pasado hace tiempo. Se situó entre el Romanticismo (años treinta del siglo XIX) hasta el simbolismo y modernismo (a caballo entre el XIX y el XX). Lo que no quiere decir que no haya seguido habiendo otros poetas, y no pocos, no menos merecedores de ese titulo y por parecidas razones. Lo que pasa es que la gente ya no se escandaliza por esas cosas. Aunque tal vez distinga al poeta maldito decimonónico del novecentista por la «materia prima», ya que si para aquéllos hablábamos de absenta, pederastia, proclividad suicida en plena crápula y bohemia, a los de nuestro siglo los podemos caracterizar por dos únicas adicciones: el alcohol y la droga dura, y a unos y a otros en no caer ya en exhibicionismos y en llevar una vida retirada, emborrachándose los unos a solas, o poco menos, y drogándose los otros en su vergonzante rincón sórdido.

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JEF LAST o el Holandés errante

Francisco CARRASQUER

Jef Last

Jef Last

Su nombre y apellido nos suenan como un trallazo. Y, sin embargo, fue un holandés y, por si fuera poco, de La Haya, donde tienen fama de circunspectos y un poco redichos. Su estampa era muy poco holandesa, la verdad: algo chico y un poco morenucho; por su tipología más se acercaba a un sureño que a un nórdico. Desde joven estudió lenguas y culturas orientales y durante toda su vida osciló –un poco como Malraux– entre el Oriente y la Latinidad, especialmente la española. Porque desde que vino a luchar con nosotros contra el franquismo, quedó marcado para siempre por nuestra causa y, en su condición de hispanista antifranquista, lo conocí. Pero antes de irse de voluntario a las filas republicanas en 1936, ya había andado mucho mundo y se había pasado del socialismo al comunismo y de éste a un izquierdismo sin partido, independiente y crítico a todo trance. Su último giro que le desvía del comunismo definitivamente lo provocó el viaje que hizo a la Unión Soviética con André Gide, aquel famoso viraje que tanto revuelo armó en el Congreso de Valencia de 1937 y que incluso en el de 1987 siguió levantando ampollas retroactivas en los tardostalinistas vergonzantes. En todo caso, Jef Last fue capitán en nuestra guerra y después de haber luchado en nuestros frentes tuvo más de una contrariedad en su propio país por haber declarado el Gobierno holandés de entonces ilegal aquella participación del voluntariado extranjero en la primera lucha armada antifascista. Multitud de artículos y, poemas aparte, su experiencia de brigadista y de enamorado de la España libre la tiene escrita en su obra La tragedia española, un libro de unas 200 páginas en que también se reúnen sus Cartas desde España, 1935-1937 y su Reencuentro con España, mayo- junio 1961. Sigue leyendo

El doctor Zamenhof y el esperanto

Sara BERENGUER

Lejzer Ludowik Zamenhof

Lejzer Ludowik Zamenhof

Con ocasión de la celebración del «Homenaje a las mujeres que participaron en la Guerra Civil Española 1936-1939» en la Universidad de Barcelona, en octubre de 1987, llegó a mis manos el boletín titulado Llibertat que, en uno de sus artículos, «El idioma como dictador», su autor hacía una corta referencia a Zamenhof, inventor del Esperanto, llamándome la atención una palabra del siguiente párrafo: «A finales del siglo pasado –año 1887– el médico ruso L. Zamenhof, crea el idioma al que llamaría Esperanto…».

Bien convencida de que Zamenhof era polaco, y, a fin de que la historia de los hombres y de los hechos sea fiel a su trayectoria, consulté algunos diccionarios observando que en algunos se cita a Zamenhof como ruso y en otros, como polaco. Sigue leyendo

Rosalía de Castro: la loca de la esperanza

Antonina RODRIGO

Rosalía de Castro había nacido el 24 de febrero de 1837, en Santiago de Compostela, el año que Larra acaba con su vida de un pistoletazo. En su entierro se revela un muchacho que lee unos versos ante la tumba de «el pobrecito hablador»; este joven se llama José Zorrilla. Un año antes que Rosalía, había nacido en Sevilla Gustavo Adolfo Becquer. Con Rosalía y Bécquer se cancela el romanticismo español, del que ello dos, serán su figuras más representativas.

Rosalía

Rosalía

La llegada al mundo de Rosalía no fue acogida con la alborozada ternura de la mujer transformada en madre por primera vez. Hija de soltera, su gestación, como el parto, fueron clandestinos, algo furtivo que hubo que esconder para evitar la vergü̈enza pública y el deshonor familiar del mayorazgo de los Castro.

Pocas horas después de nacer, ante de que apuntaran las primeras claridades, María Francisca Martínez, la fiel sirvienta que ayudó al alumbramiento, sale cautelosa de la casa con el pequeño bulto de la recién nacida y se dirige a la capilla del Hospital Real, hoy Hostal de los Reye Católicos. Una lluvia fina y mansa acompaña a María Francisca, por las calles, hasta la plaza del Obradoiro. La mujer le da los nombres de «María, Rosa, Rita hija de padres incógnitos, cuya niña llevó la madrina, y va sin número por no haber pasado a la inclusa…», así consta en la partida de nacimiento. Sigue leyendo

En las prisiones de Franco: el libro póstumo de Joaquín Maurín

Ramón J. Sender

Maurín

Maurín

Todos los españoles de mi edad saben quién fue Maurín. Para los jóvenes, habría que definirlo en pocas palabras: un escritor aragonés especializado en materias sociales y económicas, que fundó en Barcelona un partido antifascista y antiestalinista (aunque con base marxista) y que después de pasar diez años en las cárceles de España salió, vivió veinte años más en Nueva York con su esposa y su hijo, y ha muerto recientemente. Entre otros papeles de importancia ha dejado un manuscrito que acaba de publicarse en México y que no trata de cuestiones sociales ni económicas. Un libro de recuerdos de las cárceles de España por las que pasó. Literatura no necesariamente política.

A nadie le extraña que el libro –En las prisiones de Franco (1973)– esté escrito con pulcritud, agudeza e inspiración. Lo que nos sorprende es que no haya en él rencores ni odios. Hay un profundo sentido de la justicia y la humanidad, pero ningún estrépito panfletario contra personas o cosas. Aunque sólo fuera por eso sería un libro de especial atención.

Pero tiene otras cualidades, entre ellas humor. No humor negro, sino de buena ley. Yeso después de una condena a treinta años de prisión –de los cuales cumplió diez– es, realmente, excepcional. El último cuento –o novela corta– del libro nos refiere cómo un preso, que había sido detenido por aparecer en una lista de francmasones, se negó a aceptar la libertad que le ofrecían después de varios años de prisión. Sigue leyendo

Arthur Koestler

Juan GARCÍA DURÁN

Nada es más triste que la muerte de una ilusión

Arthur Koestler

Arthur Koestler

Nada más expresivo, en la vida de Koestler, que la sentencia que antecede. Koestler es el luchador que perdió, entre otras, la única batalla en que no hay vencedor: la batalla del hombre consigo mismo; con las ideas, con el alma hecha trizas; con el cuerpo hecho un fardo.

Y de esta derrota, de esta triste desilusión, surgió el maravilloso psicólogo de la revolución; el escrutador del pesimismo, del abandono, del fracaso, de la renuncia, de la desesperación, del dolor…

Nadie como él ha vivido y descrito las desgarraduras físicas y morales del hombre cuya ilusión se vuelve un monstruo.

Para que nada faltara en la dimensión de su tragedia –porque tragedia es– Koestler encierra en sí al húngaro y al apátrida; al comunista y al antitotalitario; al caballero del ideal y al fantasma del pesimismo; al judío y al… hombre indefinido a fuerza de finitud.

Nació en Budapest, en 1905, de padres judíos. Sigue leyendo

El Desastre de Annual visto por Ramón J. Sender

Ignacio DE LLORENS

Sender

Sender

La aparición de una nueva edición, la mejor, de la primera novela de Ramón José Sender: Imán, a cargo de Francisco Carrasquer y editada por el Instituto de Estudios Altoaragoneses, Huesca, 1992, ha puesto de nuevo al escritor oscense en la primera fila de los narradores hispánicos. Con Sender hay un constante flujo y reflujo en su actualidad, favorecido por una obra muy extensa y desigual y por su autonomía altiva, en un país de capillitas y modas literarias. Sigue leyendo

Bernanos, la guerra civil y la Iglesia católica

Juan GARCÍA DURÁN

Franco bendecido por la Iglesia

Georges Bernanos nació el 20 de febrero de 1898 en París siendo su ascendencia, del lado paterno, española y lorena.

La obra novelesca de Bernanos es considerada por Gaetan Picon como «L’une des plus belles de notre litterature».

En cuanto a sus ensayos –siempre controvertibles por su carácter anticonformista– son de una tal sinceridad, que aterra a los «bien pensants», a pesar de que su mensaje cristiano es de un amor infinito y de una gran piedad por el pobre. Tanto que Gaetan Picon dice que un hombre que piensa como él, «no podía ser otra cosa que cura o novelista». Naturalmente, no pudo ser cura porque, siendo tremendamente sincero, su sentido de la obediencia quedaría relegado ante su temperamento combativo y su devoción a la verdad. Sin embargo, un espíritu de sacerdocio estuvo siempre presente en su obra; a tal punto que Nouvelle Histoire de Mouchette es la única de sus novelas en que no aparece un cura, «porque él mismo asume una función sacerdotal», como tan acertadamente resalta Albert Béguin, en Bernanos par lui-méme, p. 80). Sigue leyendo

Exposición: Propaganda of the deed. Los protagonistas de la acción anárquica

Del 19 de octubre al 25 de noviembre se puede visitar la exposición

Propaganda of the deed. Los protagonistas de la acción anárquica

Laboratorio Telara Studio d'Arte

Laboratorio Telara Studio d’Arte

en el Centro Arti Plastiche, Carrara (Italia)

Bajo la dirección de Federica Forti, El Común de Carrara y la Asociación Ars Gratia Artis presentan, en el Centro Arti Plastiche de Carrara Propaganda of the deed. Los Protagonistas de la acción anárquica.

Se trata de la exposición personal del artista estadounidense Sam Durant, producida por Franco Soffiantino. El evento, bajo la dirección de Federica Forti, pertenece al programa expositivo de la segunda edición de DATABASE, un proyecto de amplia perspectiva que abarca exposiciones y actividades culturales. DATABASE es concebido y realizado por Ars Gratia Artis en colaboración con el Común de Carrara. Le exposición presenta el proyecto Propaganda of the Deed, fruto del encanto ejercido por la ciudad de Carrara en el artista Sam Durant, después de su participación en la XIV Bienal de Escultura de Carrara. En esta ocasión Durant pudo ahondar en su conocimiento de los talleres artesanales, de las serrerías y de la historia de esta ciudad, donde la extracción del mármol está ligada estrechamente a la historia del movimiento anárquista de finales del siglo XIX y principios del XX. Aquí, de hecho, nacieron importantes exponentes del movimiento nacional e internacional, entre que se destaca Gino Lucetti, conocido por el atentado fracasado contra Mussolini, al cual fueron dedicados el «batallón Lucetti» y una plaza en el centro de Carrara. También Renzo Novatore (de Arcola), poeta futurista, y exponente de punta del ala individualista del movimiento en la provincia de La Spezia. Sigue leyendo

La doble vida de Willem Elsschot

Francisco CARRASQUER

Willem Elsschot

Willem Elsschot

Se da de vez en cuando el fenómeno del escritor que aparece como tal sólo por la noche en círculos privados y para todo el mundo bajo seudónimo, mientras que de día y oficialmente va con su nombre propio y con su profesión reconocida y registrada. Por lo general, esta profesión está en las antípodas de toda artisticidad, al menos si se toma la del escritor como refractaria a carrera profesional en que domine el afán de lucro o de representación escalafónica. Así de pronto, en la literatura neerlandesa ya se me vienen a las mientes cuatro o cinco casos, ilustres además: Willem Elsschot –agente de publicidad–, Gerard Diels –agente de bolsa–, F.C. Terborgh –embajador–, Multatuli –alto funcionario en colonias– y Nescio –hombre de negocios. Ah, este último, cuyo seudónimo latino tanto nos recuerda al del gran Multatuli, está además estrecha y paralelamente relacionado con el primero, de quien vamos a hablar hoy. Nescio presenta, no sólo un neto paralelismo con Elsschot por haber nacido el mismo año y ocultado su persona jurídica de escritor bajo un seudónimo, sino sobre todo por su estilo: el de ambos es, en efecto, directo, más que desnudo, desnudador; y en ambos hay una misma capacidad de observación por ángulos de visión siempre sorprendentes y de síntesis que deja boquiabierto al lector. En lo que difiere Nescio es en que ha escrito menos que Elsschot: frente a las 750 páginas de las Obras Completas de Elsschot (once novelas y una cuarentena de poemas), Nescio cuenta con 4 libritos de cuentos, si bien considerados como joyas del realismo escéptico neerlandés en literatura. Sigue leyendo

La otra cara de Oscar Wilde

Javier SAEZ

oscarwildeMucho se ha escrito sobre Oscar Wilde, sobre el personaje y sobre su obra, generalmente poniendo el acento en dos cuestiones bien conocidas: la represión homofóbica que sufrió a manos de la sociedad victoriana, y su ingenio y chispa para lanzar aforismos y ocurrencias en las fiestas de sociedad. Pero la mitificación que se ha creado en torno a estas dos facetas ha dejado de lado la radical crítica social y política que suponen su obra y su vida.

Es cierto que Oscar Wilde padeció un trato brutal por la sociedad en que vivió a causa de su homosexualidad, y que el recuerdo de este hecho trágico nos sirve en la actualidad a los movimientos de gays y lesbianas para mostrar al mundo lo que ha sido y sigue siendo la homofobia (aunque se suele olvidar que muchas de las relaciones de Wilde fueron con jóvenes menores de 18 años, lo cual le convertiría en un paria a los ojos de la mayoría de estos grupos hoy en día). En una sociedad que aún se niega a admitir el daño que supone la homofobia en el mundo, utilizar la figura de Wilde como icono de esta opresión es útil y necesario, del mismo modo que se ha hecho con Lorca en España, a pesar de las presiones del poder para reprimir y silenciar esta denuncia. En un artículo reciente de la revista ZMagazine («The Oscar Wilde Fad») Michael Bronski ha analizado este proceso de canonización de Wilde cuestionándolo en el sentido de que se ha producido una aceptación cómoda (compasiva) en la sociedad ante ese sufrimiento sentimentalizado y de víctima de Wilde, en lugar de darse una reacción de cólera y lucha contra las injusticias homófobas del poder actual. Sigue leyendo

Shelley. El primer poeta inglés de la libertad

Francisco CARRASQUER

Shelley

Shelley

Percy Bysshe Shelley, nacido en Field Place, Horsham, Sussex, el 4 de agosto de 1792, y muerto el 8 de julio de 1822 en la bahía de Spezia (Liguria italiana), cuenta en la crítica internacional como uno de los máximos representantes del Romanticismo inglés –puede que sólo Byron le haga un poco de sombra– y la poesía de Shelley se la siente siempre inspirada por un hálito humanitario que surca todas sus creaciones líricas y que, por lo mismo, la hace única.

A pesar de que vivió muy poco (murió por naufragio a sus 30 años), ha dejado numerosos escritos importantes y de bastante extensión.

Repasemos algunos de sus principales títulos: La necesidad del ateísmo es un panfleto que da a conocer a sus 19 años y que le costó ser expulsado de la Universidad de Oxford. Sigue leyendo

Juan Gil-Albert: la gran fuerza del suave

Francisco CARRASQUER

Juan Gil-Albert

Juan Gil-Albert

El número de la revista Anthropos a él dedicado, me ha hecho pensar en el poeta levantino Juan Gil-Albert, a cuya recuperación asistí muy de cerca, puesto que puede decirse que el fenómeno arranca del libro-tesis de mi amigo J. Lechner, catedrático de Leiden, titulado El compromiso en la poesía española del siglo xx que todo hispanista que se respeta conoce, libro a cuya génesis y gestación asistí muy de cerca. Y es un poeta que merece ser recibido en nuestra galería de la poesía de la libertad por más de una razón, aunque bastaría con la simple de haber vivido libre. Ni siquiera en los tiempos en que la tentación del compromiso fue más fuerte, se sometió a esas ataduras de la consigna, ni a pesar de la enorme presión que se ejerció sobre él por parte de los comunistas se doblegó a su línea. En el libro de Lechner arriba citado está todo claramente explicado. Incluso la mala pasada que los del Partido le jugaron con aquello del premio literario que le escamotearon a favor de Pedro Garfias, él sí comunista convicto y confeso. Y por si hubiese alguna duda, recordemos lo que el mismo poeta dijo con ocasión de habérsele galardonado con el Premio de las Letras del País Valenciano en diciembre de 1982.

«Me siento –declaró entonces– como un anarquista casi en la medida en que soy un místico, y un místico en la medida en que soy un anarquista».

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La utopía en Aldous Huxley. Las asechanzas de la ciencia

Angel J. CAPPELLETTI

Aldous Huxley

Aldous Huxley

Aldous Huxley fue uno de los escritores más leídos en Gran Bretaña y en el continente europeo durante las décadas del treinta y del cuarenta. Cultivó todos los géneros literarios (inclusive el guión cinematográfico), pero intentó ser, básicamente, novelista. En realidad, fue un gran ensayista que procuró con frecuencia endilgar sus reflexiones a personajes imaginarios, actores de tramas más bien pobres. Las fuentes de sus ideas son múltiples y aparentemente contradictorias. Por una parte, nieto de Thomas Huxley se nutrió de ciencia biológica y nunca echó al olvido el espíritu de Darwin. Por otra, bisnieto de Matthew Arnold, encontró inspiración permanente en lo mejor de la poesía inglesa y europea. Por otra, en fin, nieto también de Thomas Arnold, espíritu atormentado por su fe, que se debatió entre anglicanismo y catolicismo, halló Aldous Huxley la superación de los antagonismos dogmáticos en la filosofía perenne. Pero a todo esto hay que añadir una constante preocupación por los problemas de la humanidad y por su futuro, que lo hermana con su tan diferente contemporáneo y compatriota H.G. Wells. Esto explica el hecho de que, más de una vez, la narrativa de Huxley asuma la forma de utopía o, de acuerdo con su espíritu crítico e irónico, de anti utopía. Esbozos utópicos se encuentran ya en las primeras novelas. En Crome Yellow (traducida al castellano con el título de Los escándalos de Crome), obra que data de 1921, Scogan (que personifica a Bertrand Russell) expone una visión del futuro en la cual la reproducción humana se realiza en laboratorios, sin intervención del «horrendo sistema de la naturaleza», con lo que desaparecerá la familia y Eros revoloteará, libre e irresponsable, sin preocupación genésica alguna. Tal vez el mismo Russell haya expresado en esa época ideas similares en sus visitas a Garsington Manor, la mansión campestre cercana a Oxford, donde Lady Morrell invitaba a Huxley y a otros muchos escritores, como Virginia Wolf y T.S. Elliot. De hecho, el filósofo las expresará luego en The Scientific World, publicado en 1931, un año antes de Brave New World, donde Huxley ofrece esta misma perspectiva del futuro. El mismo Scogan completa luego su utopía describiendo un estado racional, en el cual los hombres, clasificados según su inteligencia y su temperamento, reciben la educación que les corresponde. Surgen así tres clases: Inteligencias Directoras, Hombres de Fe y Rebaño, cuyos respectivos roles serían gobernar racionalmente, persuadir magnéticamente y vivir felices en la obediencia y el trabajo. Como se ve, esta primera utopía esbozada por Huxley en su juventud, reproduce la estructura de clases de la República de Platón, sustituyendo a filósofos por científicos y a guerreros por predicadores entusiastas. A través de Russell, Huxley se conecta así con Wells. La persistencia del ideal platónico del gobierno de los sabios se explica por la adhesión que suscita en los positivistas, de Comte a Renan, continuados por Russell. Combatido por Bakunin y por Marx, triunfa de hecho, aunque no «de iure», en las actuales tecnoburocracias que esconden el socialismo «real».

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Joan Salvat-Papasseit. El poeta que nace y se hace

Francisco CARRASQUER

Joan Salvat-Papasseit

Joan Salvat-Papasseit

Hoy lo tenemos cerca, a nuestro poeta. Nace, vive, trabaja, canta y muere en Barcelona. Y todo entre el 1894 y el 1924. 30 años aprovechados, ¡por Júpiter! O hay que decir por Apolo. O por Dionisos. En todo caso, unos años, más que hirvientes, escaldados, y menos consumados que consumidos. Podría ser interesante poner a nuestro Joan en una pequeña galería de espejos en compañía de unos cuantos grandes poetas, como él, y muertos también jóvenes. Vamos a poner cinco: los dos más grandes de nuestro romanticismo poético (en varones, que en hembras, Rosalía de Castro no les va a la zaga): Espronceda (1808-1842) y Bécquer (1836-1870) mueren cuatro años menos jóvenes, pero tienen algo en común con el autor de La rosa als llavis, como veremos; nos quedan Vallejo (1892-1939), García Lorca (1898-1936) y Miguel Hernández (1910-1942). Con éste tiene importantes parecidos: ambos son de extracción muy humilde y ambos nacen y se hacen poetas. Pero hay también dos notabilísimas diferencias: que el uno procede de un medio rural y el otro de un medio urbano, lo que –añadido a otras incidencias personales e históricas– condicionan la incompletud de Miguel frente a la relativa completud de Joan. Expliquémonos: en otra ocasión, puse ya en parangón esta diferencia entre García Lorca y Hernández. La obra del granadino no nos parece que hubiese de valer más en calidad, de haber llegado a viejo. Con lo que nos ha dejado, creemos que nos ha dado toda la medida de su genio. Mientras que la obra del oriolano nos parece que se queda corta. Nos deja la impresión de que un poeta de tanta vena como él, no nos ha legado toda la riquísima mena de su virtual poesía, depurada de toda ganga y hasta nos parece estar seguros de que, de haber vivido más, nos habría regalado una poesía más hecha, más honda y más alta todavía. Decía más o menos en ese aludido texto que Miguel Hernández, por mucho que hubiese sabido quemar etapas, nunca podría haberse puesto a la altura, a edad igual, que García Lorca a sus años (aun quitándole a éste los cuatro últimos años para enrasarlos). Y no hablo de alturas de genialidad, sino de sabiduría poética, de inspiración disciplinada hasta ser libre y de ser universal por ser tan propia. Sigue leyendo