El primer número de la revista Polémica se publicó en 1980 en Barcelona.
Polémica se define como libertaria, desde una posición abierta y sin reconocer verdades absolutas ni doctrinas oficiales. Entendiendo lo libertario más como búsqueda de respuestas que como afirmación de principios, procurado siempre compaginar la firmeza en las convicciones propias con el respeto a las ideas de los demás. Esto nos ha permitido contar con un amplio y variado abanico de colaboradores.
Polémica procura siempre ser rigurosa, sin sacrificar la objetividad a la propaganda fácil, ni el análisis a la comodidad del tópico consabido.
Polémica siempre ha estado estrechamente comprometida con la realidad político social y con las luchas por la libertad y por una sociedad justa y solidaria.
Se cae con frecuencia en el defecto de referirnos a datos, personas o acontecimientos, oídos de boca en boca, sin tomarnos la molestia de buscar las fuentes directas que puedan confirmar o aclararnos esas informaciones. En lenguaje llano, se dice que eso es «hablar por boca de ganso». Y no anda muy descabellado el refranero, ya que son muchos los «eruditos» que ensartan cita tras cita, sin tomarse la molestia de procurar al lector la imprescindible explicación de esas reiteradas referencias.
Uno de esos documentos que se invoca con frecuencia no solo por «historiadores» y comentaristas, más atentos a abrumar de citas sus escritos o rellenar de efectismos sus parlamentos, que en expresar inteligiblemente sus argumentos, es la CARTA DE AMIENS, como pieza fundamental y punto de partida para entender la historia del movimiento obrero. Y, ciertamente, que la citada Carta contiene ideas y propósitos tan diáfanos y categóricos, que a más de un siglo de su adopción, siguen teniendo vigencia y aplicación y manteniendo íntegra la razón de sus argumentos. Por eso, hemos creído interesante ofrecerla en estas páginas, como un documento valioso de la lucha obrera tan mal entendida y conocida por propios y extraños.
Carta de Amiens
Entre los días 8 y 16 de octubre de 1906 se celebró en la ciudad francesa de Amiens el XV Congreso Nacional de la Confédération Générale du Travail(CGT), una organización sindical fundada en Limoges en septiembre de 1895, en la que destacaba un personaje, Fernand Pelloutier, inspirador en 1892 de las Bourses du Travail. En este congreso se aprobó una resolución, conocida como la Charte d’Amiens, que sentó los principios del sindicalismorevolucionario.
Fundación de la CGT en Limoges (1895)
Acuerdo del Congreso
El Congreso Confederal de Amiens ratifica el artículo 2 de la constitución de la CGT
La CGT agrupa, al margen de toda escuela política, a todos los trabajadores conscientes de la lucha a realizar para conseguir la desaparición del sistema de salarios y de la clase patronal. El Congreso considera que esta declaración es un reconocimiento de la lucha de clases que enfrenta, en el terreno económico, a los trabajadores en protesta revolucionaria contra todas las formas de explotación, tanto material como moral, empleadas por la clase capitalista contra la clase obrera.
El Congreso concreta esta afirmación teórica en los siguientes puntos:
En la obra reivindicativa diaria, el sindicalismo persigue la coordinación de los esfuerzos de los obreros, el aumento del bienestar de los trabajadores por la conquista de las mejoras inmediatas, como la disminución de las horas de trabajo, el aumento de sueldos, etc.
Pero esta tarea es solamente un aspecto del sindicalismo: tiende y prepara la emancipación total, que podrá verse realizada únicamente por la expropiación de los capitalistas; preconiza como medio de acción la huelga general y considera que el sindicato, hoy grupo de resistencia, será, en el futuro, una asociación de producción y de distribución, base de una reorganización social.
El Congreso declara que este doble objetivo, presente y futuro, se desprende de la situación salarial que pesa sobre la clase obrera y que impone a todos los trabajadores, cualesquiera que sean sus opiniones o tendencias políticas o filosóficas, el deber de pertenecer al grupo esencial, que es el sindicato.
En consecuencia, en cuanto a los individuos, el Congreso afirma la más entera libertad del sindicado para participar, fuera del grupo corporativo, a las formas de actuación y de lucha que estén de acuerdo con sus conceptos filosóficos o políticos, exigiéndole, a cambio, que no introduzca en el sindicato las opiniones profesadas fuera de él.
En cuanto a las Organizaciones, el Congreso decide que, para que el sindicalismo alcance su máxima eficacia, la acción económica se debe ejercer directamente contra el patronato. Las Organizaciones confederadas, como tales sindicatos, no se han de preocupar de los partidos ni de las sectas, que, fuera y al margen, pueden perseguir libremente la transformación social.
15.o Congreso Nacional Corporativo, 9.° de la CGT como Confederación, celebrado en Amiens, del 8 al 16 de octubre de 1906. Informe de los trabajos del Congreso. Amiens, Ed. de la CGT, 1906, págs. 170-171.
Fallecido el 19 de noviembre de 1998, José Cases fue un histórico militante anarcosindicalista y personaje clave del Sindicato de Espectáculos de Barcelona, primero de la CNT y luego de la CGT. Quienes lo conocieran solo superficialmente puede que ignoren la profunda curiosidad intelectual que le llevó a acumular amplios conocimientos sobre los más diversos temas. Reproducimos ahoraeste artículo que da buena muestra de ello.
Cualquiera que en la actualidad formulase la pregunta, ¿qué es el Arte?, se encontraría con muy pocas personas dispuestas a afrontar los riesgos de una definición, y aquellos que lo intentaran lo harían usando toda una serie de elementos expositivos que remitirían el problema al terreno de los «misterios» o lo situarían ante nuevas interrogaciones de las que dependería la pregunta inicial.
Mi opinión personal sobre el mismo es la de que no se trata de una situación que afecte exclusivamente al Arte sino que es común a todos los problemas relacionados con el conocimiento y valoración de la realidad: no disponemos de una teoría correcta del conocimiento.
En principio, la creencia generalizada de que la «percepción», el «conocimiento», la «inspiración», la «intuición», etc. del Arte se realiza en el hombre por la vía de la «emoción», del «sentimiento» (entendido esto como extra racional), ya supone una dificultad insalvable para una posible intelección del mismo, tanto si los valores estéticos son considerados como estando en las cosas (objetivos) o creados por el hombre (subjetivos).
Pero, ¿son los «sentimientos» humanos ajenos a la razón?, ¿se originan estos en forma desconocida, misteriosa o ya preexisten de alguna manera, en nosotros, al nacer? La verdad es que sobre este asunto hay opiniones para todos los gustos. Estoy firmemente convencido que eso que llamamos «sentimientos» no son otra cosa que elaboraciones racionales hechas con experiencias personales repetidas o en aceptaciones basadas en la autoridad de otros, y también por asociaciones analógicas con ellas. Son como unos contenidos mentales que nuestra experiencia vital ha ido configurando como válidos —necesarios— y que, como formas activas que son, ante cualquier situación dada que les afecte, originarán, como un resorte, la respuesta correspondiente que será, según los casos, una acción física (móvil), un pensamiento, una «emoción», o varias cosas a la vez. La casi simultaneidad entre el estímulo y la acción o movimiento; la aparente automaticidad de la respuesta, en la mayoría de los casos, nos impide percibir el hilo conductor del uno o la otra. Lo que induce a creer en una espontaneidad no razonada. Estos contenidos mentales o fijaciones son como esquemas o patrones de comportamiento desde los que se proyecta la personalidad de cada ser humano, es decir, son su repertorio de respuestas peculiares o habituales.
Lo mismo ocurre con aquellos actos simples (movimientos y palabras) que realizamos cotidianamente y que calificamos de mecánicos porque son respuestas en las que nos parece que no interviene la razón, el conocimiento, la reflexión; pero no es así. Todo acto humano comporta un proceso previo de preparación en el que interviene la consideración de su necesidad, de su posibilidad y demás circunstancias concurren, pero cuando una respuesta determinada nos es con cierta frecuencia solicitada y cumplida con la eficacia requerida, se crea en nosotros una sensación de confianza en la acción que nos impulsa a prescindir de la reconstrucción de la mayor parte del proceso mental previo y actuamos, no mecánica ni inconscientemente, sino confiados en la eficacia demostrada reiteradamente en idénticas circunstancias.
Nuestro conocimiento es funcional y, por ello, intencional, y una forma de acción: pensar es actuar. Cuando el ser humano piensa, actúa. Es una forma de acción distinta de aquella que comporta alguna clase de movimiento visible, pero tan real como ella; es más, la acción de pensar, siempre precede a la otra que es su consecuencia cuando aquella así lo cree necesario.
II
Los hombres estamos condenados a ignorar la existencia y significación que pueden tener las «cosas» más allá del plano de la sensibilidad de que estamos dotados, pero no debemos seguir ignorando que la significación o valoración de lo existente (lo sensible) y, naturalmente, su conocimiento está determinado y condicionado: a) por los límites y posibilidades del conocimiento humano; b) por las circunstancias del perceptor en su relación con el mundo (magnitudes de relación en valores de espacio y tiempo: volumen, potencia, movilidad y ciclo vital del individuo), y c) por la intencionalidad básica de la percepción. Solo teniendo en cuenta estos factores podremos intentar una primera aproximación a la realidad, de lo contrario continuaremos condenados también a seguir persiguiendo la imagen fantasmal de una realidad que se nos escapa siempre y esteriliza nuestro esfuerzo. Solo conociendo como conocemos nos será posible conocer el valor real de nuestro conocimiento.
Es desde esta perspectiva desde donde me propongo exponer mi opinión sobre lo que son y cómo se forman o se fijan en nosotros esos contenidos de valoración estética que dan significación— dimensión humana— a esa realidad llamada arte. No intentaré, de entrada, dar una definición del concepto arte, porque es un concepto demasiado vago y generalizador, ya que pretende expresar, al mismo tiempo, el «goce» y la «creación» de la obra estética, confundiendo técnica y valores estéticos. Me limitaré, en principio, al análisis de los fundamentos del problema que consiste en conocer el origen y naturaleza de nuestra valoración de la realidad en su aspecto estético.
III
Los valores estéticos surgen en nosotros como consecuencia de ciertas afecciones de complacencia o repulsión que sufrimos ante cosas o elementos de la realidad. Estas complacencias o repulsiones son determinadas por ciertas significaciones que encontramos o les conferimos a esas cosas o elementos y que expresamos bajo los nombres genéricos de belleza o fealdad. Es, pues, de sumo interés averiguar el cómo y el porqué ciertos rasgos o características de las cosas producen en nosotros complacencia o repulsión y dan origen a las ideas de belleza y fealdad y, a su vez, a los valores estéticos que las expresan y las distinguen de las otras formas de valoración que el hombre ejerce sobre las cosas o elementos de la realidad.
Antes de continuar, quizá sería conveniente señalar que, en cierta manera, belleza y fealdad, en sus múltiples formas concebidas, son unos pequeños y extremos salientes opuestos de un ancho cauce por el que fluye nuestra existencia casi inadvertida en su monótono discurrir. Estos salientes, por expresar aspiraciones de satisfacción limitada y repulsiones extremas, adquieren y mantienen una gran importancia en el transcurso de nuestra vida y dan la impresión de que cubren y llenan toda la realidad humana. Aquí está el origen de la gran importancia del fenómeno estético. La instrumentalización de lo estético da la posibilidad al «artista» de «recrear» o alterar la realidad «exaltando», «enriqueciendo», «iluminando» o deprimiendo y con ello influir sobre los demás. Socialmente, el arte es una forma de poder y para la humanidad un factor de afirmación y trascendencia.
El factor menos conocido en la formación de elementos estéticos es de base mental, racional y, por tanto, puede considerársele como natural y subjetivo. Se origina en una aspiración de nuestra mente por inteligir la realidad que se resiste una y otra vez. Al precio de un gran esfuerzo continuado desde el mismo instante de nacer, logra el intelecto aislar de entre una masa caótica inicial, en un lento proceso de diferenciación valorativa, lo individual, base de todo conocimiento real y construir, en un intento de intelección comprensiva, una serie infinita de estructuras unificadoras de esa realidad singularizada (objetivizada), que le permitan alcanzar una imagen válida de su mundo vital. Por este motivo cuando a nuestra razón, la múltiple y diversa realidad, se le aparece bajo alguna forma de ordenamiento unificador que facilita su intelección al simplificarla, esta se complace en ello. De ahí nace esa constante exigencia intelectual de simplicidad y orden y que se expresa en valores estéticos de armonía, ritmo, simetría, equilibrio, claridad, etc. bajo cualquier aspecto en que se manifiesten, y de ahí nace también nuestra hostilidad y rechazo a toda manifestación ininteligible, oscura. confusa, compleja. caótica, absurda; elementos básicos de inseguridad.
El otro factor estético, ya presentido en la Antigüedad clásica pero no investigado en profundidad, porque todo el sistema de ideas en vigor lo impedían, es el de la posible relación entre los conceptos bueno-bello y malo-feo. Efectivamente, una observación atenta pone de relieve la existencia de esta correlación. Las cosas o elementos de la realidad que tenemos por buenos en algún sentido son, generalmente, considerados como participando de alguna forma de belleza y aquellos que tenemos por malos se les tiene como exponentes de algún tipo de fealdad. Pero no se evidencia de inmediato el cómo y el porqué se produce esta correlación valorativa, se precisa alguna comprensión sobre la forma de operar nuestro intelecto para darse cuenta de por qué este tipo de elementos estéticos son una valoración secundaria o derivada de otra que la precede: la utilitaria.
Sabemos que toda realidad debe poseer algunos rasgos o elementos (formas o símbolos) por los cuales es captada por nuestro mecanismo de la sensibilidad y son estos rasgos —expresión visible o simbólica de la realidad— los que en virtud de la simpatía u hostilidad provocada por su condición utilitaria sedimentan en nosotros una actitud de complacencia o aversión hacia esos rasgos o elementos en que se expresan. Por eso los valores estéticos de esta clase se estructuran en nosotros en forma de modelos, arquetipos, símbolos, de belleza o fealdad y nos sirven de patrones automáticos de valoración estética para cada forma de realidad.
Pero al estructurarse un sistema de valoración estética por medio de formas ideales, estas, en cierto modo, una vez constituidas, se «independizan» de los valores utilitarios que las engendraron. Este fenómeno se produce porque esta valoración estética se realiza sobre gran parte de la realidad por simple extensión. Me explicaré. Ningún ser humano puede poseer un modelo estético para cada forma de realidad sobre las que en el transcurso de su existencia habrá de enfrentarse, por la sencilla razón de que su experiencia utilitaria es muy limitada. Gran parte de las cosas existentes quedan fuera de nuestra experiencia personal; solo la parte más cotidiana e inmediata de la realidad nos es asequible a la valoración utilitaria y, correlativamente, a la estética, que junto con los elementos estéticos de que se nos provee a través de nuestro condicionamiento social, forman nuestro repertorio de arquetipos estéticos, cuantitativamente importante pero insuficiente, forzándonos a su aplicación extensiva por analogía formal al resto de la realidad sobre la que no tenemos juicio valorativo formado.
Por esta razón ocurre con frecuencia que algo que consideramos como bello o feo sea inversamente malo o bueno, ya que los valores estéticos que les aplicamos han sido originados en formas similares de contenido distinto. Otro tanto sucede cuando sobre una misma realidad concurren simultáneamente los dos tipos de valoración estética referidos, el racional y el condicionado, pues ambas valoraciones pueden ser, a la vez, positivas o negativas; o una ser negativa y la otra positiva, ampliando en el primer caso la impresión de lo bello o lo feo; o provocar en nosotros una actitud contradictoria de complacencia o repulsión hacia una misma cosa, según sobre qué aspecto de la misma orientemos nuestra atención en el segundo caso.
Los valores estéticos originados en factores utilitarios se pueden considerar como culturales por cuanto son elaborados por la experiencia y, en consideración al tipo de motivaciones humanas que las engendran, podrían ser subdivididos en biológicos y en éticos-sociales.
IV
Expuestas así las cosas, si se me exigiera una definición sintetizada de lo que es Arte, podría atreverme a decir con las tolerancias que toda generalización pide y las insuficiencias que las palabras nos imponen, que Arte es la «exaltación de los rasgos» en que se expresan las cosas o elementos de la realidad cuando sobre ellos concurren determinadas circunstancias de especial interés humano, y también debería decir, para ser consecuente, que Arte es la manipulación intencionada de elementos estéticos expresados en una obra artística: un cuadro, una melodía, una poesía, una novela, una película, etc. La primera definición correspondería a la naturaleza de los valores estéticos y la segunda al trabajo que realizan los «artistas» con estos valores.
V La creación artística
Todos los seres humanos, en cuanto participan de una misma estructura biológica, poseen idéntico sistema de sensibilidad y se desarrollan en un medio físico-social similar, adoptan actitudes coincidentes, son en el modo en que estos elementos son aprehendidos por ellos y en la intencionalidad de esta aprehensión. De ahí nace la universalidad de la Cultura, de los valores estéticos y del Arte.
El hecho de que, en cierta medida, todos los hombres elaboren una misma escala de valoración estética, hace posible un lenguaje común sobre valores estéticos y la creación de obras conteniendo aquellos elementos estéticos inteligibles a todos.
Con la obra artística nace el artista. Este no puede crear nuevos valores estéticos porque al no ser compartidos serían gratuitos, pero debe poseer el suficiente conocimiento y habilidad para expresarlos. También puede aspirar a la creación de nuevas técnicas de expresión y al mejoramiento de las existentes.
Las formas o modos por medio de lo cuales pueden, expresarse los valores estéticos son muchos y, además, algunos de ellos pueden servir de vehículos expresivos de otros; sin embargo, en este terreno cada uno de ellos posee unos límites que vienen determinados por la naturaleza de sus «rasgos» o medios expresivos. Con la música por ejemplo, se ha intentado expresar desde las fuerzas de la naturaleza en acción hasta las pasiones humanas más opuestas, pero sólo con una información previa sobre el tema implicado es posible acceder a los ,valores incorporados. Lo mismo ocurre con las artes plásticas en algunas de sus tendencias más recientes o, en otro sentido, con el verso cuando se le priva de su musicalidad o con la imagen gráfica cuando se la despoja de la mayor parte de sus elementos expresivos.
Con todo y a pesar de los reparos y resistencias que pueden suscitar y suscitan las ‘ audacias en nuestros días, debe considerarse como legítimo todo intento de búsqueda de nuevas posibilidades de manifestación para cada forma o modo de expresión estética y de nuevas técnicas de realización. Su resultado debe conducirnos, cuando menos, a un mejor conocimiento de este fenómeno humano que es el Arte. Pero los esfuerzos tendentes al desarrollo de nuevas técnicas y modos de expresión estéticas deben ser cuidadosamente diferenciados de los valores estéticos que se intentan expresar en la obra artística, pues, es muy frecuente considerar como valor estético lo que es simple admiración de iniciado por la té nica o modo de realización empleado o por la intencionalidad extra artística de la obra, en detrimento de una justa valoración de los elementos estéticos en ella contenidos.
Dirigido por antiguos propietarios de esclavos, el Klan ejerció diversas formas de violencia para impedir que los afrodescendientes votaran, se educaran o protestaran.
Grabado de la década de 1860 que representa a dos miembros del Klu Klux Klan encapuchados y empuñando armas.
La Guerra Civil revolucionó las relaciones laborales del Sur. Los esclavizados huyeron de las plantaciones, se alzaron en armas contra sus brutales explotadores y forjaron nuevos horizontes políticos. El futuro parecía prometedor.
Sin embargo, para los propietarios de las plantaciones esta transformación fue una pesadilla: los trabajadores que tenían en régimen de esclavitud habían llevado a cabo una «huelga general», como la llamaría más tarde W. E. B. Du Bois, dejándoles económicamente vulnerables e intensamente agitados. Este grupo racista y revanchista no se limitó a lamentar sus derrotas: se organizó.
A lo largo de los años de la Reconstrucción, la clase dirigente sureña, en su mayoría basada en la plantación, se resistió ferozmente a la eflorescencia de la libertad de los negros. Los restrictivos Códigos Negros, las políticas favorables a los plantadores del presidente Andrew Johnson, los disturbios racistas en Memphis y Nueva Orleans y, sobre todo, el terrorismo generalizado del Ku Klux Klan demostraron brutalmente los límites de la emancipación.
Dirigido por antiguos propietarios de esclavos, el Klan ejerció diversas formas de violencia para impedir que los afrodescendientes votaran o asistieran a las escuelas, intimidar a los «carpetbaggers» del norte y garantizar, según un documento del Klan sin fecha, que los liberados «continuaran con su trabajo adecuado».
Las secciones del Ku Klux Klan, repartidas de forma desigual por muchas partes del Sur, prometían solucionar los problemas laborales más acuciantes de los plantadores. Tras conocer la organización, Nathan Bedford Forrest —antiguo comerciante de esclavos, principal carnicero en la batalla de 1864 en Fort Pillow y primer Gran Mago de la organización— expresó su aprobación por su secretismo, sus actividades y sus objetivos: «Es algo bueno; es algo condenadamente bueno. Podemos usarlo para mantener a los negros en su sitio».
Mantener «a los negros en su sitio» no era tarea fácil: los afrodescendientes abandonaban con avidez las granjas y las plantaciones, provocando una escasez generalizada de mano de obra. Alfred Richardson, un afrodescendiente de Georgia, observó que los plantadores seguían profundamente frustrados porque no podían «hacer su cosecha». Pero el KKK demostró ser una de las mejores herramientas de los empresarios sureños para imponer su voluntad con violencia.
Los problemas laborales de los plantadores
Durante décadas, los historiadores han debatido cuál es la mejor manera de caracterizar al KKK, una organización terrorista de supremacía blanca lanzada por veteranos de la Confederación que surgió por primera vez en Pulaski, Tennessee, en 1866, antes de extenderse por todo el Sur. Cientos de miles de personas se unieron a ella, aunque es prácticamente imposible obtener un recuento detallado de los miembros reales debido al gran secreto de la organización.
Sin embargo, hay muchas cosas que no se discuten: los miembros del Ku Klux Klan estaban estrechamente vinculados al Partido Demócrata y utilizaban la violencia —latigazos, ahorcamientos, ahogamientos, violencia sexual, campañas de expulsión— contra los afrodescendientes «insubordinados» y los republicanos de todas las razas. Los miembros del Ku Klux Klan también utilizaron formas de represión más «suaves», como la quema de escuelas y libros y la elaboración de listas negras de profesores del Norte. A veces se movilizaban para impedir que los afrodescendientes recibieran educación. Según Z. B. Hargrove, de Georgia, los miembros del Klan a veces azotaban a los liberados «por ser casi demasiado inteligentes».
El racismo unía a los miembros blancos del Klan sin importar las diferencias de clase, pero no todos desempeñaban el mismo papel en la organización. Los líderes del Klan estaban formados en su mayoría por propietarios de plantaciones, abogados, editores de periódicos y propietarios de tiendas, los más perjudicados por la transformación radical de la economía y las relaciones laborales del Sur.
Estos hombres estaban enfurecidos por el declive de su posición económica y el ascenso de los hombres negros a posiciones de poder político. Los hombres negros recién empoderados, se quejaba el líder del Klan de Carolina del Norte, Randolph Abbott Shotwell, habían ayudado al gobierno federal a acabar con «los derechos del amo» y a privar de derechos a «una gran proporción de los mejores y más capaces hombres de la raza naturalmente dominada».
Las élites resentidas como Shotwell y Forrest estaban decididas a restablecer su poder. Abundantes pruebas sugieren que el Klan de la época de la Reconstrucción funcionaba como una asociación patronal con objetivos que, en cierto modo, se parecían a los de otras organizaciones empresariales antilaborales.
Los líderes del Klan exigían que las masas negras cumplieran una función: participar en formas de trabajo agotadoras y brutalmente intensas que se asemejaban a la vida en las plantaciones antes de la Guerra Civil. Los miembros del Ku Klux Klan trataron de impedir que los afrodescendientes salieran de sus lugares de trabajo, participaran en reuniones políticas, se educaran, tuvieran acceso a armas de fuego o se unieran a organizaciones destinadas a desafiar a sus explotadores. Como dijo un observador de Georgia a un comité de investigación del Congreso en 1871, «creo que su propósito es controlar el gobierno del Estado y controlar la mano de obra negra, igual que hicieron bajo la esclavitud».
Mientras los miembros del Ku Klux Klan insistían en que las masas negras pasaran sus horas de vigilia plantando y recogiendo cosechas, muchos se negaban a creer que esos mismos trabajadores merecieran los beneficios económicos de sus esfuerzos. Según un informe de 1871 de Tennessee, con frecuencia «el empleador inventa alguna excusa y se pelea con el jornalero, y este se ve obligado a dejar su cosecha y abandonar su salario por el terror del Ku Klux, que, en todos los casos, simpatiza con los empleadores blancos». Estos casos se parecían más a la esclavitud que al sistema de trabajo libre prometido por la emancipación.
El Klan como asociación patronal
Pocos estudiosos han calificado al Ku Klux Klan de asociación patronal, y la mayoría de los historiadores del área han ignorado el Sur de la Reconstrucción. El importante libro de Clarence Bonnett de 1922, Employers’ Associations in the United States: A Study of Typical Associations, no menciona al Ku Klux Klan y se centra exclusivamente en las organizaciones dirigidas por empresas que se formaron en el Norte a finales del siglo XIX para contrarrestar el movimiento obrero cada vez más inquieto por la influencia de inmigrantes europeos anarquistas y comunistas.
Sin embargo, la definición de Bonnett es flexible y nos permite aplicarla a las acciones de las organizaciones de vigilantes de la Reconstrucción: «Una asociación patronal es un grupo compuesto por empleadores o fomentado por ellos y que busca promover los intereses de los empleadores en asuntos laborales. El grupo, en consecuencia, es (1) una organización formal o informal de empleadores, o (2) una colección de individuos cuya agrupación es fomentada por los empleadores».
Por supuesto, los miembros del Ku Klux Klan de la época de la Reconstrucción y las asociaciones patronales de la «Era Progresista» enmarcaron sus respectivas cuestiones laborales de forma muy diferente. Mientras que los miembros de las «alianzas ciudadanas» y patronales del Norte pregonaban la libertad de la que supuestamente gozaban los trabajadores industriales (es decir, de no afiliarse a los sindicatos), los miembros del Klan no tenían ningún interés en tratar de ganarse la legitimidad de las masas afrodescendientes.
Esto no quiere decir que las asociaciones patronales del Norte aceptaran los estallidos de descontento laboral. Ellas también utilizaron técnicas coercitivas y muchas veces violentas, incluyendo guardias privados y secuestros, palizas y ahorcamientos, y se beneficiaron de las rápidas intervenciones de la policía y la Guardia Nacional. Pero, desde el punto de vista retórico, las asociaciones patronales de la Era Progresista empleaban a menudo el lenguaje lincolés del «trabajo libre», señalando a las masas de trabajadores «libres» que lo mejor para ellos era trabajar diligentemente y cooperar con sus jefes. Los que optaban por caminos más conflictivos a menudo se encontraban con el despido y la inclusión en una lista negra (coercitiva, sí, pero muy diferente de lo que experimentaban los antiguos esclavos).
Los miembros del Ku Klux Klan hablaban sin tapujos el lenguaje de la dominación racial y de clase, y lo llevaban a cabo con una brutalidad extrema. Si medimos el número de asesinatos y palizas, el Klan fue mucho más violento que la mayoría de las asociaciones patronales del Norte. El historiador Stephen Budiansky ha calculado que los vigilantes blancos asesinaron a más de tres mil personas sólo en Alabama durante el periodo de la Reconstrucción.
No obstante, los miembros del Klan eran estrategas y empleaban amenazas, secuestros y latigazos para lograr los objetivos principales de las clases dominantes del Sur. Esto significaba impedir que los liberados acudieran a las urnas, disolver las reuniones políticas y asesinar a los hombres y mujeres más irremediablemente rebeldes. «Los asaltantes blancos», ha señalado el historiador Douglas Egerton, «no se limitaron a agredir a los negros por serlo». En lugar de ello, utilizaron la intimidación y la violencia contra lo que consideraban hombres y mujeres vagos, poco fiables, irrespetuosos y desafiantes.
Las acciones cruentas, como los latigazos y los ahorcamientos, servían a las necesidades de la dirección, ayudando a disciplinar a un número incontable de trabajadores. El cultivador de algodón de Mississippi Robert Philip Howell, por ejemplo, expresó su agradecimiento al Klan porque sus miembros le ayudaron a resolver sus problemas con los «negros libres» en 1868: «si no hubiera sido por su miedo mortal al Ku Klux, no creo que hubiéramos podido manejarlos tan bien como lo hicimos».
El hecho de que los blancos pobres y de la clase trabajadora participaran en las secciones del Klan tampoco significa que no debamos considerar al KKK como una organización patronal: lograr el control laboral casi siempre ha implicado la coordinación de grupos de participantes de distintas clases. Después de todo, las asociaciones patronales, en su mayoría con sede en el Norte, no habrían podido conseguir romper las huelgas y reventar los sindicatos sin las movilizaciones de los esquiroles durante los conflictos industriales.
El Klan, por tanto, era una asociación patronal especialmente despiadada y racista, pero no dejaba de ser una asociación patronal. Y fue brutalmente eficaz.
El miedo se apoderó de la clase trabajadora negra, mayoritariamente agrícola. Aunque los negros de todo el Sur ya no eran «propiedad», la amenaza de la violencia organizada por el Klan se cernía sobre ellos. Demasiados pasos en falso, incluyendo formas sutiles y manifiestas de insubordinación, podían llevar a encuentros indeseados con encapuchados seguidos de amenazas, palizas e incluso la muerte. Los miembros del Ku Klux Klan eran los encargados de hacer cumplir la ley, asegurándose de que las masas mantuvieran la cabeza baja y trabajaran de forma eficiente.
Algunos liberados aún se unieron a organizaciones de resistencia como las Ligas de la Unión. Estas organizaciones, aliadas de los republicanos, eran activas en estados como Alabama, donde sus miembros celebraban reuniones, movilizaban a los votantes y, a menudo, se armaban, actividades muy alejadas de sus deberes «apropiados» en el lugar de trabajo.
Pero en respuesta, los miembros del Ku Klux Klan conspiraron entre ellos antes de asaltar las casas de los miembros de la liga, azotando a los residentes, arrebatándoles sus armas y exigiéndoles que se mantuvieran alejados de las cabinas de votación. Solo perdonaban vidas cuando sus objetivos prometían abandonar las ligas. Tan solo en Alabama, los miembros del Klan asesinaron a unos quince miembros de la liga entre 1868 y 1871.
«Contrarrevolución de la propiedad»
Garantizar que los afrodescendientes permanecieran atados (a veces literalmente) a las granjas, plantaciones y otros lugares de trabajo mientras recibían una escasa compensación, cuando la recibían, era uno de los objetivos centrales de las élites del Sur, las mismas personas que se beneficiaron de la esclavitud antes de la Guerra Civil. Mientras los blancos de todas las clases se unían a las ramas del Klan —y participaban con entusiasmo en los ataques contra los maestros del Norte, los administradores de la Oficina de la Libertad y los miembros de la Liga de la Unión—, las élites eran las que llevaban la voz cantante.
Se trataba de una «contrarrevolución de la propiedad», como dijo W. E. B. Du Bois. Los reformistas de la época de la Reconstrucción no consiguieron proporcionar una auténtica libertad a los antiguos esclavos, escribió, en parte «porque la dictadura militar que había detrás del trabajo no funcionó con éxito frente al Ku Klux Klan». Al igual que las asociaciones patronales del Norte, el KKK luchaba por los intereses de los miembros más poderosos de la sociedad, infundiendo violencia y terror en nombre de los empresarios agrícolas.
Debemos apreciar los avances emancipadores de la Guerra Civil sin perder de vista las formas en que la clase dominante del Sur luchó para aferrarse al poder. Lo hicieron en parte desempeñando papeles de liderazgo en el Klan y apoyando activamente a las numerosas organizaciones racistas de vigilancia que exigían la subordinación laboral.
Al destacar sus intereses fundamentales de clase, podemos entender mejor las razones de sus actos estratégicos de terror. Estos hombres perdieron quizá el conflicto más significativo en la historia de EEUU, pero no dejaron de luchar contra las fuerzas modernizadoras del capital del norte.
Si algo ha dejado claro el emérito Juan Carlos en su reciente visita es que los tiempos del «lo siento mucho, me he equivocado, no volverá a ocurrir» ya han pasado a la historia. Ahora estamos en una nueva etapa que se caracteriza por el «¿explicaciones de qué? Ja, ja, ja», que viene a ser algo parecido a «hago lo que me da la gana y si no os gusta os aguantáis». Un cambio de estilo —de la campechanía a la arrogancia— que, si bien a algunos parece haberles cogido desprevenidos, la verdad es que, si se piensa con algo de detenimiento, tiene toda la lógica del mundo.
En primer lugar, a estas alturas, ¿qué explicaciones podía dar? Y, en definitiva, ¿para qué se iba a molestar en darlas? Estamos hablando de un sujeto amortizado, que ya ha cumplido su misión en la historia y al que no le queda más que desaparecer de la escena con mayor o menor gloria. ¿Para que molestarse en intentar mejorar su imagen? Es mucho más lógico que se deje llevar por la cólera. Al fin y al cabo, siendo todo un rey, está refugiado en un desierto, no tiene más remedio que aguantar la mofa y el escarnio del populacho, tiene que llegar e irse de su propio reino con disimulo y casi por la puerta de servicio, y no puede ni hacerse una foto con su hijo ni llamar a Corina, porque ya no le coge el teléfono. El «¿explicaciones de qué? Ja, ja, ja» es el único gesto de «dignidad» que puede permitirse para seguir sintiéndose «un rey».
Los monárquicos de toda la vida se habrán sentido orgullosos de ver cómo un rey «de verdad» —es decir, sin limitaciones constitucionales— se pone en su sitio y pone a sus súbditos en su lugar. Los monárquicos vergonzantes —los que antaño decían que no eran monárquicos sino «juancarlistas»—, dicen sentirse decepcionados, pero saben perfectamente que las explicaciones hubieran sido mucho peor que el desplante. Y la gente, en general, está muy, pero que muy cabreada… Ya veremos en qué desemboca la ira acumulada. Nunca se sabe…
Lo que debemos preguntarnos ahora es cuándo darán explicaciones los responsable de las fechorías del emérito durante todos estos años. Porque es evidente que no actuó solo ni a escondidas. Lo sabían los gobernantes que lo permitieron, los medios de comunicación que lo ocultaron, los fiscales que no lo acusaron, los jueces que no lo sentaron en el banquillo, los empresarios que participaron en sus trapicheos a cambio de buenos beneficios, la Agencia Tributaria que lo ayudó a «regularizar» sus fraudes no prescritos al fisco; es decir, todos aquellos que han detentado el poder en este país a lo largo de este casi medio siglo, podemos llamarles casta, oligarquía o como se quiera, en definitiva, son el bloque de poder que lleva rigiendo los destinos de este país desde hace siglos, la banda de chorizos que se ha comido todo el pan disponible.
Pero, en lugar de explicaciones, lo que preparan ya es un relato en el que Juan Carlos aparezca solo como un lamentable accidente en nuestra limpia historia democrática, ya superado por su hijo Felipe, que no ha heredado ninguno de los vicios del padre, y que reinará desde la virtud y la justicia. Y ya más adelante, cuando se calmen los ánimos y se olviden las fechorías, volveremos a oír hablar del «rey que nos trajo la democracia», que «nos salvó del 23-F» y de todas esas leyendas que han adornado el casi medio siglo de historia pasada, y con las que intentarán construir otro medio siglo más de infamia… si la ira acumulada no lo remedia…
«Una de las partidas guerrilleras que se destacó en Galicia por su ferocidad y salvajismo, a partir de 1941, fue la formada por Mario Rodríguez Losada (Langullo). Quince asesinatos y más de medio centenar de atracos arroja su historial» (del libro El maquis en España, del teniente coronel de la Guardia Civil Francisco Aguado Sánchez)
Antonio Téllez junto a Mario Rodríguez
Mario Rodríguez Losada falleció repentinamente en la tarde del 7 de julio de 1986, a los 73 años de edad, en la localidad valdeorresa de Seadur, del Ayuntamiento de Larouco, aldea próxima a Rúa Petín (Orense).
En este artículo, publicado dentro en el extenso dosier que apareció en el n.º 4-5 de Polémica (junio-septiembre 1982), el autor hace un balance de la situación en que se encontraba el sindicalismo en aquel momento crítico del final de la llamada «Transición».
En este artículo, publicado dentro en el extenso dosier que apareció en el n.º 4-5 de Polémica (junio-septiembre 1982), el autor hace un balance de la situación en que se encontraba el sindicalismo en aquel momento crítico del final de la llamada «Transición».
Dentro del dosier CNT publicado en el número 4-5 de Polémica (junio-septiembre de 1982) se publicaron entrevistas a José Bondía (secretario de la CNT-V Congreso) y a Chema Berro (secretario de la CNT-Congreso de Valencia).
Chema Berro
José María Berro, actual secretario de la CNT surgida del Congreso de Valencia, tiene 33 años, está casado y es padre de dos hijos. Procedente de los grupos Liberación, organizados en torno a la editorial ZYX, ingresa en la CNT tras su reorganización. Despedido, a raíz de una huelga en una empresa química de Pamplona, trabaja, según su propia expresión, donde puede, actualmente como celador eventual en la Seguridad Social. Chema Berro da la impresión de ser un dirigente obrero a la vez apasionado y reflexivo, con un sólido conocimiento, no solo teórico, del terreno que pisa.
—Hay un dato en la reciente historia del Movimiento Obrero que es, para muchos sorprendente: tras el éxito absolutamente arrollador que tuvo la CNT en la etapa histórica anterior al franquismo, renace con una enorme debilidad. ¿Cómo interpretas tú este ocaso del movimiento obrero libertario?
—El éxito anterior a la dictadura se debe a treinta años de trabajo y militancia en los que la CNT sabe ponerse al frente de la lucha de la clase trabajadora española y mantener una capacidad de adaptabilidad fuerte tanto en sus reivindicaciones y métodos de lucha como en su organización. El corte de la Guerra Civil es decisivo ya que, con posterioridad, no ha habido esos treinta años de trabajo militante en el seno de una clase obrera española, sociológicamente distinta, a la que no nos hemos sabido adaptar.
Por otra parte, la imagen de la CNT ha quedado prácticamente borrada y hay que dibujarla de nuevo. Tanto la concentración de San Sebastián de los Reyes como las Jornadas Libertarias son más una imagen aparente que real; concretar luego eso en trabajo y organización en las fábricas es mucho más difícil y lo cierto es que la CNT no ha sabido hacerlo hasta ahora. Hoy el tope viene marcado en la CNT, fundamentalmente, por su propia incapacidad.
—Hay, en estos momentos, dos sectores pugnando por las siglas y el reconocimiento legal. ¿En qué se diferencian o, más concretamente, en qué os diferenciáis vosotros de la otra CNT?
—Habría que remontarse a la historia de la CNT. La reconstrucción de la CNT se hace bastante artificialmente porque es, con la legalización, el momento de tirar para adelante y se hace acogiendo a gente bastante dispersa, a los que provienen del Movimiento Obrero y tienen una simpatía por CNT y sus métodos de lucha, y a sectores anarquistas que no han tenido nunca nada que ver con el Movimiento Obrero. A partir de entonces se produce una pugna importante dentro de CNT, pugna que a la vez se ve entrecruzada por la que ya se venía sosteniendo en el exilio entre el sector oficial y el sector separado del aparato. Estas pugnas internas imposibilitan el ajuste, necesario en aquellos momentos, entre la CNT y la realidad de la clase trabajadora española. En el fondo, la pugna se produce entre quienes se plantean la CNT como organización anarquista a la cual los trabajadores deben someterse y quienes planteamos la CNT como una organización al servicio de la clase obrera. Las diferencias no son de orden táctico, como pudiera ser en el tema de las elecciones sindicales, pues ninguna cuestión táctica parte una organización. Fundamentalmente, ha sido la práctica interna, el dogmatismo cerrado, ese no dejar discutir y no dejar acoplar a la CNT al movimiento obrero real, lo que ha partido la organización.
Las diferencias vendrían fundamentalmente por ahí. En la CNT que nosotros defendemos no caben imposiciones, no cabe que haya un partido u organización, se llame FAI o como se quiera, que sea el vigilante de las «esencias». En la CNT no cabe que a alguien se le impida plantear una discusión; todas nuestras discusiones son absolutamente abiertas y nuestro único punto de referencia es la clase obrera española.
Estas diferencias de principios se traducen, posteriormente, en posiciones con relación a luchas concretas. La CNT-FAI, por ejemplo, ha estado propugnando la no participación en las elecciones sindicales, que yo podría suscribir desde unas posiciones de clase y de lucha pero no desde unas posiciones de alejamiento de la clase trabajadora, como ellos adoptan unas posiciones no teóricas sino teoréticas, dogmáticas y separadas de la realidad. Han estado defendiendo un no a los convenios, al menos parcialmente, y como única forma de lucha defienden la huelga general indefinida, lo cual solo cabe en la mente de alguien que no sabe siquiera lo que es trabajar en una fábrica. Todo esto hace inviable su proyecto político.
Mitin de la CNT en San Sebastián de los Reyes (Madrid) el 27 de marzo de 1977
Resumiendo, la diferencia fundamental entre las dos organizaciones estriba en que el sindicalismo abierto y revolucionario que nosotros preconizamos es absolutamente incompatible con su dogmatismo conservador y los intereses del exilio.
—¿No crees que esa pugna que dio lugar a la escisión ha deteriorado seriamente la imagen de la CNT y que muchos trabajadores, que tenían esperanza en que la CNT se elevara como alternativa sindical diferenciada, han visto en buena medida frustradas sus expectativas?
—Ha sido toda la trayectoria de la CNT la que ha frustrado esas expectativas, no solo la cuestión de la ruptura. Yo pienso, al revés, que la ruptura ha recuperado, en parte, tales expectativas. Toda ruptura es difícil de superar y de explicar ante los trabajadores: el nivel de información es muy bajo y lo normal es que se produzca un rechazo de los trabajadores hacia las pugnas internas. A pesar de todo, es claro que las expectativas de futuro las pierde la CNT antes de la escisión y es ahora cuando hay un proceso de recuperación por nuestra parte, y esto con hechos, no solo con palabras: la entrada del SAT de Madrid, de los compañeros de madera y corcho del Sindicato Andaluz de Trabajadores, de sectores de la CSUT y Euskadi, del SICRE (sindicato de camioneros), de muchos sectores de la antigua USO y las conversaciones con la CSUT de Aragón, de Cantabria y Catalunya, Todo ello enmarca un período indudable de clarificación del espacio de la CNT. Es cierto que esta primera etapa de clarificación tiene efectos casi exclusivamente en los trabajadores más militantes que entre la clase obrera en general, que, debido a la falta de información y criterios de lo que está pasando, ve solo la ruptura, ve que hay dos CNT y eso es un asunto muy difícil de explicar, como no sea en la práctica, y en ese camino estamos: que los trabajadores vean en nosotros una CNT distinta de lo que han visto en los últimos años.
Lo que realmente quemaba las posibilidades de la CNT dentro de la clase obrera era la situación anterior, con una CNT ambigua, pasota, preocupada exclusivamente por problemas internos y con pugnas intestinas permanentes.
—Vamos a hablar del contencioso de las siglas. ¿Qué interés tiene para vosotros el mantenimiento de las siglas? ¿Se trata de una reivindicación histórica, de una cuestión mística o es, más bien, una cuestión pragmática?
—Hay un poco de todo. Vamos, no pienso que sea una cuestión mística, yo no entiendo el misticismo de unas siglas. Creo, más bien, que se trata de una cuestión política y de posibilidades, aunque indiscutiblemente va unida también a una cuestión histórica porque una organización necesita asumir su historia para reconocerse a sí misma. Nosotros no nacemos de repente sino que tenemos toda una trayectoria histórica a la que no queremos renunciar y, sobre todo, a la que no vamos a renunciar porque unos macarras nos quieran obligar a ello. Hay también una razón pragmática en el sentido de que es más fácil mantenerse con las siglas CNT que aparecer con unas siglas nuevas, aunque recoja todo el contenido de la CNT.
—Depende de cómo se resuelva el contencioso, aquel sector a quien los tribunales le den la razón va a tener derecho al patrimonio histórico de la CNT. ¿No es así?
—Obtener la resolución favorable del contencioso no va a significar tener derecho al patrimonio. Lo que está claro es que quien obtenga la resolución desfavorable no va a tener derecho al patrimonio, que es distinto.
—Pero hay un tema que podía ser preocupante para vosotros: un político en alza como Garrigues lleva la representación jurídica de la otra CNT a través de su asesoría jurídica. ¿Quiere esto decir que ha habido negociaciones?
El patrimonio va a ser una cuestión mucho más política. No hay dos ugetés y el Gobierno, sin embargo, no devuelve a la UGT su patrimonio histórico. El problema es otro, el gobierno quiere negociar el patrimonio a base de contrapartidas de domesticidad laboral y nosotros no vamos a entrar en una cosa así. Aunque ganáramos el contencioso frente a la CNT-FAI, no íbamos a recibir el patrimonio histórico arrebatado a la CNT después de la guerra; el patrimonio habría que conquistarlo y el Gobierno intentará negociar patrimonio por concesiones políticas, como, de hecho, está haciendo ya. Los 800 millones que ha entregado a distintas organizaciones sindicales significa que estas organizaciones no levantan la voz por el patrimonio, ni histórico ni acumulado, durante tres años.
Pienso que, efectivamente, ha habido negociaciones, que las sigue habiendo y que la CNT de Bondía está apoyándose absolutamente en la camarilla de Garrigues Walker, fiel velador de los intereses de las empresas multinacionales en España. De todas formas, eso no sirve; una organización obrera no se levanta ni por influencias políticas ni por apariciones en los medios de comunicación. Es cierto que eso ayuda, pero no puede ser lo sustancial. Lo absolutamente irracional es que una organización obrera ponga en manos de un abogado una parte importante de sus intereses. La CNT de Bondía dedica un 90% de su tiempo a la cuestión del contencioso y para poner todo eso en manos de Garrigues, lo mejor que podrían hacer es elegir a Garrigues como próximo Secretario General y de esta forma practicarían la mejor acción directa: Garrigues es el que mejor los representa, el que mejor se lo hace; ¿pues para qué tienen que seguir utilizando a Bondía como intermediario?
Ahora bien, yo no quiero minimizar la importancia del hecho. Indudablemente al Gobierno le interesa más una CNT ambigua, folclórica y marginal, como es la CNT de Bondía que una CNT obrera; eso lo dicen ya los informes internos de la CEOE del año pasado, en los que, por cierto, se reconoce que hemos pegado un fuerte empujón en cuanto a presencia y representatividad en las empresas. Desde luego, al Gobierno le interesa favorecer las posiciones de CNT-FAI y eso es notorio en los medios de comunicación que controla, pero no cabe duda de que también es un hándicap para los de Bondía, pues lo tienen difícil de explicar.
—¿Cuál es tu visión de la situación actual del Movimiento Obrero y cómo valoras la actuación de los sindicatos desde la transición hasta ahora?
—Es muy problemático contestar a esta pregunta en pocas palabras. Al hablar del Movimiento Obrero en general hay que hacerlo, a nivel más estratégico que coyuntural, sobre dos cosas fundamentales. Una es la utilización de la política como arma contra los trabajadores y otra la utilización de la crisis, cuestiones fundamentales para entender la evolución del Movimiento Obrero desde el final del franquismo.
Mediante la utilización de la política, la burguesía ha pretendido hábilmente, y en buena parte lo ha conseguido, pasar el centro de las luchas obreras desde la calle al Parlamento, con lo cual la actividad sindicalista ha quedado en manos ajenas a los trabajadores, escapando a su control. En este sentido, han sido CCOO y UGT los apéndices de dicho juego político dentro del Movimiento Obrero.
Simultáneamente, por medio de la crisis, se ha lanzado un sistemático ataque a la clase trabajadora conduciendo a ingentes masas de asalariados al paro. Empezaron por la pequeña y mediana empresa, donde la resistencia sindical era más débil, y ahora ya están actuando contra los trabajadores de las grandes empresas. Esto debilita enormemente la capacidad de respuesta del Movimiento Obrero; es muy difícil la lucha en la empresa cuando hay toda una legión de parados esperando poder entrar.
En esta lucha frontal contra la clase trabajadora, la patronal camina decididamente a conseguir el despido libre absoluto, lo que ya ha logrado parcialmente por medio de la contratación eventual, generalizada a partir de la firma del ANE, Así como las reivindicaciones de los trabajadores se ven frustradas una tras otra, el ambicioso paquete de reivindicaciones de la patronal se va imponiendo inexorablemente: junto al despido libre, el aumento de productividad con menos puestos de trabajo, la movilidad de plantillas, el sistema de trabajo a turnos incluyendo sábados y domingos. La patronal avanza como una tanqueta sobre los derechos de los trabajadores y esto se reviste y decora por medio de los pactos sociales
En esta política de pactos, los sindicatos que participan están jugando por el modelo económico y social que impone la patronal. Paliándolo, si acaso. pero con un trasfondo de coincidencia en aplastar todo lo que signifique clase obrera como proyecto político autónomo, como organización con intereses propios. Está pretendiendo destrozar, no ya la CNT, sino todo lo que signifique ciase obrera constituida en torno a sí misma, con unos intereses propios y una visión propia de la situación.
—Sin embargo, las centrales sindicales mayoritarias enarbolan la bandera de la negociación de acuerdos marco como un éxito de la clase obrera que impide el abuso patronal con relación, sobre todo, a los trabajadores de las pequeñas empresas y de aquellos que pertenecen a empresas en crisis. ¿Cuál es tu punto de vista al respecto?
—Si lo que ha caracterizado la etapa de transición ha sido esa utilización de la política y de la crisis contra los trabajadores a que me he referido antes, con la firma del ANE se inaugura una nueva etapa. El ANE, en cuanto promotor de empleo, ha sido un auténtico fraude a los trabajadores: no ha habido ningún convenio provincial o estatal que abarcase ni tan siquiera la jubilación a los 64 años, prevista por la legislación, con la contratación automática de nuevos trabajadores. Mucho menos, reducciones de horarios u otras medidas tendentes a la creación de empleo; por el contrario, se han estado negociando cuestiones tales como horas «extras» estructurales.
El ANE, en realidad, ni sirve a la patronal ni sirve a los sindicatos. Las movilizaciones de junio promovidas por CC OO y UGT tienen corno objetivo sentar a la patronal a la negociación de un nuevo pacto similar al ANE. Pero a la patronal no le sirve de mucho una política de topes salariales porque eso se le traduce a la larga en recortes de mercado, lo que gana por un lado lo pierde por el otro. Le sirve como política de debilitamiento de la clase obrera, pero no están ahí sus intereses actuales; sus intereses están en las reestructuraciones, en el despido libre, la movilidad, etc., y eso el ANE, prácticamente, no lo contempla. CC OO y UGT, por su parte, saben que el ANE les supone un coste de desprestigio importante entre los trabajadores; en este año, que no ha sido muy fuerte en cuanto a reivindicaciones obreras, ha sido superior la lucha obrera con relación al año anterior. De poco más de mil convenios, ha habido más de trescientos que se han firmado fuera del ANE, o sea, en contra de CC OO y UGT. y no solo eso, hay una voluntad cada vez más clara entre los trabajadores de oponerse por sistema a los pactos hechos por las alturas y a espaldas de los trabajadores.
Hoy no hay una política clara por parte de los sindicatos firmantes del ANE como tampoco la hay por parte de la patronal. No hay todavía una absoluta confianza entre la patronal o el Gobierno de la patronal y CC OO y UGT para llegar a un pacto social estable, que incluyera cuestiones de productividad, movilidad de plantillas y libertad de despido, lo que satisfaría los intereses de la patronal compensando a CC OO y UGT con la posibilidad de control sobre las oficinas de empleo, el IMAC y otros organismos, control que les permitiría recuperar sectores de trabajadores que están perdiendo por otro lado.
Pienso que sí va a haber un segundo ANE, pero todavía no va a ser el pacto social estable que persiguen. Un tercio de los convenios se han firmado con un promedio de subidas salariales del 15%, lo que quiere decir que la capacidad de imponer lo que pactan, por parte de CC OO y UGT, es limitada y la patronal no se arriesga a un pacto estable con fuerzas sindicales que no le garantizan su cumplimiento.
—Vamos a hablar del futuro. Recuperar para el Movimiento Obrero la capacidad de reivindicación y lucha que tuvo tiempo atrás, ¿pasa por la CNT?
—Claro; yo tengo que decir que naturalmente. A lo mejor no pasa inmediatamente por la CNT o centralmente por la CNT: ahora bien, pasa por ahí, por ese espacio sindical. En cualquier caso, la recuperación del Movimiento Obrero pasa por la recuperación del protagonismo por los trabajadores y eso se puede hacer por medio de la asamblea de fábrica, de comités, de comisiones, de colectivos de empresa… Lo cierto es que eso, que hoy se manifiesta en múltiples realidades, está ocupando, de alguna forma, el mismo espacio sindical que corresponde a la CNT. Es indudable que la cuestión organizativa va siempre por detrás de la vida y actualmente están habiendo ya traducciones de esa vida sindical; el ANE, por ejemplo, que es el más acabado pacto social hasta la fecha, ha supuesto una clarificación del espacio sindical que se traduce en una clarificación del panorama organizativo fuera del ANE. Por nuestra parte, ha habido un progreso limitado pero evidente. En la medida en que siga habiendo una resistencia al pacto social, eso siempre tendrá una traducción en cuanto a incorporación de gente a CNT, si somos capaces. Y, si no, pues saldrá otro marco de referencia, indiscutiblemente, y, desde luego, lo que hay que intentar es estar en él y no fuera de él. Lo cierto es que hoy, desaparecidas la CSUT y el SU y clarificada la posición amarillista de la USO, la única opción organizada de sindicalismo autónomo y revolucionario es la CNT, con sus limitaciones, ciertamente.
—Parece, sin embargo, que el panorama sindical se cierra en torno a CC OO y UGT. Quizá añadiendo una tercera fuerza sindical en la que determinados sectores de la derecha están interesados, que integraría a diversos sindicatos corporativistas de sectores determinados y contaría con la presencia de la USO, Si hay una vasta operación política tendente a cerrar el panorama sindical a dos o tres, ayudando con notables inyecciones económicas, ¿qué posibilidad tiene, sin medios ni apoyos, la CNT?
—Hay un dato importante: cuando la USO ha jugado en las elecciones anteriores a copar el sector más amarillo y más despojado de conciencia de ciase, contando con cuantiosas ayudas económicas e institucionales, el fracaso ha sido estrepitoso. Y esto es así porque no hay en la clase trabajadora un terreno abonado para desarrollar ese tipo de sindicalismo ni la prepotencia económica supera las insuficiencias sociológicas. Pero, al margen de esto, es claro que lo que hoy se presenta como mayoritario no cierra el espacio sindical; hay un espacio sindical de izquierda, de clase, autónomo, revolucionario y de acción directa, sin intermediarios, que no implica radicalismo a ultranza, ni mucho menos, sino racionalidad y consecuencia. Ese sindicalismo está siendo practicado día a día por los trabajadores y coincide plenamente con el espacio sindical, pero ya se sabe que el que lo consigue es a un precio determinado que nosotros no estamos dispuestos a pagar. Tendremos que suplir la falta de dinero con un voluntarismo más acentuado, con una militancia más fuerte y otras cuestiones, pero eso ha sido práctica habitual del Movimiento Obrero; no es nada nuevo ni nos puede sorprender.
Publicado en Polémica, n.º 4-5, junio-septiembre de 1982
Dentro del dosier CNT publicado en el número 4-5 de Polémica (junio-septiembre de 1982) se publicaron entrevistas a José Bondía (secretario de la CNT-V Congreso) y a Chema Berro (secretario de la CNT-Congreso de Valencia)
José Bondía
Encabeza el sector del V Congreso, aunque para él solo hay una CNT: la suya. Opina que en CNT caben todos los trabajadores por el simple hecho de serlo, sin necesidad de ser anarquistas, si bien ello no es óbice para que defina a la Confederación como «rabiosamente anarquista». Cree que tras el sector del Congreso de Valencia –al que considera, simplemente, como una escisión muy minoritaria– hay «determinados partidos políticos» y «servicios de información». Para él, los sucesos de Polonia son, fundamentalmente, una manipulación del capitalismo occidental. Plantea coincidencias con UGT y la posibilidad de concurrir a las próximas elecciones sindicales. Piensa, además, que el sindicato que no negocia no existe. Su nombre es José Bondía.
Este artículo de Pere Serrad apareció publicado en un extenso dosier publicado en nuestra revista en 1982 sobre la CNT y su trayectoria histórica. Pere Serrad –miembro del primer Consejo de Redacción de Polémica– fue militante de la CNT desde su reconstrucción en 1976 hasta que fue expulsado en 1978 del Sindicato de Banca por estar a favor de participar en las elecciones sindicales. Tras la ruptura de la organización en 1979, pasó a formar parte de la CNT-Congreso de Valencia, que más tarde se convertiría en la actual Confederación General del Trabajo (CGT). Fue militante del Partido Sindicalista.
Cuando España entró en el siglo XX lo hizo arrastrando consigo todos sus viejos problemas, agravados por los fracasos coloniales de finales del siglo XIX que la habían dejado desangrada y en un estado de decadencia humillante. El país, atrasado industrialmente y peligrosamente empobrecido, mantenía los ojos cerrados y no quería ver la realidad que algunos espíritus sensibles y previsores trataban de mostrar.
Diego Abad de Santillán
En 1901, Joaquín Costa clamaba contra la permanencia en el poder de hombres que tenían las manos manchadas con la sangre de 100.000 hermanos, hijos del soberano, que es el pueblo. La
llamada generación del 98 levantó también su voz, queriendo hacer oír su mensaje de fe en el esfuerzo, en el estudio y en el trabajo creador. Si bien es cierto que algunos de estos hombres no vacilaron en dar su contribución a la prensa obrera, cuando les fue solicitada –Unamuno, Azorín, etc.– la dieron más por tener en ella una caja de resonancia de sus propias inquietudes que por una efectiva compenetración entre ambas fuerzas. Se pedía todo lo posible para el pueblo, pero no se quería o no se confiaba en el pueblo mismo.
Nacido en 1943, vivió su juventud en los turbulentos años sesenta, tan llenos de esperanzas y acontecimientos. En aquel escenario adquirió conciencia política y asumió su compromiso en la lucha contra la dictadura franquista y por la transformación social. Un compromiso que no abandonaría nunca. Participó activamente en el movimiento estudiantil y fue militante en la clandestinidad del Front Obrer de Catalunya (FOC), que formaba parte por aquel entonces del Frente de Liberación Popular (FLP, más conocido coloquialmente como FELIPE). Luego, como tantos otros, sufrió la decepción de una «transición» fraudulenta y cochambrosa, construida a base de pactos cocinados en la sombra por quienes luego formaron la casta política que aún gobierna este país.
Doctor en Economía, estudió exhaustivamente el proceso de colectivización y socialización de la industria y los servicios en Cataluña durante la Guerra Civil, y publicó lo que sin duda es la obra más importante y completa sobre esa experiencia revolucionaria.
El brutal aumento del precio de los productos alimenticios de primera necesidad que se produjo en 2007-2008 incrementó en 100 millones el número de personas que pasaban hambre en el planeta, y afectó principalmente a los países más pobres, como Malaui, Zambia y Zimbabue. No fue un fenómeno casual achacable a los vaivenes del mercado, sino la consecuencia de la irrupción en el ámbito alimentario del capital financiero huido del mercado hipotecario, que buscaba nuevos negocios en donde poder mantener el mismo nivel de beneficios, especulando con el hambre de la humanidad. Sobre ello publicamos este artículo en diciembre de 2008.
Bakunin is back in town (Bakunin ha vuelto a la ciudad) era el eslogan de un manifiesto que aparecía a menudo en los años setenta del pasado siglo. Lo hallamos también en la sobrecubierta de la antología que editó el anarquista holandés Arthur Lehning, Michel Bakoenin: over anarchisme, staat en dictatuur (1970).
En los años setenta del siglo XX Arthur Lehning (1899-2000) fue objeto de un redescubrimiento en Holanda, y considerando todos los textos aparecidos en Francia en el mismo periodo, me parece que allí sucedió lo mismo.[1] Así, puede decirse que también él is back in town, porque en aquellos años se renovó el interés por las teorías socialistas y por la filosofía social y, por ende, se renovó la atención a sus textos. Junto a las nuevas ediciones aparecían también ediciones «piratas» de sus opúsculos de la década 1930-1940. Sigue leyendo →
El esquema clásico del programa anarquista –la organización de los trabajadores en sindicatos de clase y la huelga general revolucionaria como método para llegar al comunismo libertario– se podría decir que ya no está en cuestión porque ya son muy pocos los que lo defienden a rajatabla. Sobre la necesidad de modificarlo en mayor o menor medida existen ya pocas dudas, y el debate se centra en qué sentido hacerlo y cómo llevarlo a la práctica.
La propuesta planteada en 2008 de la Federación Anarquista Gaucha (FAG) y la Federación Anarquista Uruguaya (FAU) puso de nuevo sobre la mesa la cuestión ya debatida en numerosas ocasiones sobre la necesidad de una organización política anarquista que, por encima de los movimientos sociales en los que participe, sea capaz de tener una visión global de la sociedad y desarrollar estrategias globales para transformarla.
El término eutanasia procede del griego eu (bien) y thanatos (muerte). Hace referencia a la idea de bien morir, con dignidad y sin sufrimientos inútiles. Recientemente el Congreso ha aprobado un proyecto de ley para regular este derecho largamente esperado y bloqueado sistemáticamente por la Iglesia católica y la derecha política y mediática.
Reproducimos aquí un trabajo publicado en 2009, con ocasión de la miserable campaña orquestada por la miserable Esperanza Aguirre, entonces presidenta de la Comunidad de Madrid, contra el doctor Montes.
El pasado 18 de noviembre murió Pedro Guirao, más conocido como Periconti o, simplemente, Peri.
Conocí al Peri a mediados de los años noventa. Si no recuerdo mal, en 1995. En ese año, una serie de grupos –seis para ser precisos– que nos dedicábamos a diferentes tareas nos reunimos para iniciar un proyecto, novedoso en aquel momento: crear un local en el que, por su tamaño y condiciones, pudiéramos, además de desarrollar nuestra trabajo habitual, albergar actividades de otros grupos u organizaciones. En el proyecto nos volcamos el Consejo de Redacción de Polémica, junto con el Ateneu Llibertari de Poble Sec, el archivo Biografic, La Petra –un estudio de diseño–, una gente que se hacía llamar La Canalla y quería montar una especie de guardería infantil cuya naturaleza y finalidad reconozco que nunca llegué a entender, y el grupo del Peri, que pensaba montar un «estudio audiovisual». Hay que decir que el tal estudio no llegaron a montarlo nunca, pero tuvieron la delicadeza de esperar a que el local estuviera listo y el proyecto en marcha para decidir abandonar su propósito. Sigue leyendo →
En algún punto del periodo que va desde los padres fundadores, que se arrogaban la libertad de matar a los que carecieran de un título de propiedad, y la actualidad, en la que sus herederos políticos luchan contra los derechos sociales, aparecen los hermanos Koch y su conglomerado político-empresarial: el Kochtópodo. Toda su gloria y grandeza proviene de su táctica principal: cuando corren ríos de sangre en las calles, se apresuran a hacerse con el mayor dinero posible. Andando, eso sí, de puntillas para, en la medida de lo posible, evitar mancharse demasiado. Sigue leyendo →
Kropotkin con el uniforme del Cuerpo de Pajes del zar
Kropotkin había nacido en 1842 en el seno de una de lasfamilias más rancias de la nobleza rusa. Ya desde niño demostró particularesaptitudes para la literatura y la especulación intelectual. En sus Memorias de un Revolucionario ofrece unavívida y singular descripción de la conversación que una tarde tuvo con suhermano, quien se había escapado de la Escuela Militar para ir a verle;estuvieron juntos hasta medianoche, «charlando sobre la nebulosa y la hipótesisde Laplace, la estructura de la materia, las luchas del papado con el poderimperial bajo Bonifacio VIII y sobre otras muchas cosas». No obstante,Kropotkin recibió una educación sumamente rígida, pasando a formar parte,personalmente recomendado por el zar Nicolás I, del Cuerpo de Pajes, lo que seconsideraba un privilegio. Pero no tardó en rebelarse contra la disciplina ylos convencionalismos de la vida cortesana, solicitando, con gran pesar porparte de su familia, que se le destinase a un regimiento destacado en Siberia,donde con tiempo sobrado para leer y meditar empezó a considerar los problemassociales y filosóficos. Leyó a Proudhon y se interesó vivamente en los temas dela reforma carcelaria. Al mismo tiempo, sacó partido de su permanencia en unaremota zona del Asia central para convertirse en un geógrafo y austeroexplorador científico. Sus muchas lecturas, su actividad científica y suexperiencia –que debía al hecho de ser miembro del cuerpo de los grandeshacendados– en los problemas agrarios de los días de la emancipación de lossiervos, así como la ira que suscitó en él el trato dispensado a losprisioneros polacos tras la revuelta de 1863, contribuyeron a reforzar laindependencia de su carácter, encaminándole por los cauces del radicalismopolítico.
Solemos suponer que el concepto antitético de la libertad es la tiranía, lo que no es descabellado, pero no podría haber tiranía ni autoridad en su amplísima gama sin la actitud resignada de obediencia. Obedecer no es solamente actuar al dictado de otro; implica además renunciar de la propia iniciativa y un sometimiento que nos acostumbra a la pereza mental y a un cierto grado de amorfismo, en consecuencia. Analizado el hábito de obedecer desde esta perspectiva se nos presenta como un ademán de funestísimas consecuencias, puesto que hace al sujeto siervo de una voluntad ajena en lamentable detrimento de la formación de su propia personalidad.
Sin embargo, se nos dirá: ¿Los que no obedecen, en la infancia muy especialmente, no acabarán siendo unos díscolos o inadaptados? Desgraciadamente así piensan demasiadas personas moldeadas por la costumbre y el autoritarismo imperante. Si obedecer implica sumisión y actuar sin intervención del yo inteligente, las actividades o gestos del sujeto son meramente automáticos, y exentos, por ello, de la motivación que estimula y les proporciona interés. Y si obedecer dificulta la estructuración de la personalidad y hace al individuo proclive a la indiferencia y la pereza, la obediencia será mucho más nociva para los jóvenes que están en el delicado período de organizar su mente y vitalizar su sentido crítico, que es lo más valioso que los seres humanos atesoramos para distinguir lo conveniente de lo morboso y lo exacto de lo erróneo. Nunca es beneficioso obedecer; pero cuando el sometimiento hace más daño es durante la infancia. Sigue leyendo →
En su pesimista, pero bien documentada obra, George Woodcock1 señala que el Marqués de Condorcet «ya adelantó, cuando se ocultaba de los jacobinos, la idea de mutualidad, que habría sido uno de los dos pilares en que se asentó el anarquismo proudhoniano». El otro fue el federalismo.
Puede que para su idea fundamental, Proudhon, se basara en las enseñanzas del científico francés que fue víctima de la Revolución de 1789, pero parece mucho más probable que lo hiciera en lo que aprendió de los obreros de Lyon, con quienes convivió durante una fase larga de su vida y que le facilitaron todo el material que nuestro filósofo precisaría para la estructura de su idea matriz.
A su vez, el mutualismo no tiene su origen en Lyon sino en Rouen, como muy sesudamente fue estudiado por Fernand Rude en Le Role de P. Charnier, fondateur du Mutualisme a Rouen y en Le Mouvement ouvrier a Lyon de 1827 a 18322 y de él arranca el movimiento sindicalista francés, mayormente organizado con un sorprendente anonimato a pesar de que destacaron figuras como las de Charnier, Bernard, Bouvery entre otras. Sigue leyendo →