La CNT hoy: hacia un congreso obrero del sindicalismo revolucionario

Carlos Ramos

En este artículo, publicado dentro en el extenso dosier que apareció en el n.º 4-5 de Polémica (junio-septiembre 1982), el autor hace un balance de la situación en que se encontraba el sindicalismo en aquel momento crítico del final de la llamada «Transición».

La crisis del Movimiento Obrero sufrida en estos últimos años ha tenido diversos efectos, la mayor parte de ellos, negativos. Pero entre los pocos positivos cabe destacar el proceso clarificador que ha supuesto para este, al obligar a un posicionamiento de las organizaciones sindicales existentes. Este proceso ha sido más notable entre el denominado sindicalismo de izquierdas (sin entrar en la valoración que esta confusa definición supone). Tras la crisis del PTE (Partido del Trabajo de España), la CSUT (Confederación de Sindicatos Unitarios de Trabajadores)  entra en un periodo de reflexión —en el caso de algunas organizaciones locales y regionales de la misma, aún no acabado—, que supone poner en tela de juicio, el modelo de sindicalismo desarrollado hasta ese momento, recuperando, a lo largo de ese proceso, los contenidos autónomos y emancipadores del sindicalismo revolucionario. En el SU (Sindicato Unitario), el proceso, aunque diferente, implica también un cambio: sectores de ese sindicato se integran en colectivos de izquierda sindical, otros pasan a CC OO y UGT, otros se quedan a tratar de rehacer el viejo modelo del SU, y otros esperan… La definición por el pacto y las componendas con la derecha de los dirigentes de USO coloca a los afiliados ante la tesitura de tener que optar: o quedarse en lo que no pasará de ser un sindicato de servicios dependiente de quien lo mantenga, marcharse a casa o a otra opción sindical que encaje con los primitivos planteamientos autogestionarios de la USO.

Y la CNT, que se presenta, en estos momentos, con una corta pero azarosa historia desde su reconstrucción en 1976. Se podría hablar de tres períodos en esta etapa. Uno primero de confusión, en el que se dieron cita, en el seno de la histórica organización libertaria, todos aquellos que no comulgaban con los planteamientos partidistas, fueran o no trabajadores, tuvieran o no un interés real por hacer sindicalismo, y que supuso un continuo debate que hacía, en muchas ocasiones, estériles las actividades organizativas y de intervención de la CNT. Superado este período, que fue de desgaste, frente al afianzamiento de las demás fuerzas sindicales, y en el que pasaron por los locales de la organización miles de trabajadores que no encontraron suficientes razones para participar en aquel conglomerado heterogéneo, se entra en otro en que —con la justificación de combatir el pasotismo y el «consejismo antiorganizativo»— se perfila un grupo de presión organizado en torno a las siglas de la FAI. En él se integran, en curiosa amalgama, desde aquellos faístas que vivieron la vida política de la participación en el Gobierno y de control sobre la CNT (muchos de ellos añorantes dirigentes de la CNT, sobre todo desde el exilio) hasta antiguos militantes de partidos políticos que ven en la nueva FAI un sucedáneo de su militancia anterior, y otros ingenuos que verán en la FAI la organización de los militantes de élite. Esta organización asume el papel de «columna vertebral de la CNT» (como les gusta autodefinirse en sus documentos) y de vigilante guardadora de la pureza ideológica de la CNT. Así, y para justificar su existencia, utilizan la vieja táctica leninista de la creación del enemigo que combatir. Es la etapa de las depuraciones. En esta, el proceso de control de la CNT llega a su máximo exponente, en el triste V Congreso de la Casa de Campo, donde ese control se impone, no con los razonamientos, sino con la fuerza e incluso la violencia presente de forma casi ininterrumpida a lo largo de su desarrollo.

El tercer período se abre con la determinación de un amplio sector de la organización que, no dispuesto a continuar en este estado de cosas que deterioraban progresivamente a la CNT, acuerdan impugnar el congreso celebrado, por el cúmulo de irregularidades que se dieron cita en él y celebrar un congreso extraordinario en Valencia. De este nuevo comicio salen nuevas y renovadas esperanzas de recuperar una CNT antidogmática, abierta a todos los trabajadores y dispuesta a defender sus principios con una verdadera autonomía con respecto a todo tipo de grupo de presión.

Este es un momento delicado para el movimiento obrero de nuestro país. Crisis económica, crisis política y crisis en la conciencia organizativa de los trabajadores, debido fundamentalmente a la falta de expectativa que les ha creado su paso por las organizaciones sindicales más interesadas en defender sus intereses logísticos que los de los trabajadores.

Pero también es un momento interesante para la recuperación de un movimiento obrero que, en nuestro país, tiene una historia y unas raíces profundas: frente al señuelo de una política parlamentaria que cada día se manifiesta más al margen de los intereses de nuestra clase, el sindicalismo de transformación social, que supone algo más que los abogados o los viajes baratos de vacaciones. Naturalmente, adaptado a la realidad que vivimos, sin olvidarnos de las nuevas formas —incesantemente renovadas— de integración del capital y del sistema. Ya hay una esperanza en marcha: colectivos importantes de trabajadores organizados antes en otras fuerzas sindicales convergen continuamente en la organización participativa de la CNT. Para muchos militantes cenetistas, este debe ser el preámbulo de algo que pensamos como un hito para nuestro movimiento obrero: un congreso donde puedan darse cita todas las realidades obreras que hoy están en el camino del sindicalismo de transformación social, y del que pueda salir la organización que haga ponerse en pie, de nuevo, a la clase trabajadora de este país en lucha por sus intereses, por su emancipación.

Publicado en Polémica, n.º 4-5, junio-septiembre de 1982

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