Quico Sabaté. Asesinado en enero de 1960

Este año se conmemoró el 60 aniversario de la muerte de Quico Sabaté. Vamos a recordar los hechos inmediatos a aquel acontecimiento.

Quico Sabaté

A mediados de diciembre de 1959 Quico Sabaté planea su regreso a Barcelona para reanudar la lucha que había iniciado quince años antes. No cuenta con el apoyo de la organización libertaria en el exilio, que hace años decidió abandonar la lucha armada. Tiene 44 años y su salud ya no es lo que era, apenas se ha recuperado de la perforación de estómago que le llevó al quirófano con carácter de urgencia unos meses antes. Se enfrenta a un régimen que se ha consolidado en el interior gracias a una represión implacable y que, gracias al apoyo de Estados Unidos, se ha congraciado con la comunidad internacional. Toda su red de apoyo en el interior está desmantelada, lo que le obligará a empezar de cero. Y, por si todo esto fuera poco, la policía española, que conoce sus intenciones, le espera en la frontera con un formidable despliegue de vigilancia.

Quico cuenta con cuatro compañeros —Antoni MiracleRogelio MadrigalFrancisco ConesaMartín Ruiz—. con ellos compartirá su última aventura y librará su última batalla.

El grupo cruza la frontera el 29 de diciembre. La policía española tiene desplegada una vigilancia extraordinaria en la frontera con destacamentos del Ejército para reforzar a la Guardia Civil. El 31 de diciembre una patrulla descubre la presencia del grupo cerca de Besalú (Girona) y se intercambian algunos disparos, pero Quico y sus compañeros logran escabullirse sin demasiados problemas. Inmediatamente se concentra en la zona un gran contingente de fuerzas para reforzar la persecución. Pero no logran descubrir al grupo hasta el domingo 3 de enero en Sarrià de Ter. El grupo de Quico está refugiado en una casa, el Mas Clarà. La Guardia Civil, sin previo aviso, inicia el tiroteo a las 13 horas. Enseguida cae muerto Francisco Conesa. Quico resulta herido en una pierna. El tiroteo es intenso y se alarga durante toda la tarde. A las 18,00 horas llega el teniente coronel jefe de la Comandancia de la Guardia Civil para dirigir las operaciones directamente desde el terreno. A medianoche llegan el coronel jefe del 31 Tercio de la Guardia Civil y el general jefe de la 2ª Zona. Parece que nadie quiere perderse el espectáculo o que quizá todos quieren llevarse la medalla por la captura del enemigo número uno del régimen.

En estos momentos hay concentrados más de cien efectivos de la Guardia Civil y no parece haber salida alguna para el grupo, que sigue resistiendo dentro de la casa. Sin embargo, algo ocurre entonces que puede ayudarles: el cielo se nubla completamente dejando una oscuridad total. En el interior de la casa comprenden que es el momento de intentar huir, no habrá otra oportunidad. Antonio MiracleRogelio Madrigal son los primeros en intentarlo, y salen de la casa corriendo, enseguida caen abatidos por los disparos. Quico lo intenta algo más tarde, pero lo hará reptando por el suelo lentamente, así consigue llegar hasta donde están los guardias civiles y se topa con uno de ellos que se mueve lentamente mientras va diciendo a media voz «¡no disparéis, que soy el teniente!». Quico dispara contra él a bocajarro y lo deja muerto. Comprende enseguida la oportunidad que se le presenta y decide hacerse pasar por aquel teniente ya muerto repitiendo lo de «¡no disparéis, que soy el teniente!». Gracias a esta argucia consigue finalmente escapar del cerco.

Al amanecer del 4 de enero, los guardias civiles descubren el cadáver del teniente y, antes de saber qué ha pasado, deciden asaltar la casa. Disparan contra las ventanas pero ya nadie responde a los disparos, entran finalmente y registran habitación por habitación hasta que encuentran y matan a Martín Ruiz, que estaba escondido en un horno de piedra. Siguen buscando por toda la casa, pero no encuentran a Quico. ¡Se les ha vuelto a escapar!

De buena mañana, a la ya considerable lista de altos mandos policiales presentes en la operación, se une uno más: nada menos que Eduardo Quintela. El antiguo jefe de la Brigada Político-Social está ya jubilado y vive en Galicia –su tierra–, pero al parecer no ha podido resistir la tentación de participar en la captura de su gran enemigo, a quien él no fue capaz de capturar y que lo dejó tantas veces en ridículo cuando lograba burlar su persecución.

Al amanecer del día 5 Quico entra en la estación de Fornells de la Selva. Nadie sabe cómo pudo llegar hasta allí, con una herida en la pierna, otra en una nalga y una tercera en el cuello. Subió a la locomotora de un tren correo y, encañonando con su pistola a los maquinistas, llega hasta Sant Celoni. Él quería llegar directamente a Barcelona, donde quizá podría encontrar ayuda y hasta un médico que le curara las heridas, pero el tren tiene que cambiar de máquina en Maçanet y seguir el viaje con nuevos maquinistas. Logra subir a la nueva máquina y hacerse con el control, pero ya sabe que en la próxima estación le estará esperando la policía, alertada por los maquinistas que acaban de ser relevados. Sobre las 8,00 horas, poco antes de llegar a la estación de Sant Celoni, ordena a los maquinistas reducir la velocidad para apearse. Arrastrando su pierna herida logra llegar y pregunta en la calle por un médico. Si lograra curarse las heridas, quizá podría huir. Pero todo es inútil, aunque logra llegar a casa del médico, se equivoca de puerta y se topa con un individuo que, al ver que va armado, se abalanza sobre él e inicia un forcejeo que termina cuando llega una de las patrullas que rondan la localidad en su busca. La patrulla está formada por un sargento de la Guardia Civil, un miembro del Somatén y un falangista. Disparan sobre Quico y, tras dejarlo muerto en el suelo, el somatenista descarga su arma sobre su rostro hasta desfigurarlo completamente. Eran aproximadamente las 9,00 horas del martes 5 de enero de 1960.

En 1939 llega la irremediable derrota de la República española. El último parte de guerra pone el punto final a tres años de resistencia heroica contra la avance del fascismo en Europa. Es el fin de un sueño de libertad y revolución y el principio de cuatro décadas de infamia. 

La represión que cae sobre el pueblo es brutal. En 1939 se encontraban presas en cárceles y campos de concentración aproximadamente un millón y medio de personas. En el periodo que va desde 1939 a 1945 la población reclusa sumaba 875.000 personas (un ocho por ciento de la población activa de la época). Según datos del Instituto Nacional de Estadística (INE) de 1951, entre 1939 y 1945 se produjeron en España 164.642 casos de muerte violenta.

Pese a todo este horror, serán muchos los que se negarán a rendirse y seguirán luchando dentro y fuera de nuestras fronteras. Los que partieron al exilio lo harán en la Resistencia francesa, en las fuerzas de la Francia Libre, desperdigados por Europa y el norte de África. Los que permanecieron en España unos se harán fuertes en los montes y los convertirán en sus nuevos frentes de batalla, otros trabajarán, bajo la amenaza permanente de la cárcel, la tortura o el paredón de fusilamiento, para reconstruir las organizaciones políticas y sindicales, y buscar espacios desde donde combatir la tiranía.

De la inmensa mayoría de esos hombres y mujeres no ha quedado ningún recuerdo y solo sabemos de su existencia por la huella que dejaron con su lucha. De otros, por el contrario, conocemos sus nombres, sabemos dónde lucharon y cómo murieron. Entre estos está Francesc Sabaté Llopart. Conservar su recuerdo y darlo a conocer a quienes nos rodean, no solo es un deber hacia ellos, sino hacia todos los que sabemos que lucharon con ellos, aunque no sepamos sus nombres. Pero, sobre todo, es un deber hacia nosotros mismos porque, al fin y al cabo, que conozcamos sus hazañas no puede hacerlos mejores a ellos, pero sí a nosotros. Nosotros no podemos ganar las batallas que ellos perdieron, pero ellos y el ejemplo que nos dejaron sí pueden ayudarnos a ganar las que nos toca librar a nosotros. 

1 comentario en “Quico Sabaté. Asesinado en enero de 1960

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