Francisco CARRASQUER
Su nombre y apellido nos suenan como un trallazo. Y, sin embargo, fue un holandés y, por si fuera poco, de La Haya, donde tienen fama de circunspectos y un poco redichos. Su estampa era muy poco holandesa, la verdad: algo chico y un poco morenucho; por su tipología más se acercaba a un sureño que a un nórdico. Desde joven estudió lenguas y culturas orientales y durante toda su vida osciló –un poco como Malraux– entre el Oriente y la Latinidad, especialmente la española. Porque desde que vino a luchar con nosotros contra el franquismo, quedó marcado para siempre por nuestra causa y, en su condición de hispanista antifranquista, lo conocí. Pero antes de irse de voluntario a las filas republicanas en 1936, ya había andado mucho mundo y se había pasado del socialismo al comunismo y de éste a un izquierdismo sin partido, independiente y crítico a todo trance. Su último giro que le desvía del comunismo definitivamente lo provocó el viaje que hizo a la Unión Soviética con André Gide, aquel famoso viraje que tanto revuelo armó en el Congreso de Valencia de 1937 y que incluso en el de 1987 siguió levantando ampollas retroactivas en los tardostalinistas vergonzantes. En todo caso, Jef Last fue capitán en nuestra guerra y después de haber luchado en nuestros frentes tuvo más de una contrariedad en su propio país por haber declarado el Gobierno holandés de entonces ilegal aquella participación del voluntariado extranjero en la primera lucha armada antifascista. Multitud de artículos y, poemas aparte, su experiencia de brigadista y de enamorado de la España libre la tiene escrita en su obra La tragedia española, un libro de unas 200 páginas en que también se reúnen sus Cartas desde España, 1935-1937 y su Reencuentro con España, mayo- junio 1961.
Nuestro título responde tanto a su peregrinar por el mundo de este a oeste y de norte a sur con sus viceversas, como a su transfuguismo ideológico que acaba por situarle en una posición de deriva con tan sólo un rumbo: mientras sea de izquierda… Claro que el mito de El Holandés Errante (que los holandeses llaman del Holandé Volante) de mi título hay que rectificarlo en la medida en que nos referimos a un holandés que no yerra, sino que está siempre frente y contra el error de su sociedad injusta a todas luces e hipócrita a sabiendas, como ya la denunció de una vez por todas el gran holandés Multatuli, campeón de las letras neerlandesas, a quien sigue no sólo en la literatura, sino también en su tesitura crítica, Jef Last. De ahí que sea símbolo de todo intelectual lúcido e insobornable, ese mito de la condena a navegar sin rumbo ni puerto, que pesa sobre todo rebelde libertario. (A este propósito no me resisto a expresar mi indignación por una desdichada frase del actor Juanjo Puigcorbé que, en una entrevista sobre la serie televisiva que prepara el director José María Forqué sobre Servet, debía: «Bueno, es que Servet era un ingenuo; no veía que no basta con tener la razón, sino que hay que tener el poden». Cuando fue precisamente quien tenía el poder y no la razón quien lo llevó a la hoguera. Cuando el tal Puigcorbé no sabe que, precisamente, quien tiene el poder deja de tener la razón y viceversa. Tratar de transformar la realidad en verdad humana no se hace con poder, sino con razón, respeto, delicadeza, buen gusto crítico y valor moral. Toda la diferencia está en que a Servet lo amamos, admiramos y emulamos, no por haber sido ingenuo, sino por haber sido genial y valiente, amante de la verdad y de la libertad; mientra que odiamos con toda nuestra (presunta) alma a Calvino por haber abusado del poder contra la valiente genialidad de nuestro Miguel.
Sí, de Jef Last podríamos seguir hablando mucho tiempo, pero nos parece que con dos poemas suyos lo diremos todo de él. Uno de corte costumbrista y denunciador de una triste situación social, y el segundo de una trágica experiencia del frente español.
EL BUSCAMONDAS
Al paso del mocito buscamondas
por las piedras mojadas y brillantes,
sus zuecos son palillos que redoblan
a ritmo vivo el parche de las calles.
«¡Mondaduras!»
Soy el buscamondas.
Denme algo pa comer mis animales,
todo lo que han dejado o que les sobra,
señoras y señores de esta calle:
mendrugos de pan seco, peladuras
con que mis bestias no se mueran de hambre.
«¡Mondaduras!»
Yo soy el buscamondas…
Pregona aprisa, a gritos; su voz
aguda y blanca, de mozuelo,
rebota entre paredes, contra aleros,
mezclándose al redoble de sus zuecos.
«¡Mondaduras!»
Aquí está el buscamondas.
Denme para mis bestias algún pienso,
que están en el establo calentitas
–donde yo por la noche también duermo–;
denme lo que ninguno haya querido
y con lo que me gane las judías…
«¡Mondaduras!»
Redoblan a compás ligero y vivo
por las calles en lluvia sus dos zuecos.
Pero no nota nadie, al darle un desperdicio,
en cómo se le alegran los ojillos
y le ríe la cara a este arrapiezo.
A UN COMPAÑERO CAÍDO
Florecía una rosa, blanca, en aquel campo pardo
flor de la muerte en medio de heridos aún muriendo.
Un joven rostro habla –al dar su último paso–
Sabido darse un aire vago de estar sonriendo.
«Tengo frío» –clamaban sus labios azulencos.
y con su mano, a tientas, buscaba al compañero.
Vi resbalar su vida al resbalar su sangre
y hacérseme su cara cada vez más amable.
«Un muerto más, inscrito en nuestra lista de héroes»,
Dios mío, qué náuseas en la boca esta palabra.
No, un niño que arrastró al bruto que arma al hombre,
un aliento de menos de boca que cantaba.
Un canto que se quiebra a la primera estrofa,
un corazón valiente que de pronto acribillan,
un compañero menos en nuestra senda angosta
y nocturna que andamos con barro a la rodilla.
Pero en esta mañana, un jo ven pajarillo
se ha puesto en una rama y hace sonar u arpa.
y para mí que oigo en sus alegres trinos
la voz de mi caído compañero que aún canta.
(Frente del Pardo, 16 de febrero de 1937)
Me ha parecido útil completar estas muestras de la sensibilidad de Jef Last , con unas declaraciones entusiastas y sinceras hechas en 1937, durante su contribución personal a la guerra contra el fascismo en España. Completo asimismo sus datos biográficos que señalan su nacimiento en La Haya, en 1898, y su muerte en Ámsterdam, en 1972. De su importante obra, destacan para nosotros La tragedia española (Ámsterdam, 1938) y España libre (Ámsterdam, 1946).
JEF LAST
Vine a España tan pronto como estalló la sublevación fascista –dice–. Me enrolé como miliciano en el batallón Sargento Vázquez, y he combatido en distinto sectores del frente madrileño. Mi entusiasmo por el pueblo español excede a todo cuanto pudiera decirle. Los camaradas que han luchado y luchan conmigo no sólo saben dar el pecho al enemigo como soldados valerosos, sino que procuran además ser útiles en cualquier otra ocupación que les reclame fortuitamente. Les he visto recoger la algarroba, transportándola en sus mantas de campaña, en lugares situados detrás y aun delante de la línea de fuego, aprovechando los momentos de calma o la oscuridad de la noche. Estos hombres, animados de una gran fe, un extraordinario ardor combativo y un incomparable espíritu de sacrificio, saben por qué luchan y contra lo qué luchan.
«He publicado –añade– tres folletos sobre la lucha sostenida aquí contra el fascismo internacional. Tendrá usted una idea del interés que existe en mi país por este asunto si le digo que en un mes han salido diez ediciones, con un total de treinta mil ejemplares. Estos folletos han sido traducidos también al francés. Entre diciembre y enero últimos tuve un permiso de unos días, que aproveché para ir a mi país. Debo confesarles que jamás pude soñar en un movimiento de simpatía hacia el pueblo español como el que pude observar allí. En este movimiento participa no sólo la clase obrera, sino también la clase media, e incluso algunos elementos pertenecientes a la alta burguesía. Pero muy especialmente la juventud católica. Tenga usted en cuenta que los publicistas católicos más conocidos y prestigiosos de Holanda, como Van Duinkerken y el doctor Brouwer, así como el gran escritor católico flamenco Van Walschap –de quien pienso, y conmigo toda la juventud literaria holandesa, que es el primer escritor de nuestra patria–, no sólo han expresado verbalmente su simpatía y adhesión a la causa del pueblo español, sino que han escrito folletos y manifiestos en favor de esa causa. Por lo que respecta a Van Duinkerken, ha organizado reuniones y actos, en algunos de lo cuales tomó parte el escritor católico José Bergamín. Yo tengo pruebas irrefutables –añade– de este movimiento en vuestro favor del pueblo holandés, movimiento que, como he dicho, abarca distinto sectores de la opinión pública holandesa. (Política, Madrid, 7 de julio de 1937.)
Publicado en Polémica, n.º 34, octubre 1988