Ignacio DE LLORENS
En homenaje a Benjamín Cano Ruiz, Polémica publicó unos meses después de su muerte, este artículo.
El pasar inapelable del tiempo nos va condenando a todos, y en nuestras agendas empiezan a menudear direcciones a los que resulta vano escribir. Esos son los riesgos de disfrutar de la amistad de hombres nacidos en los primeros años del siglo. Benjamín Cano Ruiz ha sido uno de esos entrañables amigos, que la muerte nos ha arrebatado el 5 de abril.
Conocí a Cano en 1981, lo frecuenté durante mis dos años de residencia en las antiguas tierras de Nueva España. En su casa de Naucalpan, mi compañera y yo fuimos comensales asiduos cada domingo, resarciendo nuestros maltrechos paladares con los manjares que María Rossell –la compañera de Cano, miembro de una familia anarquista de Rubí y fallecida hace ya más de cuatro años– nos preparaba con melindres maternales. La sobremesa se prolongaba hasta el anochecer, y se enriquecía siempre con la llegada de las familias Rossell y Viadiu y otros compañeros. Allí conversábamos de lo divino y lo humano, mientras íbamos confeccionando los números de Tierra y Libertad. Ahora todo ello es ya tan sólo un grato y entrañable recuerdo.
Cano había nacido en La Unión, Murcia, en 1908. Su familia, extremadamente humilde, emigró a tierras de Levante y Cataluña. Su hermano mayor, Tomás –fallecido hace un par de años– fue también un conocido militante, y estuvo deportado con Durruti y Ascaso en Bata. Cano, aquejado de asma desde la edad de cinco años, se dedicó al estudio y al cultivo de la poesía y la pintura, siempre que la dura tarea cotidiana de ganarse las lentejas se lo permitía. No obstante, a pesar de su siempre precaria salud, participó en actividades militanciales, y fue uno de los fundadores de la FAI en la albufera valenciana. Luego tuvo que exiliarse a París, donde aprendió el francés y frecuentó a los grupos anarquistas parisinos, conociendo a Faure, Majno, Armand y tantos otros. De París se trasladó a Argel, y allí se ganó la vida vendiendo sus propios cuadros y acuarelas, al tiempo que frecuentaba la bohemia local. Años más tarde recrearía el ambiente argelino en su libro de relatos Una noche en la kashba. Ya en la España republicana se hizo maestro racionalista y militó en las Juventudes Libertarias, siendo secretario de la regional catalana.
Por entonces se había introducido en las tareas editoriales. Cano contaba que fue el poeta anarquista Elías García quien le enseñó el oficio; gracias al cual pudo luego ganarse la vida en México. Todavía en España y desde el año 1937 hasta el fin de la guerra editó Tiempos nuevos en Barcelona, dando muestras siempre de su buen hacer. Cano fue quien maquetó y compuso el último número de la Solí, horas antes de la caída de Barcelona y en medio de la barahúnda y el pánico generalizado.
En México tuvo que ganarse la vida desempeñando los más variados oficios: como pintor de brocha gorda, como vendedor de perfumes que él mismo hacía, como corrector, etc., hasta que pudo montar su propia imprenta. Desde su comienzo fue uno de los principales animadores del grupo Tierra y Libertad, encargándose de la edición de libros, folletos, y del periódico y la revista homónimos. Para colaborar en la revista consiguió prestigiosas firmas, tales como las de Herbert Read, Rocker y el mismo Bertrand Russell, que llegó a enviar varias colaboraciones. Así, pues, gracias a los esfuerzos de Cano, José Viadiu, Liberto Callejas y tantos otros compañeros transterrados en México, las publicaciones de Tierra y Libertad están entre las mejores y más encomiables de cuantas fueron hechas por los exiliados españoles.
Conforme Cano fue conquistando cierta estabilidad económica, por más precaria que fuera ésta, pudo dedicar e a una paciente labor de estudio, fruto de la cual será el conjunto considerable de obras publicadas. En este sentido, los intereses intelectuales de Cano abarcan diversas vertientes: así, estudió con enjundioso ahínco los antecedentes históricos del anarquismo, rastreando en las antiguas civilizaciones mesopotámicas, egipcia y griega, aquellas muestras de pensamiento rebelde susceptibles de ser tenidas como manifestaciones libertarias. De ello dio testimonio escrito en su folleto Excursión sobre los fundamentos históricos del anarquismo (Ed. Tierra y Libertad, México, 1961).
Asimismo, Cano se preocupó de conocer en profundidad la vida y la obra de las grandes figuras del anarquismo. Fruto de ello fue, primeramente, la publicación del libro William Godwin. Su vida y su obra (Ed. Ideas, México, 1977). De hecho este texto era el primer estudio detallado que desde las filas del anarquismo hispánico se hacía del que fuera el fundador del anarquismo. A partir de entonces Cano concibió la idea de publicar antología de los principales pensadores libertarios, que fueron editada en Editores Mexicanos Unidos, por Fidel Miró. De este modo preparó la antología de Bakunin, Kropotkin, Malatesta, Ricardo Mella y Sebastián Faure. La colección se completaría con la excelente antología de Proudhon preparada por Víctor García y con la propia de Rocker a cargo de Abad de Santillán, la cual, a la postre, resucitaría la obra póstuma de éste.
Por último, el interés intelectual de Cano se centró en el estudio de la ciencia. Su formación, al respecto, era la común en el resto de compañeros libertarios de su generación que hubiesen hecho el esfuerzo de leer las obras que editaba la casa editorial Sempere de Valencia y que Federico Urales glosaba en sus publicaciones. Por lo tanto, a partir de Kropotkin y Büchner, Luria y Cajal, Reclus y Spencer, fue estableciendo una visión materialista y mecanicista del mundo. De ello, como hicieron algunos en los medios libertarios, coligió un determinismo ético que no se oponía, en su concepción, a la libertad, tal y como había planteado Hammon en Determinismo y responsabilidad. Durante los largos años del exilio, Cano tuvo ocasión de cimentar estos conceptos y los llevó a la arena polémica, nada menos que para medirse con el mejor polemista dentro del movimiento libertario español: José Peirats. Fruto de tan simpar duelo fue el libro Determinismo y voluntarismo, editado en Caracas en 1966 por Ediciones FIJL. Fue ésta una polémica enjundiosa, rigurosa y respetuosa. El primer sustrato de lecturas científicas fue paulatinamente enriquecido por Cano incorporando textos contemporáneos debidos a Einstein, Planck, Bohr, entre otros. El fruto de estas densas lecturas fueron los cientos de cuartillas que salieron de su pluma destinados a la Enciclopedia Anarquista, de cuya versión al castellano se encargó el grupo Tierra y Libertad, y de una manera preeminente el propio Cano. La colosal tarea que supone la edición de la Enciclopedia estuvo sometida a todo tipo de imperativos, desde, cómo no, el económico, a la desaparición de compañeros que habían arrostrado con buena parte del trabajo, como fue José Viadiu.
Cuando conocí a Cano, se estaba preparando la edición del segundo tomo, que debía finalizar completando los vocablos de la letra E. De hecho, Con lo ya publicado en la versión francesa de los años treinta, y con los nuevos vocablos hechos por el grupo editor castellano, debidos mayormente a Víctor García, Cappelletti, Tomás Cano Ruiz y José Muñoz Congost, no bastaba todavía, y quedaban siempre múltiples lagunas por cubrir. De todas estas lagunas, así como de la actualización de viejas definiciones, se encargaba el paciente Cano. Por aquel tiempo, yo temía las llamadas telefónicas de Cano: «Oye, estaba viendo los vocablos y resulta que no tenemos nada sobre «Escultura», y, claro, hay que decir algo, ¿por qué no lo haces tú? «¿Cómo, yo?, pero si no tengo puñetera idea». «Ándale, hombre». y claro, negarse equivalía a decirle que lo hiciese él, y así tuvimos que apechugar con terribles escolios, tales como la dichosa escultura, estética, estructuralismo… Menos mal que luego venían Ismael, el hijo de José Viadiu y Libertad Ródenas, y su compañera Rosita, que lo corregían y pulían todo.
Además de las tareas enciclopédicas, de sus libros, de sus múltiples artículos, la obra de alguna manera cumbre de B. Cano Ruiz fue ¿Qué es el anarquismo?, editado en México en 1986. De hecho, Cano se propuso confeccionar un compendio en el que se sistematizaron los aspectos fundamentales del pensamiento anarquista, así como una síntesis de los principales logros de los movimientos revolucionarios libertarios. En su propio taller fue imprimiendo la obra, corrigiendo las galeradas él mismo y preparando una excelente presentación, profusamente ilustrada. De alguna manera, pues, Cano quiso dejar un valioso testimonio de tantos años de estudio.
En su última carta, escrita un par de meses antes de su muerte, se quejaba: «Mi capacidad de trabajo ha disminuido terriblemente. Mi salud continúa, pero todavía resisto y espero llegar hasta el 24 de marzo próximo para cumplir 80 años. iSon realmente una burrada de años!». Consiguió acceder a esa burrada, pero sólo por unos pocos días. Me pedía que le enviase el libro de memorias de Federica, que habrá llegado a su apartado después de su fallecimiento, y un libro sobre la filosofía contemporánea.
Con su muerte, la obra del grupo Tierra y Libertad se halla amenazada de desaparecer. Hace un par de años moría Domingo Rojas, que era quien llevaba la administración y los contactos, y ahora sólo quedan en el grupo su hijo Eliseo, Ismael Viadiu, que es un excelente traductor de ruso e inglés y corrector de oficio, su compañera Rosita, traductora de francés, y Ricardo G. Guilarte, animador del grupo. A ellos tal vez puedan sumarse la colaboración de compañeros de la CNT como Portilla y Subirats, y pocos más. No obstante, sería una lástima que las publicaciones tuvieran que suspenderse. Desde aquí, con el recuerdo emocionado de Cano, vaya para todos ellos nuestro apoyo incondicional y el más cordial saludo.
Publicado en Polémica, n.º 33, julio 1988
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