Ramón ÁLVAREZ
Hay una especie de tabú, una complicidad del silencio sobre el comportamiento libertario durante el periodo de la Guerra Civil de 1936-1939. Pocas de las figuras anarquistas comprometidas en aquella epopeya se atreven a reivindicar lo que otros presentamos y defendemos como el gran acierto de los militantes de la CNT y del anarquismo. Se han prodigado, en cambio, los que después de haber sido ministros, jefes militares, consejeros, alcaldes, policías y carceleros, han hecho público acto de contrición, intentando tranquilizar su conciencia por haber arrastrado al fracaso y a la inmolación a un pueblo como el nuestro: generoso en el combate, que supo morir con altivez en los frentes, asesinado en senderos y caminos vecinales o caído –¡gritando libertad!– en los siniestros recintos de la muerte.
Antes de que se extinga la generación de la guerra, este fenómeno debería explicarse en tribuna abierta, para que las generaciones que llegan cuenten con los elementos históricos que faciliten su propio análisis y sus conclusiones, despojadas de la pasión que encendió el ánimo de los protagonistas.
Saliendo al paso de interpretaciones torcidas, respecto a nuestras convicciones, obra de sectarios y advenedizos, afirmamos que las tenemos bien ancladas y asimiladas con pleno entendimiento, lo que nos lleva a mantener que en la España de 1936, sin una organización obrera como la CNT y sin una militancia que sabía distinguir entre coherencia y sumisión, disciplina y obediencia cuartelera, es muy probable que el ejército sublevado hubiese impuesto su voluntad sin un solo disparo, limitándose al hecho de proclamar el Estado de guerra. Pero el fascismo tropezó con unos hombres que no esperaron, para afrontar la inminencia del peligro, las órdenes de ninguna ejecutiva ni comité director. Prepararon la respuesta inmediata a las amenazas que estaban en la atmósfera y que no admitían aplazamiento ni consultas previas, más que con la propia conciencia. Y así, con la noción clara de los deberes urgentes, logramos persuadir a otras fuerzas de signo liberal y obrerista.
Nadie puede negar tampoco, que solo nosotros procuramos dar contenido revolucionario a la contienda, ni que los hombres de la CNT comprendimos pronto que todo naufragaría en los moldes de un nuevo Estado capitalista, incluso una victoria militar de la República, si nuestras realizaciones constructivas –al desarrollarse y lesionar intereses tradicionales– no contasen con la protección de una cobertura armada.
Lo primero que deben plantearse los fanáticos del partidismo es si a las fuerzas políticas y sindicales que lucharon unidas frente al alzamiento les estaba permitido el lujo demencial de abrir, entre ellas, la lucha por el predominio de una de las tendencias. Semejante locura hubiera facilitado el triunfo de la reacción.
Si la insensatez y el tremendismo de cuantos creen haber encontrado en la derrota militar razones suplementarias de su «visión», hubiesen conseguido imponer el criterio maximalista, seguramente la CNT habría vencido en Barcelona, Valencia y Gijón, pero la hubiesen aplastado en otros puntos de la geografía, comprometiendo, además, toda esperanza de triunfar sobre el enemigo de todos. Los gobiernos de Europa, acobardados ya por las arrogancias del fascismo internacional, tanto como por el miedo al triunfo de una auténtica revolución, hubieran cerrado a cal y canto las fronteras. Rusia, que comerciaba con la República, imponiendo condiciones leoninas a sabiendas de que no podíamos rechazarlas ni discutirlas –dada nuestra indigencia en suministros– cuando viese que poníamos fuera de juego a sus propios satélites pondría freno a sus envíos, acelerando la devastadora agresión de las potencias del eje, como lo revela el ejemplo de Polonia, despedazada por la acción combinada de los ejércitos de Hitler y Stalin.
Frente a esos irrebatibles argumentos, la opción de aglutinar el esfuerzo ciudadano era la única que se ofrecía a cualquier mente equilibrada y consciente de lo que nos estábamos jugando. Antes de que ninguna figura lo proclamase ni lo formalizara la sanción de Comités o Plenos, la estrategia que condicionó la conducta colectiva durante la pelea, se elaboró en la calle desde los primeros días, Surgió espontáneamente de cuantos hacían frente al enemigo de las libertades, el deseo y la necesidad de colaborar estrechamente. Los Comités y militantes de España entera operaron con sorprendente coincidencia, pese a que la táctica dominante rompía brutalmente y sin transiciones con los acuerdos del reciente Congreso de Zaragoza.
Nadie, en ninguna ciudad española, llevó su audacia a clavar la bandera de sus finalidades partidistas en lo alto de las barricadas defendidas por grupos heterogéneos que se batían por la misma causa.
Es verdad que, ya muy entrados en la lucha, aparecieron opositores a la línea responsable de la CNT, en sus propias filas, pero francamente insignificantes y con más tinte antimilitarista que contra la intervención en los organismos públicos, nacidos unos al calor de la lucha y los más heredados de la situación anterior, aunque fuertemente influidos por nuestra presencia.
Solidaridad obrera publicaba el 7 de septiembre de 1978 estas escandalosas afirmaciones bajo el título «Los amigos de Durruti»:
…Para terminar es necesario precisar que los fundadores de la agrupación Los amigos de Durruti fueron los milicianos de la columna Durruti que rechazara de pleno la militarización y se trasladaron con armas y bagajes a la retaguardia como repudio al ejército popular controlado por mandos stalinianos. Se nos ha combatido mucho, pero fuimos «los amigos de Durruti» quienes revalorizamos una CNT hecha pedazos por sus Comités contrarrevolucionarios y revalorizamos también los principios anarquistas que habían sido pisoteados por la participación gubernamental…
Mejor será dejar la respuesta al propio Durruti por medio del Boletín de Guerra de la columna que lleva su nombre:
PARA LOS LLAMADOS A FILAS:
Por acuerdo del Comité de Guerra del frente de Aragón, y siempre de acuerdo con el Comité Superior de Milicias Antifascistas de Barcelona se pone en conocimiento de todos los reclutas de los reemplazos llamados por decretos del Gobierno, que no puede tolerarse de ninguna de las maneras que con el pretexto de la desmilitarización y constitución de las milicias antifascistas existan ciudadanos que se queden en sus casas mientras los amantes de la libertad luchan en la calle. Por lo tanto, este Comité, de acuerdo siempre con el Comité Superior y Central de Milicias Antifascistas de Barcelona, ordena a todos los incluidos en los decretos mencionados de incorporación a filas que se presenten con toda urgencia en sus respectivos cuarteles o en alguna milicia controlada por los partidos u organizaciones obreras, dando éstas cuenta a los cuarteles donde debieran haberse presentado los milicianos en ellas existentes, para el debido control y para que jamás pueda ningún camarada perteneciente a estos reemplazos quedarse en casa mientras los demás luchan en bien de sus intereses.
Sariñena, 26 de agosto de 1936.
Por el Comité de Guerra: Buenaventura Durruti, CNT; Antonio Ortiz, CNT; Cristóbal Aldabaldetrecu, CNT; José del Barrio, UGT; Jorge Arquer, POUM; Franco Quinza, Aviación; Coronel Villalba, Comandante Reyes, Aviación, Capitán Medrano; Capitán Menéndez; Teniente Coronel Joaquín Blanco.1
EL FRENTE, núm. 3
Pina de Ebro, 27 de agosto de 1936
El mismo periódico (28-5-1937) anunciaba:
Dando cumplimiento al acuerdo recaído en el Pleno Regional de Locales, Comarcales, celebrado en Barcelona el día 22 de los corrientes, sobre el comportamiento de los componentes de la entidad denominada Los Amigos de Durruti, quienes en diferentes manifiestos hechos públicos los días 4 y 5 de mayo y otro posterior a ambas fechas, así como en su periódico El amigo del pueblo, de fecha 20 de los corrientes, reitera gravísimas calumnias contra el Comité Regional de la CNT y contra algunos militantes de ambas organizaciones (confederal y específica) y habiendo finido en más del doble el plazo dado por el mencionado Pleno para que se presentasen las pruebas acusatorias pertinentes, y como éstas no han sido presentadas a pesar de todos los requerimientos, comunicamos a las dos organizaciones, confederal y anarquista, que deben proceder a la expulsión, del seno de las mismas, de todos los pertenecientes a dicha entidad Los Amigos de Durruti, que no hagan pública manifestación en contra de la posición mantenida por dicha agrupación.
Firman: el Comité Regional de la CNT, FAI de Cataluña y Federación
Local de Sindicatos Únicos de Barcelona.
Los antagonismos internos respecto a ese importante periodo de la historia confederal se incrementaron ya perdida la guerra, cuando estábamos en el destierro los que pudimos huir de la gran matanza; hasta que los últimos organismos gubernamentales de la República, instalados en Francia, cerraban sus puertas bajo la presión del avance alemán, estuvimos representados precisamente por las figuras que tremolando un puritanismo repentino y oportunista volvieron a los cargos en 1945 –libre ya Europa de los nazis– para no soltarlos.
Hasta que el SERE, que alguien calificó con fino sentido del humor de «Cueva de Alí-Babá», puso fin a su gestión, todo lo que puede manejarse como documentación oficial libertaria son testimonios escritos en los que aparecen confesiones emocionadas como éstas:
Más elocuentes que las palabras son los hechos, y ellos nos dicen: En catorce meses –desde el 19 de julio hasta la fecha– la CNT y la FAI han celebrado trece plenos regionales y nacionales de Regionales; puede decirse un pleno por mes, con los consiguientes plenos regionales de locales y comarcales. Se han emitido 88 circulares a la organización, orientando y consultando sobre todos los extremos… y la FAl independientemente de lo realizado en la acción conjunta, ha celebrado tres plenos nacionales de regionales, y publica también un Boletín de orientación a todo el Movimiento y otro «Boletín del Militante», distribuido a la militancia y publicado bisemanalmente.
La Organización se rige de acuerdo con las más puras normas federalistas y por un sistema lo más equilibrado y justo posible: la ley de mayorías que no aplasta a la minorías pero que pide de ella respeto y acatamiento […]. No someterse a los acuerdos adoptados por la mayoría es pretender que una minoría imponga su voluntad o pugne por el descrédito de la organización entera.
Al fascismo internacional no se le vence con grupos de héroes desprovistos de armamento y organización. De ahí la precisión del ejército.
Cuando se tiene que sostener una guerra con todas las consecuencias el pueblo no puede conceder importancia a las divergencias de partido, ni de los diversos sectores, por no poder restar ni un solo gramo de energía a la causa de los combatientes leales. Por ello hay que mantener, a toda costa, el frente antifascista.
La pérdida de la guerra, con la victoria del fascismo, hace imposible de inmediato toda la transformación social benefactora para la clase obrera. De ahí la necesidad de supeditar todo al triunfo de la lucha contra el fascismo.
Entre los firmantes de ese escrito que reivindico plenamente, figura Federica Montseny, que necesitó desdecirse para abanderar una oposición larvada que le devolviese el poder.
Decir ahora, para seguir en el machito de la inconsecuencia, que la participación política fue un error, descalifica para seguir oficiando de mentor o mentora de otra etapa, ya que los «errores» de la anterior costaron la vida a cientos de miles de jóvenes que eran la esperanza y la promesa del movimiento libertario.
Al día siguiente de incorporarse al Gobierno de Largo Caballero los cuatro ministros, la CNT lanzó un manifiesto con las motivaciones determinantes de aquella polémica estrategia libertaria de colaboración política, casi huérfana de defensores a los cincuenta años vista y que sigue constituyendo manantial inagotable para historiadores y sociólogos:
DECLARACION DE LA CONFEDERACION NACIONAL DEL TRABAJO
Con motivo de la incorporación de representantes de nuestra central sindical en el Gobierno de la República, queremos hacer públicas las razones que han motivado esta determinación por nuestra parte.
Convencidos desde el mismo instante en que comenzó la lucha contra el fascismo que el éxito de ésta dependía exclusivamente de la efectividad con que el proletariado realizase la unidad de acción, ha sido norma constante de nuestra sindical coordinar la magnitud de sus poderosos resortes de lucha con los demás sectores antifascistas. La prolongación de la lucha y el proceso revolucionario determinado por la misma, ya desde hace unos meses, exigían una participación directa de la CNT en la dirección política y administrativa del país para garantizar la seguridad del aplastamiento del fascismo y realizar la reconstrucción económica de la retaguardia. Atentos a esta realidad, propusimos públicamente a todos los partidos políticos y organizaciones obreras, la creación del organismo nacional en que podrían coordinarse los esfuerzos de todos: el Consejo Nacional de Defensa, en el que marxistas y CNT se vieran igualmente representados, además de los republicanos. A pesar de haber sido señalada como un gran acierto nuestra iniciativa por todos los sectores antifascistas, no obtuvo el asentimiento de los principales partidos políticos, dificultándose de este modo (por aquellos sectores) el camino de la solución que todos, sin embargo, deseábamos por igual.
La situación que se creaba por esta incomprensión de aquellas fracciones y el firme convencimiento nuestro, ya expuesto, nos han decidido, a pesar de que por ser nosotros la primera y más numerosa fuerza antifascista del país podríamos mantenemos en una posición de intransigencia, a dar las máximas facilidades para que la incorporación nuestra al Gobierno de la República no se demorase por más tiempo, hemos llegado, en aras de este propósito, a reducir a cuatro el número de ministros de representación de la CNT en el Gobierno.
Factor principalísimo de nuestra decisión, es la delicada situación de algunos frentes de guerra, y muy principalmente los del Centro, donde el enemigo está ya a las puertas de Madrid, y por esto, en estos momentos de tan honda responsabilidad histórica, conscientes de la esperanza que al pueblo en general ha de llevar el hecho de que estemos presentes en el Gobierno y seguros de que este acontecimiento ha de ser la mejor garantía de que la lucha contra el fascismo será llevada a cabo por el sendero de la victoria, no hemos vacilado en hacer este sacrificio por el pueblo trabajador, al que nos debemos y por cuya causa luchamos.
A nuestros confederados de toda España, a todos nuestros sindicatos y organismos, instamos con esta declaración a que coordinen sus esfuerzos y movilicen todos sus resortes y actividades para asegurar la defensa de Madrid y su abastecimiento, y la victoria sobre todos los frentes de guerra de España entera.
Que la entrada de la CNT en el Gobierno marque la nueva época de la lucha decisiva contra el fascismo y alumbre la victoria.
Madrid, 5 de noviembre de 1936
EL COMITE NACIONAL
Quienes pasan como sobre ascuas al analizar lo que significó la guerra civil, y de modo muy concreto los fanáticos que no han querido ver en la participación gubernamental de la CNT más que una vulgar claudicación, parecen ignorar que buena parte de la clase política opuso soterrada resistencia a la entrada de los libertarios en el campo político, reservado a los profesionales. Manejaban, para ello, preceptos constitucionales, interpretaciones jurídicas dimanantes de un derecho de andar por casa, para que se nos mantuviese al margen, dejando la gobernación del país a los partidos, aunque sentían la necesidad de asociarnos a las responsabilidades directoras en los momentos trágicos que se vivían.
Había también partidarios sinceros de nuestra presencia, como Largo Caballero, que fuera del Gobierno en circunstancias de sobra conocidas, en un acto celebrado en Madrid, el 18 de octubre de 1937, teatro Pardiñas, sostenía:
Naturalmente que hubo, por parte de los compañeros de la Confederación un deseo excesivo, como en todo novicio en la vida pública. Lo digo con toda fraternidad a estos camaradas: son un poco inocentes en política. Todavía creen que todos somos buenas personas. Piensan que en política basta el razonamiento, basta tener razón. ¡Bah! Ya se irán convenciendo de que no es así; que la política por desgracia tiene muchos recovecos. Querían que en el Gobierno hubiera una representación proporcional a cada fuerza representada. De atenderse la demanda, resultaría mayoría para los Sindicatos… Los partidos políticos en general, decían: «Aquí hay un peligro. Estos (los cenetistas) vienen ahora a desbancarnos y, naturalmente, hay que defenderse…»
Las primeras exploraciones de acercamiento entre la CNT y el Gobierno presidido por Largo Caballero, aparecen en forma de interviú de la Agencia de noticias Febus a David Antona, Secretario del Comité Nacional cenetista, quien asegura que «el problema tiene dos vertientes. Si la CNT ha de atenerse actualmente a su trayectoria filosófica y revolucionaria no podríamos apoyar al Gobierno. Pero, por encima de las razones ideológicas está la necesidad de un Gobierno que canalice los esfuerzos populares hacia el triunfo».
Un pleno nacional de la CNT celebrado el 3 de septiembre, después de examinar la propuesta de la UGT orientada a la colaboración directa con el Gobierno, acordó mantener su postura de lucha armada. Y mostrando el deseo de colaboración, transmitió al Gobierno la idea de que en todos los departamentos gubernamentales se constituyeran Juntas con la participación de dos representantes de la CNT, dos de la UGT, dos del Frente Popular y un asesor del propio Gobierno.
El Gobierno lo aceptó complacido, reiterando la necesidad de que nos decidiésemos a colaborar en el seno del gabinete.
La CNT celebra un Pleno Nacional de Regionales, esta vez con la presencia de Asturias, y analiza la oferta de Largo Caballero para que la organización cenetista comparta las responsabilidades de gobierno. Resumiendo los debates se elaboró un dictamen que firman Juan López, Federica Montseny y Aurelio Álvarez, este último representando a la regional asturiana y que, con Avelino Salas, fue apresado al regreso en un buque de carga y fusilado.
Conviene destacar que el documento del plenario confiesa la necesidad compartida de crear el organismo que aglutine todos los esfuerzos y voluntades, y recomienda actuar con la máxima urgencia, preparando a la opinión pública y estableciendo el diálogo con los sectores socialista y republicano para llegar cuanto antes a la constitución, en Madrid, de un Consejo Nacional de Defensa, compuesto por todas las entidades que luchan contra el fascismo, y con esta proporcionalidad: cinco delegados de la UGT (marxistas) cinco de la CNT y cuatro republicanos. Presidencia del consejo, Largo Caballero. La constitución de este Consejo presupone la continuidad de la Presidencia de la República en la persona que la detenta y con el mismo espíritu que viene observando.
Aboga por un federalismo local, provincial, regional y nacional en sus dos facetas de administración política y económica e implantación de los Consejos de Defensa, sustituyendo a los ayuntamientos, diputaciones y gobiernos civiles, transformación de los ministerios, adaptándolos al modo que aconsejan las circunstancias: Relaciones Exteriores, Orden Público, Guerra (Aviación y Marina, inclusive) Comunicaciones y Propaganda, Instrucción Pública, Hacienda, Agricultura, Industria, Transportes, Comercio, Abastos, Obras Públicas, Trabajo y Sanidad.
Creación de la Milicia Popular para fines de Orden Público, Milicias de guerra con carácter obligatorio… Creación de una Dirección Militar única, constituyendo un Comisariado de Guerra, nombrado por el Consejo Nacional de Defensa y con representantes de los tres sectores que luchan contra el fascismo.
Creación de Tribunal Popular y un Cuerpo Jurídico provisional, integrado igualmente por los sectores combatientes. Socialización de la Banca y fin de la usura; de los bienes de la Iglesia, de los terratenientes, de la gran industria y comercio; transportes en general, así como las empresas de cualquier volumen, cuyo auxilio a la rebelión resultase comprobado; control obrero en las industrias y comercios privados; usufructo por los Sindicatos de los medios de producción y cambio que sean socializados; libre experimentación en los pueblos que, por su especial posición, no perturben la marcha normal de la economía; planificación de la gran industria y de los cultivos más importantes.
Lucha por la paz a base de la acción internacional del proletariado, reorganización de la diplomacia y convocatoria de una Conferencia internacional de todos los antifascistas con vistas a la fundación de una solidaridad eficiente.
Cataluña rompió el fuego de la participación gubernamental tras la celebración de un Pleno Regional de Sindicatos, celebrado del 24 al 26 de septiembre de 1936, pocos días después del comicio nacional que tuvo lugar en Madrid y que presentó a Largo Caballero la conveniencia de sustituir el Gobierno por una Junta Nacional de Defensa.
Al Pleno catalán asistieron 505 delegados representando a 227 Sindicatos. La prensa comentó la sensacional noticia de la incorporación de la CNT al Consejo de la Generalidad de Cataluña.
Se produjo el hecho en la Regional que contaba con mayor número de militantes calificados y donde habría de brotar alguna oposición, claramente minoritaria y más bien de tipo antimilitarista, aunque fueron escasísimos los que rechazaron el nombramiento de oficiales o jefes en el nuevo ejército surgido de la lucha.
La desinformación, y más aún el fanatismo, hicieron que se estableciese una falsa frontera entre los que compartimos la que fue línea de la CNT a lo largo de la guerra y el radicalismo clásico.
Será una sorpresa para muchos conocer esta opinión de Federico Urales, expresada a las cuarenta y ocho horas desde Solidaridad obrera (29-9-36):
Decir que la CNT y los anarquistas no son políticos y que ahora quieren serlo, por reclamar una participación en la dirección de la fábrica gubernamental (?) es como decir que los libertarios hemos de desempeñar la misión que en la sociedad burguesa desempeñan los asalariados: el de instrumentos, el de subalternos, el de «silencio, aunque te maten».
Políticos lo fueron los anarquistas, no al pedir la participación en los destinos de España, sino antes: al coger el fusil para influir en aquellos destinos. Y entonces nadie se lo echó en cara…
Los anarquistas hemos demostrado que servimos para muchas cosas, incluso para ser en exceso confiados, pero no para tontos.
Hace tiempo dijimos: antes que la dictadura burguesa, la proletaria… Todos los antifascistas han de ser dignos de este momento. En nuestras manos está la salvación de las libertades del mundo. Hemos de salvarlas con nuestros pechos, con nuestra lealtad y con nuestra TRANSIGENCIA.
Antonio Moreno, delegado del Comité Nacional, llega a Gijón en octubre de 1936 y en el Pleno Regional que se celebra en el cine Salón Doré, el día 26, suministra una completa información de la marcha de la guerra en todos los frentes y de las gestiones llevadas a cabo por nuestra representación nacional, de las que se desprende, según el acta, que el gobierno era opuesto a la sugerencia de constituir un Consejo Nacional de Defensa, porque, sin cambiar para nada sus funciones vería mermada la ventaja que suponía mantener la continuidad legal y disfrutar los derechos de acreditar una embajada en la mayoría de las naciones, cosa que desaparecía si, como ocurre a los sublevados, optamos por ser un Consejo o una Junta de emergencia.
Se hicieron, no obstante, algunas concesiones, que si bien no satisfacían la primera propuesta, permitían a la CNT controlar algunos de los principales ministerios, como Guerra, con la creación del Comisariado, y en Industria y Comercio, donde también dispondremos de una delegación para cuanto afecte a la producción y el abastecimiento.
Añadió el delegado del CN que éste ya cuenta con un voto de confianza de toda la organización –salvo Asturias que no pudo estar en el último Pleno– para resolver la situación en la forma que estime más conveniente para los intereses de la Organización. Mi mandato, concluyó, es que los asturianos señaléis la conducta que hemos de seguir…
Intervinieron en el debate, entre otros, los compañeros Ramón Álvarez, Acracio Bartolomé, Penido, Avelino González, Entrialgo y algunos más, sin que se registre la menor oposición, siendo unánime la decisión de la participación en el Gobierno. Nada de ministros sin cartera, subraya el acuerdo. Los ministerios que se nos concedan lo serán con total responsabilidad y en la proporción que corresponda a nuestra importante influencia.
Avelino G. Entrialgo, que formaba parte del Comité Nacional en representación de Asturias, desde el 30 de octubre de 1936, integró con Horacio Prieto y Mariano Cardona, la comisión que visitó a Largo Caballero para negociar la entrada de la CNT en el Gobierno. Disponemos de 32 cuartillas de su puño y letra explicando pormenorizadamente lo que fueron las conversaciones previas al 4 de noviembre. Entrialgo en una carta personal, señala que «hay que atenerse a mi informe, si se quiere ser veraz acerca de lo que fue la entrada de la CNT en el Gobierno». En el primer encuentro, Largo Caballero, decidido partidario de nuestra participación en las tareas de gobierno, dice que no tiene a punto la fórmula que pueda permitir resolver la situación, ya que el peligro que se cierne sobre la capital hace impensable abrir una crisis ministerial. El argumento esgrimido por la delegación, a la vista de los peligros, es de peso: considera que nuestra intervención significaría una inyección que elevaría la moral combatiente y ciudadana. En otra entrevista posterior, sugiere Caballero el desdoblamiento de dos ministerios para que la CNT entre con dos ministros, oferta que se rechaza, estimando que se nos deben atribuir cinco carteras, reivindicando para la CNT, Guerra, Gobernación y Hacienda, más otras dos.
Caballero considera que sustituir ministros implicaría la crisis que debe evitarse de cara a la buena imagen en el extranjero. Y propone, para nosotros, Justicia, Instrucción Pública y Sanidad e Industria y Comercio. Reunido el Comité Nacional se barajan nombres para ministros: Avelino G. Mallada, Juan López, Eleuterio Quintanilla y Horacio Prieto. Después de un debate entre los reunidos, quedan elegidos Juan Peiró, Juan López, Juan García Oliver y Federica Montseny.
Reservamos otros aspectos del episodio y de lo que fue la salida de Madrid del Gobierno y del Comité Nacional de la CNT, para atenernos a la entrada en el Gobierno, aprobada por todas las Regionales, sin excepción y asumida por los designados para integrar el gabinete. En las notas de Entrialgo está recogida la impresión global de los dos acontecimientos y el comportamiento de los protagonistas, que no era, en el momento en que se daba por perdida la capital, tan arrogante como se ha mostrado cuando ya todo es historia.
Cuando se reunió el Pleno Regional de Asturias, León y Palencia, los días 19 y 20 de diciembre, en el cine Roxy, donde fueron elegidos Silverio Tuñón, como Secretario General y José Valdés, tesorero, cargos que ostentaron hasta el final de la guerra en Asturias, Avelino G. Entrialgo, que se encontraba entre nosotros, representando al Comité Nacional, suministró una amplia información de su gestión, en la que destacan los principales acontecimientos a que nos referimos, sin descuidar otros muchos que aparecen reflejados en las actas y la prensa local de aquellos días.
Horacio Prieto, en el libro de su hijo1 nos cuenta:
En principio, Federica se oponía. Hija de Federico Urales y de Soledad Gustavo, impregnada de anarquismo desde su infancia no podía renegar de su pasado ni de sus convicciones. Horacio le replicó que nombraría a otra mujer para reemplazarla, porque era necesario impresionar a la opinión pública. iUna mujer ministro en España, qué acontecimiento! iY anarquista, además! Federica, ofendida en su amor propio, pidió un tiempo de reflexión. Horacio le concedió 24 horas. Al día siguiente aceptó; su padre Federico Urales, le había aconsejado participar en el Gobierno.
Ya perdida la guerra y la posibilidad de ocupar funciones ministeriales, vino la vuelta al radicalismo más insensato y a la demagogia que provocaron escisiones y violencias de los arrepentidos tardíos, que nos pusieron al borde de la extinción.
Cuando los que esperaron a salir de los ministerios, para convertirse en críticos implacables, exigían comprensión y acatamiento, los asturianos demostrábamos tener conciencia de las actitudes que escalonadamente convenía ir observando.
No perdíamos de vista las metas del enemigo: «Es notable, sin embargo, que la primera e inmediata acción social de los sublevados se dirigía a la eliminación de la legislación social más avanzada de la república. Y eso sí que figuraba en los planes de la conspiración.
Era no ya la revolución, sino los efectos del reformismo burgués republicano lo que los sublevados querían eliminar. Y en ese sentido es en el que cabe hablar, más que de una contrarrevolución social, de una reacción restauradora de las estructuras sociales características de la España agraria oligárquica que se tenían por amenazadas. Y con ello toda una tradición cultural, unas pautas de pensamiento político, unas concepciones religiosas y morales, una determinada interpretación de la historia española… No ya defenderse de una revolución, sino eliminar el acervo de la tradición liberal. Esa es, en resumidas cuentas, la significación social e ideológica de «la verdadera España».2
Así, desde nuestra prensa (CNT, 7-2-1937) advertíamos:
Seguimos siendo oposición. Mientras no se haya liquidado total y completamente todo principio burgués y estatal, seguiremos siéndolo. Nos conviene y conviene a la clase trabajadora y a la Revolución. Pero no olvidemos que tenemos ministros, concejales, gobernadores, soldados y policías, y que ello modifica los perfiles de nuestro oposicionismo. Oposición, sí. Y cuanto con mayor entereza mejor. Pero oposición reflexiva, responsable y serena…
…Pero la revolución, que no se produce aquí según las clásicas conclusiones del sindicalismo libertario, acepta el gobierno representativo. Nuestra presencia en los órganos genuinamente políticos del Estado, dice lo bastante en cuanto a las características del nuevo orden social…
No es la que vivimos una revolución exclusiva y absolutamente nuestra. La sociedad que estamos montando tiene sus orígenes en un acontecimiento subversivo provocado por los enemigos de la clase obrera con el deseo de ahogarla. Va contra el proletariado organizado que se adiestra en los sindicatos y adquiere, mediante su capacidad constructiva, la categoría de clase rectora… No nos hacemos ilusiones: ni la anarquía se encuentra a la salida de cualquier bocacalle ni se descuelga como agua de lluvia. Pero la clase trabajadora tiene hoy expedito el camino y debe organizar, pese a las deficiencias consustanciales a toda honda transformación en sus primeros pasos, el orden socialista de modo más o menos perfecto. Lo interesante es comenzar, barrer y superar obstáculos. Y para empezar, precisas son instituciones con las que el obrero está familiarizado. El sindicato es la institución que las circunstancias imponen como instrumento regulador de la economía…
Los anarquistas del mundo, salvo raras excepciones que supimos agradecer, faltos de la sensibilidad que procura vivir los acontecimientos que se analizan, se rasgaron las vestiduras.
Daniel Guerín, en su obra El anarquismo, formula una terrible diatriba contra la intervención de la CNT y de los anarquistas en las tareas gubernamentales, pero reconoce (pág. 169): que la derrota de la revolución española privó al anarquismo de su único baluarte en el mundo. En otro lugar, seguramente sin proponérselo, aprueba lo que hicimos en el periodo de la guerra civil, al explicar por qué los bolcheviques, derribando al zar y luego al Gobierno provisional de Kerensky, precisamente con la destacada participación de los anarquistas, acabó liquidándolos.
Mucho antes de que el partido de Lenin lo proclamara, los anarquistas inscribieron en sus banderas TODO EL PODER A LOS SOVIETS (dado que no existían sindicatos ni experiencia sindicalista), y fueron nuestros compañeros los animadores del movimiento de socialización espontánea de la vivienda, casi siempre contra el criterio de los bolcheviques, y contribuyeron decisivamente a la ocupación de las fábricas y su puesta en funcionamiento.
Durante las jornadas revolucionarias que pusieron fin a la república burguesa de Kerensky, los anarquistas estuvieron a la cabeza de todos los combates, especialmente en el Regimiento de Dvinsky que, a las órdenes de veteranos libertarios como Gratchov y Fedotov, desalojaron a los cadetes contrarrevolucionarios. Fue el anarquista Anatole Gelezniakov, con su destacamento, quien dispersó la asamblea constituyente: los bolcheviques se limitaron a ratificar el hecho consumado. Otros muchos destacamentos formados por anarquistas o dirigidos por ellos (como Mokrooussov, Tcherniak, etc.), lucharon sin tregua contra los ejércitos blancos desde 1918 a 1920, sin hablar ahora de las históricas y victoriosas batallas reñidas por Néstor Majno, que se vio obligado a huir perseguido por los bolcheviques.
No había ni una sola ciudad importante rusa, donde no existieran organizaciones anarquistas que difundieran periódicos, revistas ilustradas, manifiestos, folletos y libros. En Petrogrado publicaban dos semanarios y un diario, en Moscú, con una tirada de 25.000 ejemplares cada uno. La influencia de los anarquistas aumentaba a medida que progresaba la revolución.
El 6 de abril de 1918, el capitán francés, Jacques Sadoul, destacado en Rusia decía: «El partido anarquista es el más activo y el más combativo de los grupos de la oposición y probablemente el más popular… los bolcheviques están inquietos».
Arthur Ransone, periodista del Daily News de Londres, refiriéndose a la coyuntural colaboración entre anarquistas y bolcheviques, señalaba el caso de Will Shatov, comandante militar de Petrogrado, en 1919, quien declaraba que la colaboración se mantendría mientras la hiciese necesaria la defensa de la revolución.3
Mientras los anarquistas asumían la lucha desde las primeras filas y desarrollaban una activa campaña de divulgación en el pueblo, todos los resortes del Poder y de los organismos clave, nacidos al calor de la lucha los monopolizaba el Partido Comunista, que acabó dominando la situación y asesinando a todos los opositores, desde los socialistas revolucionarios, que contaban con un partido potente, hasta los anarquistas.
Esa es la lección que aprendió la militancia libertaria que intervino en la guerra y que supo aprovecharla.
A los 15 días de la entrada de la CNT en el Gobierno y cuando ya se habían instalado en Valencia por temor a la caída de Madrid en manos del enemigo, Buenaventura Durruti moría en la Ciudad Universitaria de la capital, donde su columna luchaba desesperadamente.
Su muerte que, como la de todos los héroes de leyenda se prestó a toda clase de versiones, la explican así la CNT y la FAI:
MANIFIESTO DEL COMITE NACIONAL DE LA CNT y LA FAI
Para salir al paso de invenciones que pueden perjudicar la unidad sagrada del proletariado.
Valencia, 22 noviembre 1936, tres de la tarde. El Comité Nacional de la CNT y la FAl ha hecho público el siguiente manifiesto dirigido a la clase trabajadora en general:
A raíz de la muerte del compañero Durruti se han lanzado a voleo una serie de bulos y suposiciones que este Comité, debidamente informado de que la vida del compañero Durruti fue segada en flor por una bala fascista, le interesa desmentir.
Hemos de tener siempre presente que estamos en guerra, que el pueblo proletario y todas las personas vinculadas al antifascismo deben preocuparse solamente de combatir al fascismo y a la barbarie internacional. Por tanto, el organismo superior confederal, ruega a todos que dejen de hacer comentarios que perjudicarán probablemente la buena marcha de las operaciones y la unión sagrada de la clase trabajadora. Creemos que esta aclaración ha de ser suficiente para que cada cosa quede en su lugar, y cumplamos todos con nuestro deber…4
Texto extraído del libro Rebelión militar y revolución en Asturias (Un protagonista libertario).
Notas:
1. César M. Lorenzo, Les anarchistes espagnols et le povoir, pág. 234.
2. Manuel Tuñón de Lara, Julio Aróstegui, Ángel Viñas, Gabriel Cardona y Josep M. Bricall, La Guerra Civil española» (50 años después).
3. Luis Fabbri Dictadura y revolución, Ed. Argonauta.
4. Crónica de la guerra española, tomo 3, pág. 9.
Publicado en Polémica, n.º 22-25, julio 1986
Si no llega a ser por las fuerzas Armadas fiel. A la republica el golpee en barcelóna hubiese triunfado,por muchos miembros de la cnt,fai,estuvieran en la calle armados,lo único que se evitó,fue una mascre,pues las fuerzasarmadas no secundaron el golpe fascista en barcelóna,debido a la desorganización militar del pueblo ,basta hace fantasmadasque lo unico que hacen con esa actitud,es gratificar a los ensalzados que están con su película de quema curas……y tanto poder tenia la cnt,en España por que los militares arrasaron donde hubo enfrentamientos de civiles armados contralos sedeciosos fascistas,y con el resultado que ya sabemos.
Tememos que ser realistas y conocer nuestros puntos negros y dejarde ser cómplices ,de las barbaridades he nos otorgan,con esa actividad.
Tu desconocimiento de los hechos es absoluto. En Barcelona no hubo ninguna unidad del Ejército que se mantuviera leal a la República. Todo el Ejército se sublevó y, efectivamente, fue derrotado por el pueblo. Esto no es ficción, está aceptado por todos los historiadores de esta o aquella tendencia política. Al igual que en Barcelona, en toda España el pueblo se enfrentó a los sublevados, en unos sitios logró vencer y en otros fue derrotado, dependiendo de la fuerza de cada bando en dada lugar. Seamos todo lo realistas que queramos, pero aprendamos primero la historia para saber de qué estamos hablando.
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