Piotr Kropotkin. Toda una vida

James JOLL

Piotr Kropotkin

Piotr Kropotkin

Kropotkin había nacido en 1842 en el seno de una de las familias más rancias de la nobleza rusa. Ya desde niño demostró particulares aptitudes para la literatura y la especulación intelectual. En sus Memorias de un Revolucionario ofrece una vívida y singular descripción de la conversación que una tarde tuvo con su hermano, quien se había escapado de la Escuela Militar para ir a verle; estuvieron juntos hasta medianoche, «charlando sobre la nebulosa y la hipótesis de Laplace, la estructura de la materia, las luchas del papado con el poder imperial bajo Bonifacio VIII y sobre otras muchas cosas». No obstante, Kropotkin recibió una educación sumamente rígida, pasando a formar parte, personalmente recomendado por el zar Nicolás I, del Cuerpo de Pajes, lo que se consideraba un privilegio. Pero no tardó en rebelarse contra la disciplina y los convencionalismos de la vida cortesana, solicitando, con gran pesar por parte de su familia, que se le destinase a un regimiento destacado en Siberia, donde con tiempo sobrado para leer y meditar empezó a considerar los problemas sociales y filosóficos. Leyó a Proudhon y se interesó vivamente en los temas de la reforma carcelaria. Al mismo tiempo, sacó partido de su permanencia en una remota zona del Asia central para convertirse en un geógrafo y austero explorador científico. Sus muchas lecturas, su actividad científica y su experiencia –que debía al hecho de ser miembro del cuerpo de los grandes hacendados– en los problemas agrarios de los días de la emancipación de los siervos, así como la ira que suscitó en él el trato dispensado a los prisioneros polacos tras la revuelta de 1863, contribuyeron a reforzar la independencia de su carácter, encaminándole por los cauces del radicalismo político.

En 1872, Kropotkin realizó su primera y decisiva visita a la Europa Occidental, entrando en relación con James Guillaume y con los relojeros de la región suiza del Jura. No visitó a Bakunin, al parecer debido a que éste no transigía con la amistad de Kropotkin con otro ruso de ideas avanzadas, Peter Lavrov, al que Bakunin consideraba de opiniones demasiado moderadas. Kropotkin se sintió en seguida atraído por los artesanos anarquistas suizos, y sólo los argumentos de Guillaume, quien le hizo comprender que su presencia podía resultar más útil para la causa en cualquier otro lugar, le disuadieron de su inicial impulso de quedarse en la región del Jura en calidad de simple trabajador. Al volver a Rusia, después de introducir clandestinamente cierto número de libros y folletos subversivos en el país, abandonó formalmente el servicio en el Gobierno para entregarse de lleno a las actividades revolucionarias, lo que le valió su inmediata detención, pues los amigos de que se rodeó en San Petersburgo pertenecían al movimiento populista local, cuyo dirigente era N.V. Tchaikovsky, entregados la mayor parte del tiempo a la publicación y circulación de literatura prohibida y a experimentos educativos directos con los obreros y los campesinos. El propio Kropotkin era partidario de la formación de bandas de campesinos armados, rechazando de plano todo lo que fueran reformas fragmentarias como las que propugnaban muchos de sus compañeros. «Todo lo que sea una mejora temporal en la vida de un reducido núcleo de población sólo sirve, en nuestra actual sociedad, para mantener intacto el espíritu conservador», escribió en 1873.

A fines de 1873 las autoridades vigilaban ya con prevención los pasos y las actividades de los revolucionarios que rodeaban a Tchaikovsky, y varios de ellos fueron arrestados, sospechosos de propaganda subversiva y de adoctrinamiento político de los obreros. Kropotkin fue detenido semanas después, yen marzo de 1874 se le encerró en una de las mazmorras de la fortaleza de Pedro y Pablo, de donde dos años después, dada su quebrantada salud, se le trasladó a la cárcel del hospital militar de San Petersburgo. Fue entonces cuando un grupo de amigos, a quienes Kropotkin había conseguido hacer llegar algunas cartas, llevaron a cabo los preparativos de una de las más patéticas y famosas fugas del siglo XIX. Todo empezó con una señal que se dio tocando un violín en la ventana de una casa situada en el extremo de la calle; un carruaje esperaba a la salida, y Kropotkin se lanzó por entre la guardia, y poco tiempo después estaba camino del extranjero. En agosto de 1876 llegaba a Inglaterra, donde vivió hasta que regresó a Rusia, en 1917, muriendo allí en 1921.

La vida que Kropotkin llevó en Inglaterra fue de reposo y de estudio a la vez, siendo su época más fecunda en trabajos científicos y culturales, sin que ninguno de sus actos justificase la alarma que sus ideas revolucionarias habían provocado. No obstante, durante los cuarenta años que siguieron, fue el consejero y el pensador del movimiento anarquista mundial. De conspirador y agitador pasó a ser filósofo y profeta. Sin embargo, la primera vez que visitó Occidente, tomó parte en las instigaciones a la violencia, escribiendo un artículo editorial en Le Révolté, periódico que él fundó en Suiza en 1879, y donde marca la pauta de la acción anarquista en los últimos veinte años del siglo XIX. «Revuelta permanente mediante la palabra, el escrito, el puñal, el fusil, la dinamita… Todo cuanto caiga dentro de la ilegalidad nos sirve».

John Golding (1929-2012).jpgJames Joll (1918-1994), historiador británico, fue profesor de Ciencias Políticas en el New College de Oxford y en el Saint Antony College de esta misma universidad. En 1964 publicó su libro Los anarquistas (editado en castellano por Grijalbo).

Publicado en Polémica, n.º 47-49, enero 1992

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