Manuel Aisa
Me he animado a escribir estas cuartillas porque he creído ver algunas imprecisiones en el dosier sobre el Caso Scala aparecido en el n° 62-63 de Polémica y ya que invitáis a hablar del tema y puesto que de alguna manera viví con intensidad aquellos días de primeros de año de 1978, aquí va mi pequeña aportación.
Por aquel tiempo tenía el cargo de Secretario de organización de la Federación Local (FL) de CNT en Barcelona. En aquel entonces la Federación Local elegía a un Secretario General y las distintas secretarías corrían a cargo de diferentes sindicatos elegidos por las delegaciones de la FL y estos en asamblea de sindicato elegían al compañero destinado a dicho cargo, así pues, el sindicato de la construcción de la CNT, al cual pertenecía, me encomendó la tarea de ocupar la Secretaría de Organización del que sería el primer comité local de la CNT de Barcelona una vez legalizado el sindicato en 1977.
Como la mayoría de aquellos jóvenes que acudimos a la CNT, era un gran neófito poco hecho en asambleas, en discusiones bizantinas o de susurros de pasillo, que se encontró con un cargo importante en la organización, cuanto menos de gestión. Fue un año muy intenso en el que aprendimos todos aceleradamente, Jornadas Libertarias, Mitin de Montjuich, Incendio de La Modelo, Llibertat d’expressió (Boadella), Jornadas de Osona, huelga del transporte, huelga gasolineras, Pacto Moncloa, asesinato Agustín Rueda, Caso Scala, etc. La Secretaría de Organización se nutría de un delegado de cada sindicato que una vez por semana se reunían para llevar a término los acuerdos adoptados por el Pleno de la Federación Local. Por aquel entonces la Secretaría de Organización junto al Secretario de la FL tenía a su cargo la coordinación del comité local, así como la puesta a punto de su sede en aquel entonces en la Plaza Real. Y de todos cuantos actos se realizaban ya fueran manifestaciones, mítines conferencias, etc., en fin, todos los detalles logísticos pasaban por la Secretaría de Organización. Naturalmente siempre con la prisa y la improvisación como principal elemento de empuje, y el nada despreciable factor humano (la militancia) que en aquel momento era muy importante ya que siempre encontrabas los compañeros que se ofrecían generosos para cualquiera de las tareas encomendadas. Esta era pues en síntesis la cara pública de la Secretaría, pero puestos en el momento de lucha en que estábamos, en plena transición, la psicosis de las infiltraciones policiales, etc., teníamos nuestro propio grupo de autodefensa que llamábamos «Servicio de orden» que se dedicaba sobre todo al control de cualquier acto público y el «Servicio de organización», cuya tarea consistía en la recogida de información sobre elementos fascistas, parapoliciales, y de posibles infiltrados y además estaba alerta en los actos públicos de una manera mucho más discreta que el «Servicio de orden», sobre todo en los casos de manifestaciones y huelgas.
De cualquier forma y visto desde la lejanía de los años que han transcurrido, me doy cuenta de que suspendimos el examen con un cero rotundo, ya que nuestro carácter y forma de ser nos impedía actuar con la rigidez necesaria para estos casos. Era una organización en la que verdaderamente existía el recelo, puesto que la experiencia de los viejos militantes nos lo aconsejaba, pero la sangre caliente de nuestra juventud y nuestras ansias de vivir en la libertad, nos hacía tremendamente generosos y abiertos al compañerismo. No era más que nuestra «primavera» y nos tocaba vivirla con intensidad.
En aquel tiempo, me imagino que los partidos políticos (sobre todo los marxistas) contaban con una infraestructura similar a la nuestra pero mucho más férrea.
Conocí a Gambín un día antes de la manifestación contra el Pacto de la Moncloa, llegó a la FL junto a otro compañero del que desconozco cualquier dato, allí nos los presentaron como bravos compañeros recién llegados de Murcia. La figura de Gambín no se me vendió como un viejo anarquista, sino más bien como la de un bravo luchador de aquellos que sacan pecho y se enfrentan con fuerza a la policía. Al menos esa fue la impresión de aquel momento. Como ya era mediodía aprovechamos para cerrar el local y para tomar el aperitivo en una de las terrazas de la Plaza Real. Allí, entre sorbo y sorbo, comentábamos los preparativos del día siguiente, cuando acto seguido nos dimos cuenta de que Gambín había desaparecido y…
Al día siguiente, ya en la Avenida del Paralelo, y como responsable de aquella manifestación, como siempre tenía muy claro que había que evitar cualquier provocación y por ello los compañeros del sindicato de la construcción que formaban el Servicio del orden aquel día, discretamente abrían y cerraban la manifestación, siempre con la intención de evitar cualquier anomalía (y los fantasmas de los fachas que por aquel entonces también existían). Así pues, nuestra preocupación era de que todo trascurriera con plena normalidad y aunque detectamos compañeros cargados de cócteles molotov conseguimos que respetaran el carácter pacífico de la manifestación.
Una vez terminada ésta parecía que todo había salido a pedir de boca, ya que la participación había sido masiva, e incluso con la presencia de trabajadores de la fábrica Bimbo de Granollers, en aquellos momentos en lucha, y se había dejado de oír el grito unánime de rechazo al Pacto de la Moncloa. Recogidos los utensilios (pancartas, etc.) un grupo de compañeros decidimos tomar el aperitivo en el propio Paralelo, en frente había una pantalla de televisión a la que apenas prestábamos interés hasta que llegaron las noticias flash de la manifestación de la CNT, casi mezcladas con el incendio de la sala de fiestas Scala. Allí, en la misma avenida del Paralelo, cuando apenas había transcurrido una hora escasa del término de la manifestación, nos dimos cuenta de la gravedad del asunto. Los sucesivos telediarios y al día siguiente la cabecera de periódicos como el Noticiero Universal no dejaban duda de la trama. Tal como se fueron conociendo los nombres de los detenidos no había duda del intento de implicación de la CNT, al menos dos de los detenidos pertenecían o habían pertenecido en algún momento a la Secretaría de Organización de la FL.
Así pues, no fueron 48 horas como decís en vuestro dosier, sino escasamente una hora lo que necesitamos para darnos cuenta de que aquel plan tan maquiavélico nos iba a salpicar por algún tiempo. Otro aspecto en el que discrepo es en las declaraciones de Bondía a la prensa de Madrid, y sobre todo en el enfoque que le dais y en el contexto en el que se produce.
Recuerdo las continuas reuniones de Bondía en el bar La Fragua de Barcelona durante su mandato como Secretario del Comité Nacional de la CNT, a las cuales asistí en más de una ocasión, y la propuesta que un buen día nos trajo, maquinada en el seno de los socialistas madrileños con el objetivo de terminar con la hegemonía sindical de CC OO, la cual nunca llegué a entender realmente cómo se podía llegar a proponer a una organización como la CNT, que además en ningún momento había aceptado entrar en el juego político, elecciones sindicales y demás. Eso ocurría en el invierno del 1981 o 1982 y los militantes cenetistas queríamos recuperar terreno y sobre todo ilusión, pero sin duda quien había elaborado aquella propuesta desconocía a la CNT y sobre todo su estructura, o bien no era más que una más de las trampas para machacar después al anarcosindicalismo. Cuando recuerdo la imagen de los plenos regionales de aquellos años (1977-1978) celebrados en los locales, bien del Sindicato Espectáculos en el Pasaje de la Paz o en los celebrados en Artes Gráficas de la calle Riereta, entre otros, me doy cuenta perfectamente del maniqueísmo de aquellas asambleas, casi siempre radicalizadas en dos o tres posturas muy diferenciadas, que retomaban el debate de 1936 o, mejor aún, el de los primeros años del exilio en Francia. Sin duda la gente joven que como yo se había acercado al anarcosindicalismo, con un gran desconocimiento pero cargado de grandes ilusiones, se vio forzada a tomar partido por esas posturas, lo que motivó un desgaste interno que nunca hasta hoy ha sabido aflorar hacia el exterior.
Cuando en realidad de lo que se trataba era de crear un punto de apoyo para la continuidad del anarcosindicalismo en España. Es decir, la creación de una generación puente que en aquel momento no existía y hoy mucho menos.
Es lástima constatar que en aquel momento no se tuvo la suficiente visión, como para darse cuenta, que el camino ideológico era mucho más largo y que por lo tanto había que ser mucho más condescendientes los unos con los otros. Pero, sin duda, la misma dinámica de los acontecimientos impidieron la reflexión que con el transcurrir del tiempo podemos hacer hoy.
Creo que el anarcosindicalismo sólo tendrá vigencia cuando una nueva generación tenga la capacidad de cuestionar el discurso «democrático» de los partidos políticos y la legislación de sus leyes democráticas, que actualmente tienden cada vez más hacia el discurso derechista. Pero esa nueva generación precisa de una generación consciente como puente, y para ello, desde una perspectiva libertaria, creo que sólo hay un camino, que pasa por diferenciar los campos de actuación del anarquismo y del anarcosindicalismo en sus múltiples corrientes y desde luego no interferirse en absoluto.
El movimiento libertario español tiene suficiente historia como para analizarla en profundidad y recoger la enseñanza adquirida para aplicarla estratégicamente en cada momento.
Publicado en Polémica, n.º 64, junio 1997
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