Víctor ALBA
Durante casi cinco siglos se ha hablado de Cristóbal Colón como del descubridor de América.
Dejando aparte la instalación fugaz de colonias comerciales de vikingos en Terranova, que no tuvieron consecuencias, conviene puntualizar que Colón no descubrió nada.Fueron otros –en especial Vespucio– quienes descubrieron que las tierras que Colón creía asiáticas, eran en realidad un continente hasta entonces desconocido.
Pero ¿desconocido para quién?
Para los europeos. Y sólo para ellos.
Pues los incas, los mayas, los aztecas, y los chibchas y todos los pueblos que vivían en ese hemisferio que luego se llamó occidental, no necesitaban que se lo descubrieran. Sabían de sobra, claro está, que vivían en un continente. No sabían, desde luego, que había otros continentes a su Este y a su Oeste, al otro lado de los mares. En eso estaban como los europeos.
Sí hubo descubrimiento, y cuando lo hubo, es decir, cuando los europeos se dieron cuenta de que aquello no era la India, fue mutuo. En realidad, los indígenas americanos descubrieron antes, en su conciencia, a los europeos que éstos a los americanos, a los que por casi media generación, tomaron por indios de la India.
Muchas veces la fama de una persona no es tanto por lo que hizo, como por la magnitud de las consecuencias de lo que llevó a cabo.
Un ejemplo de esto fue Cristóbal Colón.
Porque gracias a los viajes de Colón se incorporó al mundo occidental o cristiano un continente entero, su figura ha sido engrandecida, como si toda América le sirviera de zócalo y, en consecuencia, su personalidad tuviera que engrandecerse para que no quedara demasiado pequeña sobre ese pedestal de grandes dimensiones.
Otras veces, en cambio, una figura queda, si no olvidada, sí empequeñecida porque lo que hizo, con ser enorme, no tuvo las consecuencias de otras realizaciones menores pero más trascendentales por sus resultados.
Ejemplo de esto fueron Bartolomé Días y Vasco de Gama. Únicamente la poesía, con As Luisiadas de Camoens, estuvo a la altura de esos dos navegantes portugueses, mientras que Colón no encontró a su cantor épico, si descontamos a Verdaguer, que por escribir en catalán su Atlántida quedó dentro de un ámbito reducido. En cierto modo la poesía fue más justa que los historiadores.
A fin de cuentas, ¿qué se proponía Colón? Encerrado en la geografía de Ptolomeo, deformada por el dogma cristiano, Colón, como es bien sabido, buscaba llegar a la India navegando hacia Occidente. Ya se sabía desde tiempos de los griegos, que la Tierra era una esfera. Colón, muy hábil navegante, calculaba mal sus distancias. Creía llegar a la India en una semana o diez días de navegación. Tardó mucho más. Creyó que las tierras a las que arribó eran asiáticas. Siguió creyéndolo después de su último viaje y murió convencido de que había llegado a la India.
Nunca supo –ni se atrevió siquiera a pensar– que entre Europa y la India había otro continente, porque esto iba en contra de la geografía de Ptolomeo y de las creencias cristianas de la época. En cierto modo, Colón fue el último navegante medieval.
El descubrimiento se debió a otro navegante, menos condicionado por los mitos de su tiempo. Américo Vespucio, quien llegó a la conclusión, navegando hacia el sur, que lo encontrado por Colón era un continente. Es pues justo que un fraile geógrafo alemán, mucho tiempo después, diera a este nuevo continente el nombre del que fue su verdadero descubridor, Américo Vespucio. Colón no descubrió nada, sino que llegó a unas tierras que creyó que ya estaban descubiertas pero por el otro lado, por el Este.
La audacia mental, el romper con los moldes, el superar los mitos, fue de Vespucio y no de Colón. Esto no quita valor a lo hecho por Colón, sino que lo pone en su verdadera perspectiva.
Vasco de Gama y antes que él, Días, se hicieron a la mar convencidos de que Ptolomeo y los mitos de la época erraban al afirmar que África llegaba hasta el sur de la India, que el océano Indico era un mar cerrado. Días llegó al Cabo de Buena Esperanza, coronando una larga serie de expediciones organizadas no por la corazonada de un navegante, sino por el reino de Portugal, y con fin es concretos: llegar a la India y liberar a Europa del control de los árabes sobre el comercio con Asia.
Vasco de Gama llegó a la India por el Este y dio remate a esta política de expediciones de descubrimiento que había iniciado el infante Enrique el Navegante –que nunca navegó, pero que organizó docenas de expediciones– proporcionando a los navegantes datos y mapas cada vez más libres de los mitos ptolomeicos y de las creencias de la época. Más de un siglo antes de Colón, el Infante portugués fue el primer «navegante» de la Edad Moderna, el primero que se libró, en el mar, de las concepciones medievales.
Pero la ruta oriental a las Indias no tuvo –con tener muchas– las consecuencias espectaculares del descubrimiento de un continente. Colón pasó así a ser gran figura, aunque había fracasado en su propósito, y Días y Gama quedaron relegados, aunque habían llevado a cabo aquello que se proponían.
Es bueno empezar a hacer justicia y poner a cada cual en su lugar.
Publicado en Polémica, n.º 15-16, enero 1985