Alfredo EMBID
1ª mentira: el uranio empobrecido no es peligroso
El término «uranio empobrecido» (UE) fue inventado por el lobby militar-industrial para engañarnos sugiriendo que no es peligroso. Está formado por las mismas formas de uranio que se encuentran en la naturaleza: U234, U238, y U235 (este último en menor proporción, pues es lo que se extrae para las centrales nucleares).
Las municiones llevan cabezas de UE porque es gratuito, muy duro e inflamable a temperaturas de miles de grados. Tras las explosiones, se transforma por la acción del calor en aerosoles, y en partículas que en su mayoría son, especialmente, cerámicas. Estas partículas invisibles tienen un tamaño del orden de la micra (milésima de milímetro) se pueden ingerir y son respirables y emiten radiaciones alfa (además de radiaciones beta y gamma) que bombardean a las células desde dentro del organismo. Estas partículas cerámicas, radiactivas en su mayoría, son insolubles, no se eliminan por la orina y pueden permanecer en el organismo sin ser detectadas. El doctor Gunther, presidente de la asociación humanitaria la Cruz Amarilla y ex colaborador del Premio Nobel de la paz, Albert Sweitzer, tiene el mérito de haber sido el primero en alertarnos sobre los peligros de las municiones del falsamente denominado uranio empobrecido. Lo pagó con la cárcel y dos cánceres, a pesar de los cuales, sigue denunciándolo activamente como pude comprobar en nuestro último encuentro. Investigaciones recientes del más alto nivel científico demuestran que una sola partícula de UE puede producir cáncer y alteraciones cromosómicas. El resultado en Irak es un aumento creciente de cánceres (por cada 100.000 habitantes: 11 en 1988, 75 en 1998, 116 en 2001) una duplicación de monstruosidades como documentaron los médicos iraquíes en Hamburgo, en el año 2003.
Con la utilización del término uranio empobrecido, o más recientemente armas penetrantes, los militares tratan de encubrir la utilización de armas radiactivas. El hecho de que en la guerra de Afganistán ya no hablasen de armas de UE si no de armas penetrantes es significativo. Los resultados ya son conocidos. Se ha detectado contaminación radiactiva debida a uranio no empobrecido en dosis hasta 2.000 veces las normales en la población afgana.
Es significativo que grupos ecologistas y medioambientalistas no lo estén denunciando.
2ª mentira: los gobiernos y la Organización Mundial de la Salud (OMS) han llevado a cabo pruebas de UE sobre individuos expuestos
La metodología de los estudios es equivocada y el equipo utilizado en ellas no es el adecuado, no se han hecho pruebas sobre la inhalación de UE, la mayoría se han hecho sobre víctimas de metralla y el estudio de la OMS ni siquiera hay pruebas sobre muestras humanas.
Los efectos nocivos de la irradiación interna por elementos radiactivos emisores de partículas alfa están descritos en los manuales de protección nuclear del Pentágono desde los años cincuenta y hay centenares de trabajos científicos posteriores que los corroboran. Solicitar nuevos estudios no sólo es innecesario, es también colaborar con la coartada de los estudios fraudulentos anteriores.
3ª mentira: las municiones penetrantes están hechas sólo con UE
En Yugoslavia, Afganistán e Irak se ha encontrado contaminación por plutonio, uranio 236 y otros venenos radiactivos artificiales, elementos mucho más peligrosos que el uranio empobrecido e incluso que el enriquecido.
El coronel Asaf Durakovic, doctor en medicina y especialista del Pentágono en contaminación radiactiva detectó la presencia de U 236 en la orina y las autopsias de los veteranos de la primera Guerra del Golfo y de la última, ocho años después de que acabase. Su equipo de investigación, el UMRC (Uranium Medical Research Center), ha detectado igualmente una elevada contaminación radiactiva debida entre otros elementos a U 236 en la tierra, el agua y en la población afgana e iraquí. Seguir hablando de uranio empobrecido como lo hacen muchos grupos es pues colaborar con las mentiras del pentágono.
4ª mentira: los militares expuestos han sido examinados y no presentan evidencias de contaminación
El doctor Doug Rokke, experto en UE y antiguo capitán médico del ejército de EE UU, encargado de recoger los vehículos alcanzados por «fuego amigo», enfermo a causa de la contaminación, ha explicado que él mismo fue engañado (se le ocultó que tenia 5.000 veces más uranio del normal) y está enfermo como el resto de su equipo, a excepción de los que han muerto.
Entre los veteranos de la primera Guerra del Golfo hay más de 10.000 muertos y más de 250.000 afectados. Los veteranos de Irak y de Yugoslavia tienen 14 veces más anormalidades en sus cromosomas y dos o tres veces más hijos con anormalidades.
Los militares de la última guerra de Irak, oficialmente no contaminados, cuando han sido examinados por investigadores independientes muestran niveles anormales de uranio en sus cuerpos. Las causas de su enfermedad y muerte son sistemáticamente falsificadas. Los ejércitos (incluido el español) minimizan la contaminación y rechazan las demandas de los afectados o de sus familiares para evitar las indemnizaciones. Así que, pedir que los ministerios de Defensa hagan estudios, es tan ridículo como encargar a los pirómanos que apaguen el fuego que ellos mismos han provocado.
5ª mentira: la contaminación no nos afecta, ya que está localizada y el uranio es muy pesado
La difusión de una partícula no depende del peso del elemento inicial sino de su tamaño. Las partículas radiactivas de una micra pueden permanecer años en el aire y viajar indefinidamente. Por ejemplo, incluso un informe de la UNEP (United Nations Environment Programe) no tuvo más remedio que reconocer en 2002 que seguían existiendo partículas radiactivas en el aire en Yugoslavia años después de que acabase la guerra. Estas partículas contaminan también la tierra, el agua, los ríos, los mares (todos están interconectados) y las solubles se incorporan a las cadenas alimenticias.
La contaminación radiactiva generada por las nuevas armas se difunde a todo el planeta y nos afecta a todos. Sabiendo esto es evidente que las propuestas de algunos grupos medioambientalistas de pedir la descontaminación de las zonas afectadas es una payasada más. No hay posibilidad de descontaminación real.
6ª mentira: las armas de uranio empobrecido son armas convencionales permitidas
No lo son, son armas prohibidas por todas las legislaciones internacionales vigentes, cuyos efectos a largo plazo son los mismos que los de las bombas atómicas. Su utilización abre la puerta al uso de las nuevas armas nucleares tácticas que ya están disponibles. Las armas de uranio empobrecido son el caballo de Troya de la próxima guerra nuclear.
No es necesario un nuevo tratado para abolirlas porque ya están prohibidas por las leyes internacionales. No se pide que se prohíba algo que es ya ilegal. Se pide que se prohíba algo que es legal. Por lo que pedir su prohibición es una forma de legalizarlas. Además, incluso si se consiguiese una resolución en este sentido, es decir que un nuevo tratado las prohibiese, éste sólo obligaría a los países firmantes, mientras que si simplemente se aplica la legislación vigente, es evidente que todos los países están obligados a cumplirla. El nuevo tratado no sería firmado por los países que las utilizan como Estados Unidos y Gran Bretaña, ni por aliados suyos como Israel.
Por tanto, los grupos que piden un nuevo tratado para su abolición están haciéndole otro favor al Pentágono.
7ª mentira: los organismos internacionales como la OMS han hecho estudios que demuestran que no hay peligro
La OMS firmó en los años cincuenta un tratado con la AlEA (Agencia Internacional de Energía Atómica) por el cual se comprometía a no hacer estudios, ni publicaciones, ni declaraciones en materia de contaminación radiactiva sin el acuerdo de la Agencia. Desde entonces la OMS se sometió al Lobby Y oculta sus efectos. El complejo militar-industrial nuclear controla a la AlEA, que a su vez controla la OMS y otros organismos oficiales.
El doctor Keith Baverstock, director del sector de Radiaciones y Salud de la OMS durante 11 años, tras dimitir, denunció que «su estudio sobre la contaminación radiactiva en Irak fue censurado y ocultado», experiencias anteriores sugieren que los funcionarios de la OMS han cedido a la presión de la AlEA, cuyo objetivo es la promoción de la energía atómica. Pero las mentiras de la OMS no se limitan al tema radiactivo. Por citar sólo otro ejemplo, recordemos que la OMS se ha negado durante años a reconocer la toxicidad cancerígena de las dioxinas y del agente naranja regados sobre las cosechas vietnamitas durante la guerra. Pedir a la OMS y a otros organismos oficiales que hagan estudios es como pedirle a los que colaboran con los incendiarios que ayuden a apagar el fuego. Es justamente lo que están haciendo muchos grupos del movimiento contra las armas de uranio empobrecido.
8ª mentira: las bajas dosis de radiactividad no son peligrosas
Este tema es muy importante ya que representa la raíz del problema de la contaminación radiactiva, ya sea esta de origen civil o militar. Esta hipótesis fue elaborada a partir del fraudulento estudio sobre los supervivientes de Hiroshima y Nagasaki para minimizar el doble crimen y abrir el camino a la proliferación nuclear. Las bombas no se tiraron para acabar la guerra, ya que, Japón estaba derrotado y había presentado su intención de rendirse incondicionalmente dos meses antes. El objetivo era amenazar al mundo y probar las nuevas armas exactamente igual que en la primera guerra del Golfo, donde se despreciaron las seis proposiciones de salida pacífica de Kuwait, cuya invasión había sido promocionada por Estados Unidos.
Todas las evaluaciones que presentan la contaminación por bajas dosis de radiactividad (incluyendo las emitidas por el mal llamado uranio empobrecido) como inocuas son un fraude científico. Éste es promovido por la IAEA, que es la máxima representante visible de los poderosos intereses del lobby militar-industrial que promueve la industria nuclear y controla su difusión por todos los medios. Pero como esto resulta demasiado descarado, se creó la ICRP, International Commission on Radiological Protection (Comisión Internacional para la Protección Radiológica). Esta comisión es supuestamente neutral pero, está demostrado que depende de la IAEA. El ICRP es una organización absolutamente antidemocrática cuyos miembros se autoeligen endogámicamente y actúan mediante sus «recomendaciones» como autoridad internacional en materia de contaminación radiactiva. Pero su independencia y la autoridad científica de sus «expertos» es más que cuestionable. Entre otras cosas, los estudios oficiales que promueven, confunden sistemáticamente los efectos de la irradiación externa con los de la irradiación interna. Esto es como afirmar que tiene el mismo efecto calentarte delante de tu chimenea que tragarte una brasa.
Críticas científicas peligrosas
Algunos de los más prestigiosos científicos que han trabajado para la Comisión de Energía Atómica Norteamericana, John Gofman, Karl Morgan, Thomas Mancuso y Alice Stewart, han denunciado desde hace tiempo la manipulación y métodos anteriores, y han pagado por hacerlo.
En 2003 un grupo de 47 científicos independientes del más alto nivel en la Comisión Europea de Riesgos y Radiaciones (ECRR) demostraron en un informe los errores de los estudios anteriores, basados en la metodología utilizada por la ICPR. En este informe señalan que:
- Las dosis «admisibles» son demasiado altas.
- El modelo de riesgo para partículas internas del ICPR subestima el riesgo de mortalidad y de morbilidad en un factor de 100 a 1.000. Por ejemplo, la leucemia infantil ha aumentado en cinco países europeos y también en EE UU después de Tchernobyl.
- El viejo modelo del ICRP es matemático-linear, reduccionista y simplista.
- No distingue entre radiación externa y radiación interna.
- Además fue desarrollado antes del descubrimiento del ADN (Wattson y Crick, premios Nobel) y uno de los principales problemas de las bajas dosis de radiactividad es precisamente producir, como se ha demostrado, alteraciones del ADN que es lo que contiene la información genética.
Los resultados del informe valoran el impacto de la contaminación radiactiva en la salud humana y obtienen cifras bastante distintas de las oficiales según datos evaluados hasta 1989, incluyendo fugas radiactivas y pruebas nucleares. Por ejemplo, los cánceres adicionales serian 123.239.024, de los cuales 61.619.512 habrían sido mortales. Los niños muertos serian 1.600.000 y los fetos muertos por exposición in útero serían 1.880.000. Y estas estimaciones son moderadas. Para Rosalie Bertell, especialista internacional miembro del grupo, el demente proyecto nuclear es responsable de más de mil doscientos millones de muertes adicionales hasta finales de los años ochenta, y de numerosas enfermedades cuya causa real se oculta.
La OMS reconoció en 2003 que la mortandad por cáncer aumentó en un 50% durante sólo los últimos 12 años, pero sigue echándole la culpa al tabaco y a la dieta, es decir, a factores individuales que sirven de coartada, ocultando a los auténticos responsables: el aumento de la contaminación radiactiva y química.
Todos los estudios científicos independientes concluyen que no hay dosis de radiactividad que no sea peligrosa, del mismo modo que sucede con otros contaminantes como las dioxinas. No puede haber «dosis aceptables» de venenos cancerígenos y transgeneracionales como pretenden los expertos controlados por los industriales.
Desgraciadamente muchos grupos ecologistas no cuestionan de raíz el fraude de las bajas dosis de radiactividad e incluso los representantes de las ONG Greenpeace y Amigos de la Tierra (Friends of the Earth) han boicoteado recientemente un informe británico sobre sus riesgos poniéndose al lado de los oficiales en contra de los científicos del ECRR.
El Ministerio de Medioambiente de Gran Bretaña creó hace algunos años un nuevo comité para analizar los modelos que se utilizan para estimar los riesgos sobre la salud de los materiales radiactivos: el CERRIE (Comité para el Examen de los Riesgos por Radiación de los Emisores Internos) con cuatro miembros (supuestamente) del lado radical, cuatro del NRPB (Panel Nacional de Protección Radiológica) del Reino Unido o de la industria nuclear, y cuatro (supuestamente) «neutrales».
Finalmente, no sólo no se ha llevado a la práctica una discusión democrática, sino que su resolución final, ha desembocado en un escándalo porque las opiniones disidentes han sido censuradas efectivamente, con la colaboración de los representantes de las principales organizaciones ecologistas que, a última hora, cambiaron de bando. Censura que ha sido secundada por los medios de comunicación.
El informe final ha rechazado incluir el informe de los científicos disidentes de la Campaña contra las Bajas Dosis de Radiación (LLRC) en su publicación, a pesar de que habían dicho que lo harían. Curiosamente los científicos representantes de las ONG Greenpeace y Friends of the Earth (Amigos de la Tierra) no sólo estaban en el grupo que se opuso a la inclusión de la opinión del LLRC, sino que fueron los primeros en plantear el bloqueo de las informaciones científicas que demuestran que las bajas dosis de radiactividad son mucho más peligrosas de lo admitido oficialmente.
Greenpeace ha tomado de manera abierta la misma postura que los pronucleares del COMARE (Comité sobre los Aspectos Médicos de la Radiación en el Medio Ambiente), comisión oficial británica ligada al lobby nuclear defendiendo la idea de que el uranio es un emisor de bajo nivel y que, por lo tanto, no hay que preocuparse.
Por otra parte, hay que recordar que Greenpeace también ha colaborado en los estudios de la UNEP para minimizar los efectos de la contaminación radiactiva en Yugoslavia. Greenpeace no ha hecho declaraciones para denunciar el fraude del uranio empobrecido en las nuevas guerras, ni la grave contaminación radiactiva de Irak y Afganistán, pero sí ha puesto el grito en el cielo en los medios de comunicación sobre los saqueos (permitidos por las tropas de ocupación) de materiales contaminados por parte de los iraquíes en 2003, lo que implica que la población iraquí es la responsable de su propia contaminación.
Curiosamente es preciso constatar también que, incluso en los grupos que luchan contra las armas de uranio empobrecido, no todos son «trigo limpio». Y por sus obras los reconoceréis: es evidente que son los mismos grupos los que piden más estudios de organismos oficiales pronucleares como la OMS o la UNEP, los que piden un nuevo tratado que las prohíba (cuando ya lo están), cuestionando que se hayan utilizado en Afganistán (de lo que hay evidencias incuestionables) y siguen hablando de «uranio empobrecido» como manda el Pentágono. Exactamente es lo que están haciendo miembros de grupos como la Coalición Internacional para la Abolición de las Armas de Aranio (ICBUW) y WISE Uranium, una organización que publica textos impresentables como el del falso disidente Dan Falhey que se presentó inicialmente como un crítico, pero que ha salido «rana», aprovechándose de la ingenuidad de las personas bienintencionadas que se adhieren a ellos. Es una estrategia clásica del poder: infiltrar o crear grupos disidentes para mantenerlos dentro de un orden.
¿Qué hacer?
En primer lugar difundir esta contrainformación. Todos los elementos radiactivos liberados desde 1945 se acumulan y seguirán haciéndolo inevitablemente durante millones de años, sin posibilidad de vuelta atrás. La contaminación radiactiva que generan produce un aumento de alteraciones de la inmunidad, cánceres, enfermedades metabólicas y de todo tipo, abortos, malformaciones monstruosas y lo más importante: el deterioro creciente del patrimonio genético de toda la humanidad. Nadie en su sano juicio quiere que este horror siga aumentando. Incluso expertos militares en guerra nuclear lo han denunciado, como el comandante André (Bélgica), o el coronel Durakovic (EE UU).
Recientemente, y a pesar del silencio de los grandes medios de comunicación, dos tribunales populares internacionales celebrados en Tokio (diciembre 2003) y en Nueva York (agosto 2004) –este último presidido por Ramsey Clark, ex ministro de Justicia y fiscal general de EE UU– han condenado a la administración de Estados Unidos por crímenes de guerra y contra la humanidad perpetrados en las recientes guerras de Afganistán y de Irak.
Nadie que conozca estos hechos, independientemente de sus creencias o de su ideología, puede seguir apoyando las nuevas guerras radiactivas. Por eso esta información es un arma poderosa contra las guerras que se está utilizando poco y mal.
Publicado en Polémica, n.º 84, abril 2005