España 1936-1939. El gran dilema: ¿ganar la guerra o hacer la revolución?

Mariano CARDONA ROSELL*

revolucion

Se cumple hoy un año desde que comenzó la actual guerra civil que ensangrienta nuestros campos y ciudades. Durante él, la guerra civil se convirtió en social por la razón misma de su origen, se ha ido transformando en guerra internacional, librada en nuestro propio suelo, invadido y arrasado en muchos lugares por la barbarie alemana e italiana al servicio de los facciosos.

Durante este año se han recogido muchas enseñanzas en todos los órdenes; hemos acumulado una notable y valiosa experiencia. Han sido ingentes nuestros sacrificios y dolores. Las víctimas de la lucha, en nuestros frentes de guerra y en la retaguardia, numerosas. La voluntad del proletariado, potente y arrolladora. Pero lo que a mi juicio encierra una trascendencia singular, es el hecho de que termine este primer año de lucha armada contra el fascismo, habiendo conseguido el proletariado adquirir las tres certidumbres, que le inspirarán en su conducta, le estimularán su constancia y le facilitarán el camino del éxito.

Si no se gana la guerra se habrá perdido todo

Se tiene la certidumbre de que, si no se ganase la guerra, lo habríamos perdido todo. El triunfo o la derrota deciden en la guerra la suerte del proletariado ibérico, y con él la suerte del proletariado mundial. Esta guerra no es una guerra más entre las que se registran en los anales de la Historia. Por esto no es posible considerarla como una cualquiera de ellas. Es un complejo tal nuestra actual guerra interior, que la caracterizan típica y fundamentalmente de primera guerra social del Mundo. Por serlo, se dan en su inicio y en su desenvolvimiento, estas tres características. La clase privilegiada, viendo que ni aún con el ejercicio de la falsedad del sistema democrático burgués, puede evitar que el proletariado siga su avance y se oriente hacia el logro de sus objetivos de clase que benefician a la sociedad entera, se subleva utilizando los resortes militares que tiene en su mano, y trata de sofocar en sangre la marcha evolutiva y acelerada que a sus movimientos imprime el proletariado. Éste, que en España ha adquirido conciencia de clase, toma las armas, dispuesto a aplastar a los facciosos, que pretenden imponer su dictadura a costa de la esclavitud del proletariado, subordinando éste a las condiciones del salario, de vida y de representación que se le imponga.

Frente a la concepción del fascismo, levanta el proletariado la bandera de la Revolución Social, para establecer el nuevo orden que haga imposible toda nueva intentona militar, y que dé fin a toda lucha de clases. Generalizada la lucha en todo el país, la naturaleza de los combatientes y la justificación de la actitud y esfuerzos de las partes en guerra civil, definen el objetivo social de ésta. Estallada una guerra social, su repercusión internacional es forzosa, y en ella intervienen, en defensa de su parte afín, los gobiernos de los países directamente interesados en el triunfo de una de las dos partes. Y por esto, por encima de los Tratados internacionales, pisoteando todo derecho escrito internacional, toda clase de normas de moral universal y de convivencia humana, las potencias decididamente fascistas invaden, sin ni siquiera declaramos oficialmente la guerra, nuestro país y nos combaten con sus mejores elementos, puestos al servicio de los facciosos. Los demás gobiernos del mundo, salvo la honrosa excepción de dos que nos prestan la asistencia moral amplia y la limitada ayuda material que las circunstancias les permiten, se muestran indecisos y temerosos, pues en el fondo, si bien les desagradaría, al parecer, el triunfo del fascismo, se ve que más les preocupa el temor de la abolición de los privilegios capitalistas. La victoria o la derrota, en una guerra de estas proporciones, es decisiva para la suerte de los trabajadores españoles, pero lo es también para el proletariado universal como clase, aunque la miopía interesada de su cobardía o de su ignorancia no permita al proletariado de otros países comprender cuál debiera ser su actuación en estos momentos. Si triunfa el fascismo que ya domina en Alemania, Italia y Portugal, y que influye directamente en otras naciones, al quedar aplastado el proletariado ibérico, el triunfo internacional de la reacción no se haría esperar.

El reducto ibérico ha sido siempre, y lo es por lo tanto ahora también, la fortaleza tradicional del espíritu de independencia y el solar auténtico donde la libertad se desea, porque se comprende, y por ella se da la vida, porque se la ama. La raza ibérica es raza de hombres libres, que prefieren la muerte a la esclavitud. Por eso, aniquilar este reducto de la libertad, tendría tanta trascendencia internacional e histórica. Y por esto, para abatimos, han invadido Alemania, Italia y Portugal nuestra nación. Y por esto la guerra es tan cruenta y tan larga. Y por esto, pese a la indiferencia de los países llamados demócratas, se mantiene por nuestra parte la lucha y se mantendrá hasta que termine la guerra con el triunfo nuestro y con el aplastamiento de los facciosos. El proletariado español sabe bien que si no gana la guerra, lo pierde todo, hasta su vida. Por esto lucha y luchará hasta morir. Que nadie trate de engañarle con falsas promesas, porque ya tiene esta certidumbre que ha penetrado en su mente y que le orienta como faro en la noche, y no se dejará engañar.

Mientras se hace la guerra se debe hacer la revolución social

Tiene también el proletariado la certidumbre de que mientras se hace la guerra, es más fácil llevar a cabo la Revolución social, por cuya realización lucha y combate. Sin su participación en la lucha, ésta habría terminado ya. Es el proletariado quien principalmente vierte su sangre en los frentes de combate y quien mantiene el peso inmenso de la labor de retaguardia. A él se debe que los frentes se encuentren abastecidos y que la producción no cese en la retaguardia. Tiene en sus manos todo el engranaje económico de la España leal y los resortes directivos de la inmensa mayoría de empresas y explotaciones agrícolas e industriales del país, y puesto que los tiene en sus manos, o cuando no, al menos dependen de su voluntad, lógico es que pueda, si quiere y se lo propone, eliminar toda resistencia de tipo político que tienda a prolongar la vigencia total o parcial de los privilegios capitalistas, y que se decida a legalizar, mediante ley, las bases, las normas y las creaciones del nuevo orden social que propugna. Mientras dure la guerra, cuando la lucha contra el fascismo es ineludible, un imperativo categórico impulsa al proletariado a completar su obra de lucha contra el enemigo, desarticulando su base económica y sustituyendo el orden económico-social en que el fascismo se engendró por un nuevo orden social en el que no tengan cabida, los privilegios, y no puedan, por tanto, existir los privilegiados.

Si a los que están en el frente les incumbe la misión de forjar la victoria, a quienes están en la retaguardia les cabe la doble obligación de facilitar aquella victoria con el incremento de la producción y lograr, con su constancia y su capacidad, la transformación del orden económico-social, para que el último cañonazo que anuncie nuestra victoria en la guerra, anuncie también la terminación del capitalismo en nuestra nación. Los factores de resistencia a la labor constructiva del proletariado, no pueden ser en ningún modo de orden fascista en la España leal, mientras ésta se encuentra en lucha armada frente al fascismo, y por esto es más fácil llevar a cabo la transformación anhelada, mientras la guerra se ventila en los campos de batalla. Por todo esto, y porque realizar la Revolución social ibérica quiere decir realizar la socialización integral, y esta implica mejorar el potencial económico y los recursos materiales del país, y, por consiguiente, aumentar las posibilidades de resistencia en la lucha y de victoria en la guerra, el proletariado español tiene la certidumbre, que nadie logrará arrancarle ya, de que es precisamente ahora, mientras aún dura la guerra, cuando él puede y debe hacer la Revolución social.

Está seguro y firme en esta convicción, al terminar este primer año de lucha, que a aquellas dos certidumbres aludidas, agrega una tercera y final, que le hará inconmovible en sus decisiones.

Si se gana la guerra sin haber hecho la revolución social, ésta puede malograrse

Tiene la certidumbre de que, si triunfa en la guerra, sin haber hecho la Revolución social, peligra totalmente la posibilidad de llevar ésta a cabo, pues con una retaguardia que habría demostrado su incapacidad creadora cuando todo le era propicio para estructurar y encauzar el nuevo orden social, no podía contarse para la magna labor a realizar, en aquellos momentos en que la miseria y ruina económicas serían grandes a causa del abandono revolucionario, y el regreso de los contingentes de fuerzas a reintegrase a las labores de la retaguardia traería la colisión inevitable al contemplar que la sangre derramada y la inmensa tragedia vivida no habían servido ni siquiera para asegurar el triunfo de los ideales seculares del proletariado.

Solo haciendo desde ahora mismo la Revolución social es posible evitar que un colapso económico fatal acucie mañana de tal modo a las masas, que, faltas de serenidad para emprender la inmensa tarea que torpemente habrían abandonado, se dejaran conducir por la demagogia de un individuo o de un sector o partido que, por muy único que se llame, no sería otra cosa que el entronizamiento de una dictadura de tipo político-económico y el fracaso de la Revolución social. Y porque tiene la certidumbre de que así ocurriría, si dejase de cumplir su misión revolucionaria ahora, mientras todavía suena el cañón, por esto el proletariado hará la revolución mientras hace la guerra, y ganará la guerra para asegurar el triunfo de la Revolución.

Publicado en Polémica, n.º 22-25, julio 1986

Mariano Cardona Rosell

*Mariano Cardona Rosell. Militante anarcosindicalista, entró a formar parte del Comité Nacional de la CNT en septiembre de 1936. Es autor del libro Aspectos económicos de nuestra revolución, publicado por la Oficina de Propaganda de la CNT-FAI. Este artículo se publicó por primera vez al cumplirse el primer año de guerra.

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