Javier ESPINOSA
Publicamos aquí la última parte de un interesante dossier sobre el sindicalismo americano. El estudio se inicia con un repaso a los orígenes del movimiento obrero en Estados Unidos y la constitución de la poderosa AFL-CIO (parte I), y termina con un análisis de sus ramificaciones internacionales en connivencia con el Departamento de Estado y al servicio de los intereses imperialistas.
La AFL-CIO y el sindicalismo internacional
La creciente integración en el complejo industrial-militar norteamericano y en su política han dado a la AFL-CIO una lógica proyección exterior, tanto más grande cuanto más ha sido su compromiso institucional. Los primeros contactos internacionales se iniciaron a principios del siglo XX.
Tras el intento fracasado de reunir una conferencia sindical internacional en 1900, se produce, dos años más tarde en Sttugart, la constitución de un Secretariado Sindical Internacional. Tenía como objetivo, bajo la presidencia del alemán Carl Legien, la formación de un organismo puramente sindical, prácticamente informativo, paralelo a la II internacional.
A la reunión de este organismo en 1905, la AFL no acude por carecer –pretextó– de recursos económicos, así como por integrar este organismo secretarios de entidades en vez de delegados. En realidad desconfía del progresismo de los asistentes. A la reunión acuden representantes de Alemania, Bélgica, España, Francia, Holanda, Inglaterra, Noruega, Dinamarca, Suiza, Italia, Austria, Hungría y Australia. En esta conferencia se acepta la «propuesta» de la AFL y se incluyen delegados en las representaciones nacionales. Una conclusión sintomática para conocer el carácter del nuevo organismo fue la exclusión de todo tipo de debates teóricos en las reuniones del secretariado.
A las reuniones de 1911 y 1913 sí acude la AFL, representada por Samuel Gompers. La reunión prevista para 1915 no se llegó a celebrar debido a la Primera Guerra Mundial, quedando, por tanto, el secretariado paralizado semiroto. Tras la finalización de la guerra se vuelven a reunir en Ámsterdam representantes de catorce países, que deciden crear la Federación Sindical Internacional (FSI). En esta reunión sería nombrado Gompers miembro del Comité ejecutivo. Un dato curioso: también sería nombrado miembro de este comité el español Largo Caballero.
La AFL participaría en el desarrollo de la FSI, la cual llegaría a contar con la delegación de veinticuatro países y con la constitución de veinticinco secretariados profesionales, es decir de rama industrial. Sin embargo, al estallar la Segunda Guerra Mundial, la FSI se vio obligada a interrumpir sus actividades hasta la finalización de la contienda. Hubo intentos de las Trade Unions británicas, en 1939, de reunir al sindicalismo mundial, con inclusión de los sindicatos rusos, pero esta propuesta fue rotundamente combatida por la AFL, que se negó a sentarse con estos sindicatos al mismo tiempo que se negaba a la entrada de los CIO en la Federación.
A pesar de todo, en 1945 se reunían en Londres representantes sindicales de 23 países para constituir la Federación Sindical Mundial (FSM). La AFL, por supuesto, no estaba presente pero sí lo estaba el CIO. La Federación Sindical Mundial llegó a parecer una posibilidad unitaria del sindicalismo mundial en ese momento. Hasta tal punto que la Asamblea General de la Naciones Unidas llegó a aprobar que pudiera presentar propuestas de debate en su consejo Económico Social. Sin embargo, una muestra de lo que se avecinaba (y de los torpedos que se lanzaban desde Estados Unidos) se vio claramente cuando se aprobó en la misma Asamblea el mismo privilegio para la AFL.
Las posiciones encontradas latente en la Federación Sindical Mundial, lógico reflejo de la política de bloques naciente, tuvo su punto mas alto de fricción con motivo de la puesta en marcha del Plan Marshall en 1947. La durísima respuesta del bloque soviético y el enfrentamiento consiguiente harían más nítidas y diferenciadas esas posiciones. La AFL, con una delegación montada en Bruselas (a la cabeza de ellas estaba Irving Brown) forma con las Trade Unions, el CIO y los sindicatos holandeses un comité asesor sindical del Plan Marshall. La cabeza de puente para la ruptura está formada.
El despliegue norteamericano en toda Europa es formidable. Junto a cada comité organizador para el desarrollo del mencionado Plan se incluye a un asesor sindical, que extiende las tesis de la AFL. Por fin, en 1949, los cuatro países mencionados abandonan la FSM. En Francia, Johaux escinde la CGT creando la CGT-Fuerza Obrera. Siempre en segundo plano, la sombra de Irving Brown va haciéndose presente en la configuración del nuevo sindicalismo europeo. Y seguirá haciéndose presente en nuestros días.
Ese mismo año de ruptura las organizaciones sindicales separadas constituyen la Confederación Internacional de Organizaciones Sindicales Libres (CIOSL). En ella, desde el principio, aparecen tres posturas diferenciadas: la de Irving Brown (centrado en la lucha anticomunista), la de Johaux (ligeramente más progresista y preocupado por la reacción internacional) y la de Walter Reuther, del CIO (preocupado tanto por la lucha anticomunista como por los excesos del capitalismo).
La situación de guerra fría y la preponderancia norteamericana volcarán desde el principio la acción de la CIOSL en un sentido marcadamente anticomunista, que le hizo relegar los temas sindicales a un segundo plano y ser fiel ejecutor de la política de la AFL-CIO, hasta la salida de ésta en 1969, lo que contribuyó a su independencia de acción.
Las concepciones divergentes entre el sindicalismo europeo y el «sindicalismo» norteamericano, sin embargo, iban a ser una fuente permanente de tensión. Y los problemas internos de la AFL-CIO, que se personalizaban en el enfrentamiento entre George Meany y Walter Reuther, repercutían y ampliaban los anteriores. Todo lo cual culmina con el abandono de la CIOSL por parte de la AFL-CIO y en Norteamérica con la salida del sindicato de Reuther de la central definitivamente controlada por Meany.
Si bien varias veces se ha hablado del retorno, e incluso la CIOSL dejó cuatro puestos vacantes en su dirección para este caso, la vuelta no se ha producido hasta la fecha y a pesar de que han sido dadas a conocer algunas condiciones impuestas por la AFL-CIO para su reingreso, parece probable que estas exigencias vayan más bien en la dirección de que la AFL-CIO goce de absoluta independencia para entablar relaciones directas con otras partes del mundo sin que estos contactos pasen a través de la CIOLS.
La Comisión Trilateral y la AFL-CIO
Uno de los elementos más importantes de conexión de la AFL-CIO con el capitalismo, y en concreto con el mundo de las transnacionales, es la Comisión Trilateral.
No parece necesario profundizar en el alcance y significado de este verdadero comité ejecutivo del capitalismo mundial, ya que en estas mismas páginas ha sido publicado un esclarecedor artículo sobre la Trilateral, firmado por José Luis Rubio Cordón, uno de los primeros españoles que escribió sobre la vida y milagros de la célebre comisión. A dicho artículo me remito. Añadamos, simplemente, que, como era de espera, la burocracia sindical no podía estar alejada de un intento de renovación del capitalismo mundial como era éste. Desde su nacimiento estuvieron presentes en la Comisión Lane Kirkland (entonces tesorero y luego presidente de la AFL-CIO), I.W. Abel (presidente del United Steelworkers of América) y Leonard Woodcoock (presidente de la United Automobile Workers).
La AFL-CIO e Iberoamérica
La relaciones de Estados Unidos con Latinoamérica son las propias del imperialismo para con la región explotada. El mantenimiento de la situación de sometimiento político y económico de las naciones iberoamericanas es imprescindible para la propia supervivencia del imperialismo norteamericano. Por esta razón no es de extrañar que la política exterior del Gobierno Federal yanqui sea especialmente cuidadosa en esta región del planeta.
La AFL-CIO, con el paralelismo de intereses que siempre demuestra con respecto al Departamento de Estado, también cuida de mantener su presencia en toda Latinoamérica. Dos son los mecanismos esenciales de la presencia de la AFL-CIO en la mitad sur del continente: el Instituto Americano para el Desarrollo del Sindicalismo Libre (IADSL) y la Organización Regional Interamericana de Trabajadores (ORIT).
A mediados de los años cincuenta, Joseph A. Beirne propuso en la AFL-CIO la creación de un programa de «ayuda extranjera», el cual culminaba en 1962, con la creación de la IADSL bajo la dirección de William C. Doherty. Más tarde serían creados el Centro Sindical Afroamericano y el Instituto Asiático-Americano para el Sindicalismo Libre. El objetivo de estos institutos es múltiple: la formación sindical, la creación de cooperativas, centros de salud o viviendas y la preparación sindical. En definitiva, la extensión de un modelo de sindicalismo. El IADSL es un proyecto tripartito integrado y financiado por la AFL-CIO, el Gobierno norteamericano a través de la Alianza para el Progreso, y 65 grandes empresas con intereses en America Latina (entre ellas la ITT, Coca Cola, Chase Manhattan Bank, IBM, Standard Oil, etc.).
En 1978 Doherty informaba que más de 300.000 alumnos habían sido graduados por eL IADSL. Y en febrero de 1979 contaban los tres institutos con una red de 43 países y 136 personas dedicadas a ellos. Como se puede apreciar, una formidable y poderosa red de penetración ideológica. Su eficacia ha sido tal para el imperialismo que en el célebre informe de Nelson Rockefeller «La calidad de vida en las Américas», dirigido al entonces presidente Nixon, se recomendaba entre otras cosas:
Estados Unidos debiera alentar fuertes y eficaces movimientos sindicales libres a través del Hemisferio Occidental.
Estados Unidos debiera alentar a los gobiernos del hemisferio a incluir representaciones laborales en el planteamiento de sus programas de desarrollo.
Estados Unidos debiera aumentar su asistencia financiera y técnica, a través del Instituto Americano para el desarrollo del Sindicalismo Libre, para la educación y la capacidad vocacional de los trabajadores entre los otros países del hemisferio.
El otro puntal de la política de la AFL-CIO en el continente sur lo constituye la ORIT. A pesar de que la ORIT es la regional de la CIOSL en esta zona, la influencia de la AFL-CIO es tan grande que prácticamente es una continuación de la política de la central norteamericana. En 1968, el Comité de Relaciones Exteriores del Senado estadounidense efectuaba una investigación sobre las actividades de la ORIT. Un informe similar lo realizaban los especialistas Henry Hammond y Robert Alexander en 1975. Las conclusiones eran las mimas: la ORIT estaba desprestigiada en Latinoamérica debido a su fuerte dependencia de la AFL-CIO, su visceral anticomunismo, y su convivencia con las dictaduras.
Sin embargo, la existencia de la triple presencia (como ORIT-CIOSL, como IADSL y como AFL-CIO) permite diversas caras ante una misma actitud. Tal fue el caso, por ejemplo, de la Central Paraguaya de Trabajadores (CPT), que nombró al dictador Stroesner «primer trabajador del Paraguay y héroe nacional», mientras la CIOSL expulsaba a la CPT, la propia ORIT, el IADSL y la AFL-CIO lamentaban la expulsión y hacían causa común con la CPT. De tal suerte que se sigue manteniendo una cara progresista ante las bases europeas mientras permanece la amabilidad frente a las dictaduras y el imperialismo (el cual, lógicamente, no existe para la ORIT).
A principios de los años ochenta, esta actitud sumisa ante las dictaduras que soportan el armatoste imperialista empezó a provocar la necesidad de un cambio de imagen en la representación de la CIOSL en esta zona. En diferentes medios sindicales americanos, se empieza a plantear la posibilidad de sustitución de la ORIT por una nueva imagen más atractiva, y en la que la socialdemocracia podría jugar su papel de aliado no dictatorial del imperialismo, de alternativa más abierta y democrática que mantenga el colonialismo.
La CIA y la AFL-CIO
El fracaso del desembarco en Bahía Cochinos, en 1961, y el libro de los periodistas Ross y Wise titulado El Gobierno invisible, en 1946, tuvieron la virtud de poner al desnudo las actividades de la Agencia Central de Inteligencia. Y cuando el New York Times publicó en abril de 1966 una serie de artículos poniendo al descubierto las conexiones de la CIA con el mundo estudiantil y sindical, muchas de las actitudes de la AFL-CIO quedaron perfectamente explicadas. Y se inició una fuerte polémica en el transcurso de la cual surgieron nuevos datos.
La prensa analizó y resaltó las repetidas conexiones de hombres como George Meany, David Dubinsky, Jay Lovestone o Irving Brown, ardientes defensores del anticomunismo y la guerra fría con la CIA. O el frecuente encuentro de entidades del Departamento de Estado y la organización sindical en Fundaciones o en la propia IADSL. La aportación de testimonios a partir de entonces se hizo abrumadora. La Federación Internacional del Petróleo y energía atómica informaron haber recibido 25.000 dólares mensuales por conducto de la Andrew Hamilton Foundation, relacionada con la CIA (Washington Post, 23-2-67): Gerald J. Poulsan, de la alimentación, denunció que esta organización había sido utilizada como cobertura de la CIA (New York Times, 23-2-67). Otro importante testimonio lo aportó Thomas J. Braden, ayudante especial de Allan Dulles en la CIA entre los años 1950 y 1954. Braden exponía de esta manera los métodos conjuntos de la agencia y el sindicato en el extranjero:
«Lovestone y su ayudante Irving Brown, necesitaban dinero para pagar a matones en los puertos del Mediterráneo para que los suministros americanos pudieran ser desembarcados, contra la oposición de los trabajadores portuarios comunistas. Con los fondos de la Unión de Dubinsky organizaron Fuerza Obrera, un sindicato no comunista. Cuando acabaron con los fondos apelaron a la CIA. Así empezó el subsidio secreto a los sindicatos libres…» (Thomas W. Braden, Saturday Evening Post, 20-5-67)
Cuanto más profundizaba en el tema más y más contactos iban apareciendo y mas personas y sindicatos de la AFL-CIO iban involucrándose en la CIA. Hasta los hermanos Reuther, de los primeros en denunciar las relaciones con los servicios secretos, se verían implicados por el mencionado ex-agente:
«Braden recuerda que en 1952 se relacionó con Víctor Reuther, entonces representante de la CIA en Europa, para entregarle 50.000 dólares, dinero de la CIA con destino a los sindicatos de Alemania Occidental. Walter y Víctor Reuther admiten que accedieron a llevar dinero; pero añaden que fue la única vez que lo hicieron. Explican que en aquella fecha, al poner el asunto en conocimiento de Philip Murray, presidente del CIO, se acordó no volverse a involucrar jamás en tales transacciones. Además, Walter Reuther reveló que la propuesta de Braden para que Víctor Reuther pasara a ser agente de la CIA, fue rechazada».
Tal magnitud alcanzó la polémica y el escándalo que, de un lado, George Meany se vio obligado a prometer la realización de investigaciones sobre el tema (New York Times, 25-2-67); y, de otro, el Presidente Johnson tuvo que hacer la misma promesa. ¡Y encargó a Richard Helms, director de la CIA, la investigación…! Más tarde, en 1976, Philip Agee (Diario de un agente secreto) volvería a aportar datos sobre estas conexiones, y sobre el papel de Irving Brown en ellas.
Las relaciones estrechas entre el Departamento de Relaciones Exteriores norteamericano y el de la AFL-CIO, su interconexión, llevaba a fórmulas claramente serviles del segundo con respecto al primero.
La Ley del Servicio Diplomático de 1946 asignaba al Departamento del Trabajo un papel en la gestión, por todas partes, del servicio diplomático… Dentro de dicho sistema, el Departamento del Trabajo ha subrayado los aspectos laborales de las actividades del Servicio Diplomático. En 1960 existían unos 50 agregados laborales con destino en diversos países y en Washington. Más de 100 oficiales auxiliares del Servicio Diplomático suplían el trabajo de los agregados laborales, prestando sus servicios en calidad de oficiales temporeros en los lugares para los que todavía no se habían nombrado agregados laborales. Desde 1960 para acá el número de agregados laborales se han multiplicado. En muchos lugares, su falta es suplida por oficiales de información laboral, reclutados casi enteramente entre los funcionarios sindicales recomendados por sus propios dirigentes. Muchos de ellos son pasados, además, por la criba de Jay Lovestone, a efectos de asegurarse del grado de confianza que se puede depositar en tales funcionarios.
Publicado en Polémica, n.º 3, abril 1982