El sindicalismo como instrumento del imperialismo. La AFL-CIO (I)

Javier ESPINOSA

110808aflcioPublicamos aquí la primera parte de un interesante dossier sobre el sindicalismo americano. El estudio se inicia con un repaso a los orígenes del movimiento obrero en Estados Unidos y la constitución de la poderosa AFL-CIO, y termina con un análisis de sus ramificaciones internacionales en connivencia con el Departamento de Estado y al servicio de los intereses imperialistas.

El sindicalismo norteamericano de finales del siglo XIX

Los orígenes del movimiento sindical norteamericano los encontramos en un peculiar movimiento, una de las muchas sociedades secretas creadas por los militantes obreros para luchar contra el Capitalismo de su época: los Caballeros del Trabajo (the Noble Order of the Knights of Labor). Esta organización fue creada por un grupo de sastres en 1869, ante la dureza de las posiciones patronales. Sus características eran similares a las del cartismo inglés: compartía con éste tanto su concepción gremial como su actitud utópica acerca de la solidaridad universal.

Algo más moderado que el cartismo, el Movimiento de los Caballeros del Trabajo está abierto también a todo tipo de trabajadores. Desde su fundación se mantiene en crecimiento constante hasta los sucesos de Chicago en 1886, en cuya fecha sobrepasa los 700.000 afiliados.

En un clima de fuerte dureza empresarial, esta sociedad fue una de las principales responsables de la campaña de agitación a favor de la jornada de ocho horas (en estos años lo habitual eran las 14 o 15 horas diarias), realizándose más de cinco mil huelgas en favor de esta reivindicación, hoy ya todo un símbolo.

Sin embargo, un hecho va a marcar el punto de inflexión en la trayectoria hasta entonces brillante de la organización. Los días 1 y 3 de mayo de 1886, dentro de la mencionada campaña de agitación por la jornada de ocho horas, se producen manifestaciones en torno a la fábrica Mac Cormik de Chicago. La policía dispara sobre los desarmados trabajadores causando numerosas victimas. La espiral de protestas continúa, y el 5 de mayo en Haymarket Square, después de repetirse el mismo trato a los manifestantes, estalla una bomba dentro del grupo de la policía. Sin pruebas, sin garantías constitucionales, siete trabajadores son condenados a muerte el 20 de agosto de ese año para aplacar a la asustada burguesía. Cuatro serían ahorcados, dos condenados a perpetuidad y uno se suicidaría.

La durísima represión subsiguiente y la campaña institucional orquestada inician el declive de la organización sindical norteamericana: cuatro años después su afiliación no llegaría a las 100.000 personas. Este sería el viaje sin retorno del sindicalismo de matiz transformadora en los Estados Unidos.

Muchas han sido las teorías explicativas elaboradas a propósito del carácter típicamente conservador del sindicalismo de este país. Por un lado, hay que tener en cuenta el hecho de que se formase un poderoso aparato de trabajadores antes de que los militantes revolucionarios tuviesen una mínima implantación: tanto los sectores anarquistas como los socialistas tuvieron un aceptable desarrollo (dentro de lo exiguo de las cifras) hasta la primera decena del siglo XX, a partir de la cual se produjo un total desmoronamiento.

Por otro lado, cabría aducir las propias condiciones del capitalismo norteamericano. En el terreno político, y a diferencia de la autocracia que caracteriza a los gobiernos europeos en general, el sindicalismo de este país se encuentra con una democracia formal, con uno de los procesos electorales más abiertos y con un Estado que normalmente sólo interviene en casos puntuales, a pesar de que en éstos suele hacerlo de manera fuertemente violenta y siempre a favor del patrón. El gobierno y la propia ideología del sistema estaban caracterizados por un tono de populismo e individualismo que caló en la mentalidad obrera de la época, poco influenciada por las ideas izquierdistas, como ya hemos visto. Por debajo de este barniz populista, la realidad es otra:

«El capital es feroz en los Estados Unidos y la resistencia impone a los trabajadores de todas las opiniones sociales y políticas todos los medios de acción, la astucia, la guerrilla, la guerra abierta. Este estado de guerra latente o abierta acentuada no hace a los que están en la contienda ni revolucionarios ni libertarios, puesto que la lucha directa, su preparación y sus consecuencias absorben los espíritus y las energías. Un sindicalismo libertario es inimaginable en esa situación, y la fuerza o la astucia actúan únicamente apoyadas a menudo por una gran solidaridad, el entusiasmo y la perseverancia. Por eso la mentalidad autoritaria es mantenida y reforzada y la idea libertaria no puede difundirse ampliamente en el gran país del acaparamiento sin fin» (Max Netlau, La anarquía a través de los tiempos)

Y si esto se podía decir del movimiento libertario, otro tanto cabría alegar del socialista,

«pocos años de este rápido y confiado avance, el movimiento socialista norteamericano estaba en ruinas: y, hasta ahora, no ha sido reconstituido efectivamente. […] En 1913 el Partido Socialista Norteamericano rodaba ya con rapidez de las alturas que había alcanzado en 1912; tampoco existía otra organización lista para tomar su lugar». (G.D.H. Cole, Historia del pensamiento socialista)

Otro elemento importante en la configuración del movimiento obrero norteamericano lo constituyó la emigración. En los últimos cincuenta años del siglo XIX más de quince millones de personas se integraron en el naciente país, aportando diferentes influencias a lo largo del tiempo. En un primer momento la inmigración trajo las ideas revolucionarias del continente europeo, sobre todo de Alemania. Además, hasta 1880, aproximadamente, una parte importante de los inmigrantes se dirigía al sector primario o era artesanado cualificado. A partir de esa fecha la proporción de trabajadores no cualificados que llegaron a la industria fue marcadamente superior, y esto tuvo también su influencia en la militancia laboral.

En efecto, la masiva afluencia de mano de obra no cualificada, acostumbrada a peores situaciones sociales, tenia un efecto negativo sobre el nivel de salarios; no sólo por el aumento de oferta de trabajo, sino también por la mayor posibilidad de esquirolaje o la propia indefensión de los emigrados. Teniendo en cuenta el tipo de patronos que existía cabe imaginarse la poderosa arma que tuvo en sus mano para retener el crecimiento de salarios.

IWWEn esta complicada situación laboral había dos opciones sindicales a seguir. De una parte se podía unificar a los diferentes tipos de trabajadores bajo un concepto de ciase eliminando en la medida de lo posible las diferencias de renta o de posibilidades de defensa. Tal fue el intento de los Caballeros del Trabajo o de la International Worker of the World (IWW), sin demasiado éxito, como ya hemos visto. De otra parte, cabía la posibilidad de organizar a los trabajadores de forma gremial, por oficios, manteniendo separados las diferentes categorías profesionales. Dejando a cada gremio que acaparase posibilidades para su profesión mediante el monopolio pactado, aún a costa de los derechos de los menos cualificados. Este segundo tipo de organización de profesiones separadas, de innumerable confederación de compartimentos estancos, fue el que se fue imponiendo paulatinamente en el movimiento obrero norteamericano. Y fue lo que constituyó, a partir de los años ochenta, la American Federation of Labor  (Federación americana de trabajadores).

LA AFL-CIO

Como culminación de un proceso de varios años, el ocho de diciembre de 1886, nace, bajo el impulso de Samuel Gompers, la American Federation of Labor (AFL). A pesar de nacer el mismo año que son condenados los mártires de Chicago, la AFL no sólo no tiene prácticamente nada que ver con los estos, sino que viene a significar la quiebra con la trayectoria que ellos representan.

AFLBajo la dirección de Gompers la AFL se configura como la más importante organización industrial estadounidense, que se basa en la separación por oficios, la conciliación de clases y la no intervención estatal: «sindicalismo puro y simple», como se le llamó en varias ocasiones.

Un elemento importante para entender a la AFL es su complejidad orgánica, difícilmente equiparable con el sindicalismo europeo. Sería inexacto definir a la AFL como una central obrera, en realidad se forma como un conglomerado de gremios autónomos que, a su vez, incluyen a otras entidades de similar independencia y que a veces incluso compiten entre sí. Solo unos pocos gremios (carbón, acero o automóvil) llegan a tener convenios colectivos nacionales. El resto se distribuye en una miríada de convenios diferenciados, en función de la capacidad de presión y de las competencias del gremio correspondiente. Este tema de las competencias gremiales es esencial en el mantenimiento del conglomerado:

«La política de la AFL era dar a cada sindicato cuya participación aceptaba, una carta donde se definía su jurisdicción –es decir, los tipos de trabajadores que tenían derecho a agrupar– y asegurar que ningún sindicato afiliado se apoderaría de lo correspondiente a otro, y que no se admitiera a dos sindicatos que pelearan por el mismo grupo de trabajadores. En lo principal, estas cartas jurisdiccionales definían la capacidad para pertenecer a un sindicato en términos de oficios y no de industria –como era natural–, ya que la atención se concentraba en la construcción de monopolios de la mano de obra basados en la habilidad común para determinado oficio» (G.D.H. Cole, Historia del pensamiento socialista).

El sindicalismo de la AFL acrecentará su carácter reaccionario a lo largo del tiempo, a pesar de los intentos de pequeños núcleos de izquierda en su seno. Y mantendrá su carácter de organización de oficios pese a los intentos repetidos de crear en su seno entidades de tipo industrial, tales como las del acero o las de ferroviarios. Todo es inútil: Gompers, con el apoyo del Estado y de los capitalistas, va acabando con todas las oposiciones existentes.

Samuel Gompers

Samuel Gompers

Cuando muere Gompers en 1924, se creyó que llegaba la posibilidad de poner al día la AFL, sin embargo, la crisis de 1929 y la New Deal de Roosevelt, con el pacto social consiguiente, favorece la continuidad organizativa. Solo once años más tarde, por efecto de la presión de base, se intenta el cambio por medio de la creación del Comité para la organización industrial, que era el intento de efectuar el cambio desde el interior, pero choca con los sectores gomperistas y el proyecto fracasa. En 1938 John Lewis funda el Congress for Industrial Organization (CIO), como resultado de la ruptura con la AFL.

La política seguida por el CIO responderá a un concepto más dinámico y progresista que el de la organización de la que procede. El CIO luchará contra la política belicista y nacionalista de la AFL, pero la llegada de la II Guerra Mundial será la puntilla para estas veleidades progresistas. Tanto la AFL como el CIO se integrarán en diversos organismos oficiales del mundo de los intereses bélicos (el War Production Board, la Office of War Mobilization o el National War Labor Board, etc.).

El 28 de Marzo de 1945 estas dos organizaciones y representantes empresariales firman el documento «Una nueva carta para el mundo obrero patronal» en la que se afirma:

«La propiedad privada y la libre empresa junto con la libre iniciativa en el marco de un capitalismo de competencia están en la base del desarrollo de los Estados Unidos. La libre competencia y la libertad del individuo son la fuerza de la sociedad libre».

Es el abandono definitivo de cualquier política progresista y la radical defensa de la integración en el capitalismo. Bajo esta perspectiva el sindicalismo de posguerra sigue creciendo, a pesar de que, tras la celebración de algunos movimientos huelguísticos en los años 1945 y 1946 y la consiguiente acusación de infiltración comunista, el Congreso aprueba, el 23 de junio de 1947, la ley Taft-Hartley; que limitaba el poder sindical, controlaba su crecimiento y posibilitaba el control de éste por el Estado. El Sindicalismo norteamericano empieza a alcanzar el poder más grande de la historia sindical, pero pierde los objetivos hacia donde dirigir ese poder.

En 1955, los presidentes de la AFL y el CIO, George Meany y Walter Reuther, firman la integración en un solo organismo de las dos entidades. El proceso de burocratización y de acaparamiento de poder antes mencionado se impone definitivamente.

George Meany

George Meany

Walter Reuther

Walter Reuther

La AFL-CIO completa sus compromisos con el Departamento de Estado y el complejo militar industrial, al que defiende sin ningún rebozo. Al mismo tiempo financia y apoya las campañas electorales del Partido Demócrata, así como participa activamente en la propia política exterior estadounidense.

En la actualidad, de cerca de 61 millones de trabajadores norteamericanos, no llega al 25% el número de afiliados, de los cuales apenas 14 millones integran la AFL-CIO. George Meany presidió durante un cuarto de siglo el Consejo Ejecutivo de 27 miembros (17 de la AFL y 10 del CIO) hasta su muerte, en cuyo momento fue elegido su hombre de confianza, Lane Kirkland, para la presidencia. Las características del conglomerado AFL-CIO siguen siendo las mismas: un conjunto de entidades autónomas unidas por acuerdos parciales con un gran aparato parapolítico en la cúspide. Este aparato tiene funciones concretas que no pueden ser definidas desde un punto de vista estrictamente sindical.

«Así que el trabajo fundamental de la AFL-CIO es el de actuar como grupo de presión no el de organizar, ni el de negociar convenios colectivos, ni ningún otro aspecto de relaciones obrero-patronales; éstas son funciones que los sindicatos se reservan para ellos. El trabajo de la AFL-CIO es sólo el de hablar ante el Congreso, el gobierno y el público, sobre asuntos que afectan a los trabajadores. Este también el trabajo básico de las federaciones estatales de la AFL-CIO y de los grupos centrales locales a nivel gubernamental y de ayuntamiento».

La difusión y la composición granular no debe inducir a error respecto a su poder; la AFL-CIO representa a millones de personas y su poder político es paralelo a la labor. Las negociaciones políticas son inseparables de las negociaciones laborales, configuran el borroso campo de acción de esta organización tan cercana al grupo de presión como al partido. Jack Barbash, analizaba así la negociación protagonizada por la AFL-CIO:

Las negociaciones políticas son auténticos regateos. El sindicato se defiende en las negociaciones colectivas privando al patrono de su trabajo (es decir, yendo a la huelga). En las negociaciones políticas el sindicato brinda apoyo material y moral a cambio del apoyo de los intereses y finalidades del sindicato». […] En las negociaciones políticas, los sindicatos tratan de proteger su situación en cuanto a precio y poder dentro de la economía y la sociedad. […]

La actuación política significa actuación electoral y cabildeo. La actividad política incluye 1) dinero, personal y apoyo moral en favor de candidatos preferidos, 2) instrucción de los miembros del sindicato y propaganda entre ellos, 3) movilizar el voto sindical y 4) organizarse para la eficaz representación de los intereses sindicales dentro de los grandes partidos. Para la mayor parte de las finalidades prácticas, eso quiere decir el partido demócrata. […]

La actuación política en los Estados Unidos está tendiendo a adquirir los atributos de un partido sublaboralista. Como resume la cuestión el secretario tesorero del AFL-CIO, Lane Kirkland: «Hemos conseguido crear mecanismos propios en el sentido de trabajar con nuestros distritos y con distritos electorales relacionados con ellos, con independencia de la estructura de cualquiera de los dos partidos políticos».

Publicado en Polémica, n.º 3, abril 1982

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Acerca de Polémica

El primer número de la revista Polémica se publicó en 1980 en Barcelona. Polémica se define como libertaria, desde una posición abierta y sin reconocer verdades absolutas ni doctrinas oficiales. Entendiendo lo libertario más como búsqueda de respuestas que como afirmación de principios, procurado siempre compaginar la firmeza en las convicciones propias con el respeto a las ideas de los demás. Esto nos ha permitido contar con un amplio y variado abanico de colaboradores. Polémica procura siempre ser rigurosa, sin sacrificar la objetividad a la propaganda fácil, ni el análisis a la comodidad del tópico consabido. Polémica siempre ha estado estrechamente comprometida con la realidad político social y con las luchas por la libertad y por una sociedad justa y solidaria.

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