Juan GARCÍA OLIVER
El jefe de los Mossos d’Esquadra nos salió al encuentro en la puerta principal de la Generalidad. Íbamos armados hasta los dientes: fusiles, ametralladoras y pistolas. Descamisados y sucios de polvo y de humo.
—Somos los representantes de la CNT y de la FAI que Companys ha llamado —le dijimos al jefe—. Y esos que nos acompañan son nuestra escolta.
Nos saludó afectuosamente el jefe de los mossos y nos sirvió de guía hacia el Patio de los Naranjos. Había confusión y desorden en el viejo palacio de la Generalidad. Pero en la cara de todos aquellos viejos y jóvenes catalanes, mossos, guardias, policías, jóvenes de la Esquerra y de Estat Català resplandecía el gozo de una gloria soñada durante siglos y no vivida hasta aquel mismo día en que unos hombres de la CNT y de la FAl, erguidos y produciendo un impresionante ruido de armas, fueran llevados a la presencia del Presidente. Cataluña, siempre vejada y oprimida por el Poder central, siempre vencida por la casta militarista de España, en un gesto jamás igualado, acababa de vencer al monstruo militar fascista, ¡y de qué manera tan sencilla! En treinta horas de lucha, encarnizada, dura, los hombres de la CNT y de la FAI, que en sus maneras de combatir tanto nos recuerdan a los almogávares, fueron los que más se distinguieron en la sangrienta y victoriosa lucha por la libertad. Por eso eran recibidos sus delegados con cariño y afecto, con todos los honores, hasta el de ser recibidos llevando toda clase de armas, que si en manos de los anarquistas siempre se creyó erróneamente que eran homicidas entonces se comprendía bien que eran los instrumentos forjadores de la libertad.
Dejamos la escolta en el Patio de los Naranjos convertido una vez más, en campamento. Companys nos recibió de pie, visiblemente emocionado. Nos estrechó la mano y nos hubiese abrazado si su dignidad personal afectada vivísimamente por lo que pensaba decirnos, no se lo hubiera impedido.
La ceremonia de presentación fue breve. Nos sentamos, cada uno de nosotros con el fusil entre las piernas. En sustancia, lo que nos dijo Companys fue lo siguiente:
Ante todo he de deciros que la CNT y la FAI no han sido tratadas nunca como se merecían por su verdadera importancia. Siempre habéis sido perseguidos duramente; y yo, con mucho dolor, pero forzado por las realidades políticas, que antes estuve con vosotros, después me he visto obligado a enfrentarme y perseguiros. Hoy sois los dueños de la ciudad y de Cataluña, porque sólo vosotros habéis vencido a los militares fascistas, y espero que no os sabrá mal que en este momento os recuerde que no os ha faltado la ayuda de los pocos o muchos hombres leales de mi partido y de los guardias y de los mozos.
Meditó un momento Companys, y prosiguió lentamente:
Pero la verdad es que, perseguidos duramente hasta anteayer, hoy habéis vencido a los militares y fascistas. No puedo, pues, sabiendo cómo y quiénes sois, emplear lenguaje que no sea de gran sinceridad. Habéis vencido y todo está en vuestro poder; si no me necesitáis o no me queréis como Presidente de Cataluña, decídmelo ahora, que yo pasaré a ser un soldado más en la lucha contra el fascismo. Sí, por el contrario, creéis que en este puesto que solo muerto hubiese dejado ante el fascismo triunfante, puedo, con los hombres de mi partido, mi nombre y mi prestigio, ser útil en esta lucha, que si bien termina hoy en la ciudad, no sabemos cuándo y cómo terminará en el resto de España podéis contar conmigo y con mi lealtad de hombre y de político que está convencido de que hoy muere todo un pasado de bochorno, y que desea sinceramente que Cataluña marche a la cabeza de los países más adelantados en materia social.
En aquellos momentos, Companys hablaba con una evidente sinceridad. Hombre dúctil, realista, que vivía profundamente la tragedia de su pueblo salvado de la esclavitud secular por el esfuerzo anarquista, empleaba el lenguaje que exigían las circunstancias, y se situaba a la difícil altura de las mismas, en un gesto único de dignidad y comprensión, de las que tan faltos han estado los políticos españoles. Companys, sin miedo a la Revolución, pensando lógicamente que la propia Revolución llegaría a comprender lo posible y lo imposible de las circunstancias, hacía un esfuerzo por situarse dignamente, como catalán que comprendía que había sonado la gran hora para su país, y como hombre de pensamiento liberal avanzadísimo, que no temía a las más audaces realizaciones de tipo social, siempre que estuviesen fundamentadas en la realidad viva de las posibilidades.
Nosotros habíamos sido llamados para escuchar. No podíamos comprometernos a nada. Eran nuestras organizaciones las que habían de decidir. Se lo dijimos a Companys. Los destinos de España –y nunca se apreciará bien en todo su alcance el papel jugado por Companys y nuestras organizaciones en aquella histórica reunión– se decidían en Cataluña entre el comunismo libertario, que era igual a dictadura anarquista, y la democracia, que significa colaboración.
Companys nos dijo que en otro salón estaban esperando los representantes de todos los sectores antifascistas de Cataluña, y que si nosotros aceptábamos que él, siendo Presidente de la Generalidad, nos reuniese a todos nos hacía una proposición con vistas a darle a Cataluña un órgano propio para proseguir la lucha revolucionaria hasta alcanzar la victoria.
En nuestro cometido de agentes y de informadores, aceptamos asistir a la reunión propuesta. Esta se celebró en otro salón, donde, como ya nos había dicho Companys, aguardaban algunos representantes de Esquerra Republicana, Rabassaires, Unió Republicana, POUM y Partido Socialista. Los nombres los recuerdo muy mal, ya sea por la precipitación y el cansancio de aquellos momentos ya porque realmente no los conociera. Entre ellos, Nin, Comorera, etc. Companys expuso la conveniencia de ir a la creación de un Comité de Milicias que tuviese el cometido de encauzar la vida de Cataluña, profundamente trastornada por el levantamiento fascista y procurase organizar fuerzas armadas para salir a combatir a los rebeldes donde se presentasen, ya que en aquellos momentos de confusión nacional, se ignoraba todavía la situación de las fuerzas combatientes.
A la colaboración, por la democracia
Los acuerdos de la CNT y de la FAI, respecto a los problemas planteados por el presidente Companys, fueron de una enorme trascendencia. A un cuestionario formulado por el Presidente de una Cataluña que había sido salvada de la esclavitud por fuerzas no integradas en el Gobierno, respondían nuestras organizaciones con acuerdos que descubrían inopinadamente la madurez revolucionaria y el sentido constructivo de unas fuerzas que, aunque mayoritarias en el país, su capacidad rectora habíase mantenido hasta entonces, alejada de la directa responsabilidad gubernamental, completamente inédita.
La CNT y la FAI se decidieron por la colaboración y la democracia, renunciando al totalitarismo revolucionario que había de conducir al estrangulamiento de la Revolución por la dictadura confederal y anarquista. Fiaban en la palabra y en la persona de un demócrata catalán y mantenían y sostenían a Companys en la Presidencia de la Generalidad; aceptaban el Comité de Milicias y establecían una proporcionalidad representativa de fuerzas para integrarlo que, aunque no justas –se le asignaron a la UGT y Partido Socialista, minoritarios en Cataluña, iguales puestos que a la CNT y al anarquismo triunfantes–, suponía un sacrificio con vistas a conducir a los partidos dictatoriales por la senda de una colaboración leal que no pudiese ser turbada por competencias suicidas.
El Comité de Milicias, verdadero gobierno revolucionario de Cataluña
Por decreto del Presidente de la Generalidad se constituyó el Comité Central de les Milicies Antifeixistes de Catalunya. Su composición era altamente popular y antifascista. Nosotros aceptamos la proposición de Companys y no hicimos objeción a ningún sector antifascista. Éramos la fuerza mayoritaria sobre la que tenía que descansar el ensayo de constituir una verdadera democracia y no quisimos imitar a los peces gordos y presuntuosos, a quienes no deja dormir tranquilos el afán de devorar a los peces pequeños. El Comité de Milicias estaba integrado, representando o no a verdaderas fuerzas, por la CNT y la FAI, por la Esquerra, Rabassaires, Unió Republicana, POUM, Partido Socialista y UGT. Tuvo un comisario delegado de la Generalidad llamado Prunés, y un jefe militar nombrado también por Companys, cuyo nombramiento recayó en Pérez Farrás.
El Comité se instaló inmediatamente en un amplio y nuevo edificio de la plaza de Palacio, ocupado por la Escuela de Náutica. Organizó y llevó a cabo con rapidez sorprendente las primeras expediciones de milicianos al frente de Aragón. Tres de sus miembros, Durruti, Pérez Farrás y Del Barrio, tomaron el mando directo de dos sectores de lucha en esta primera salida de fuerzas. Del mismo Comité y en expediciones sucesivas, fuimos al frente, yo, Rovira y Durán i Rosell. Todos los viejos resortes de la vida social, política, jurídica y económica de Cataluña se derrumbaron estrepitosamente a causa del cataclismo social. El Comité de Milicias, órgano vivo y popular, verdadera representación de las masas populares, tuvo que hacer frente a la guerra, creando precipitadamente, en una actuación de sus hombres que no conocieron el descanso, todo cuanto la guerra necesitaba: Organización de ejércitos, creación de Escuelas de Guerra, Sanidad militar, abastecimientos, transportes, industrias de guerra, dirección de las operaciones, etc.
En proporción, los hombres del Comité de Milicias que estaban preparados y que dieron un mayor rendimiento en la grandiosa obra de consolidar la independencia y la libertad de Cataluña, fueron los de la CNT y FAI, organizadores incansables, verdaderos esclavos del trabajo; les siguieron los de la Esquerra, Rabassaires, Unió Republicana, POUM y, luego, al final de todos en el esfuerzo, la UGT y el PSUC.
Por el Comité de Milicias pasaron Durruti y García Oliver, Aurelio Fernández, Asens, Santillán y Marcos Alcón, representando a la CNT-FAI; Miratvilles, Aigüader, Solá y Tarradellas, por la Esquerra; Torrents, por Rabassaires; Fábregas por Unió Republicana; Gorkin, Rovira y Gironella por el POUM; Del Barrio, Vidiella, Miret, Garcia, Durán Rosell, etc. por UGT y socialistas.
El Comité tuvo tres colaboradores militares de verdadera importancia y de absoluta lealtad: los hermanos Guarner y el coronel Giménez de la Verasa; aquellos, aptos para la organización y dirección de las fuerzas armadas que se creaban, y especializado el coronel de artillería para la producción militar. El Comité impulsó la creación de la industria de guerra, llevando a ella hombres de la CNT que, como Vallejo y Martín, han realizado la obra maravillosa de transformar en poco tiempo nuestras industrias metalúrgicas y químicas en industrias de guerra, siendo utilísimos para la guerra y la Revolución hoy y para el porvenir de la industria catalana, cuando la guerra termine.
El Comité mandó crear la red de fortificaciones de Cataluña, salvaguardia de nuestras libertades y garantía para nuestros frentes, no atacados hasta ahora por el enemigo porque prefiere atacar otros frentes que la imprevisión dejó indefensos.
El Comité organizó las fuerzas de seguridad interior que permitieron crear rápidamente un orden nuevo y revolucionario. Aurelio Fernández y Asens, de la CNT-FAI; Fábregas de Unió Republicana, y González, de la UGT trabajaron incansablemente en este sentido. Miratvilles organizó con una competencia hasta hoy no igualada en España, la Sección de Propaganda.
Tarradellas llevó un impulso formidable a las industrias de guerra. Torrents, de los Rabassaires, organizó con paciencia inigualable los aprovisionamientos militares. Durán Rossell, con Marcos Alcón, organizaron los transportes. Santillán, Severino Campos y Sanz, organizaron las milicias que salían para el frente. Yo era el secretario general del Departamento de guerra, del que salía el hálito vivificador de toda aquella magna empresa.
Mientras tanto, en Aragón, dependiendo directamente del Comité de Milicias, Ortiz, Durruti, Jover, Del Barrio y Rovira, reconquistaban palmo a palmo pueblos y tierras sometidas a la esclavitud fascista no perdiendo nunca un kilómetro de terreno, llevando siempre adelante la guerra de liberación, poniendo de esta manera los campos, fábricas y hogares, lejos de la devastación y la muerte.
El Comité de Milicias fue un gran órgano que tuvo Cataluña, bajo cuya dirección alcanzó un relieve insospechado y afirmó, como jamás lo hiciera en Cataluña, la libertad.
Desaparición del Comité de Milicias
La prolongación de la guerra, con sus repercusiones internacionales; la existencia de un Comité que actuaba y era acatado como un verdadero Gobierno, y un Gobierno de la Generalidad eclipsado y hasta anulado por un Comité, determinaron un cambio profundísimo en la vida política y social de Cataluña, la incorporación de la CNT al Gobierno de la Generalidad. ¿Objetivo? Proseguir, desde el Gobierno, la obra grandiosa del Comité de Milicias.
Cuando triunfemos de la guerra que sostenemos contra el fascismo internacional, será el momento de analizar si Cataluña salió ganando o perdiendo con la desaparición del Comité Central de Milicias. Hoy me gustaría poder recordar aquí –y es lamentable que no se tomase taquigráficamente– el corto discurso que pronuncié ante el pleno del Comité Central de Milicias en ocasión de reunirse para acordar su disolución. Los que estaban presentes, saben que en todo mi discurso prevaleció una nota amarga inspirada por la inquietud del porvenir, que amenazaba ya ser de discordias entre la familia antifascista y que, de prevalecer, sería dudosa la victoria material de la lucha que sosteníamos contra el fascismo y cierta la imposibilidad de crear una Cataluña grande y una España admirada en el mundo entero.
Publicado en Polémica, n.º 22-25, julio de 1886
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