La CNT en la Transición

Joan ZAMBRANA

«Unas veinticinco mil personas llenaron el pasado domingo las gradas y la arena de la plaza de toros de San Sebastián de los Reyes, en las cercanías de Madrid, con motivo del primer mitin de masas que la CNT celebraba en España desde el término de la guerra civil. El ambiente de fiesta y la presencia de un público mayoritariamente juvenil, así como un continuo tremolar de banderas rojas y negras y el rechazo de las que presentaron algunos partidos, entre ellos el FRAP, fueron las principales características de un acto en que, como dijeron los organizadores, se trataba de demostrar la vitalidad de la CNT. […] En conjunto, este primer mitin de la CNT ha permitido comprobar la existencia de un estado de opinión favorable a la idea del anarquismo libertario y del anarcosindicalismo, probablemente mayor de lo que se creía, y cuya composición social parece mayoritariamente juvenil» (Publicado en el diario El País el 29-3-1977)

Mitin de la CNT en la Plaza de toros de San Sebastián de los Reyes en 1977

Mitin de la CNT en la Plaza de toros de San Sebastián de los Reyes en 1977

Tengo cierta propensión a encabezar mis artículos con citas que refuercen dos aspectos que creo de vital importancia para situar y entender los movimientos libertarios y la CNT durante la fase histórica que se ha venido en llamar transición democrática. El primer aspecto y más importante es, sin lugar a dudas, el que se refiere al factor cuantitativo de dichos movimientos. Durante esta primera fase posfranquista la CNT y los movimientos libertarios en general adquirieron una fuerza y desarrollo que los situaba fuera de una posible marginalidad y les daba un peso como fuerza social a tener en cuenta en el panorama político y social de nuestro país. El segundo tiene que ver con el componente sociológico de los grupos que se integraron en dicho proceso de conformación de un proyecto sindical libertario. Fundamentalmente la mayor parte de grupos y personas que se agregaron a esta espiral antiautoritaria eran jóvenes que en su mayor parte pertenecían a la clase obrera, aunque también habría que incluir a sectores de la juventud que integraban los movimientos estudiantiles o de barrios de las grandes ciudades.

La cita inicial, extraída de un diario de ámbito general, refuerza la constatación de no marginalidad de dichos movimientos y de paso, a su vez, nos muestra la mayor pluralidad de la prensa en aquellos momentos a la hora de informar sobre las opciones antisistema o de antagonismo difuso, muy diferente de lo que ocurre en la actualidad en ese mismo diario, por poner un ejemplo.

La desmemoria como una estrategia de la transición idílica

Como podemos observar veinticinco años después y en relación a la historia de la transición, parece que ha caído el peso de la desmemoria y el olvido más absoluto sobre los movimientos libertarios y, cómo no, también sobre el resurgir lleno de ilusión y fuerza que se produjo alrededor de la reconstrucción de la CNT. ¿Por qué este olvido sobre los contenidos de signo libertario y antiautoritario que se pueden generalizar fácilmente a toda manifestación que tuviera contenidos transgresores o críticos con el sistema planeado desde los círculos del poder económico, financiero y militar? Las razones son varias y de diversa índole, pero todas tienen un objetivo común que se resume, desde la óptica de los poderes dominantes, en considerar la transición como una larga marcha idílica hacia una democracia de corte occidental que nos ha salvado de las viejas herencias históricas y tópicos negativos que caían sobre nuestra historia durante los siglos XIX y gran parte del XX. (Y el anarquismo y la conflictividad social que dicho movimiento generaba era uno de los más importantes, junto a otros que no viene al caso citar ahora.)

Este proceso habría estado dirigido por las opciones reformistas del franquismo, con el rey a la cabeza, y por algunos dirigentes políticos de la oposición democrática (fundamentalmente Santiago Carrillo y Felipe González). Desaparecen por arte de encubrimiento los auténticos protagonistas sociales que abrieron el camino de una tímida y timorata reforma, aquellos que en muchos casos murieron en la calle en demanda de reivindicaciones laborales y sociales (Vitoria, por ejemplo), los que pidieron amnistía para los presos políticos y sociales, y los que no aguantaron las torturas y malos tratos en las comisarías y/o en las cárceles.

No hay victimismo en estas palabras, solamente un ejercicio de recuerdo y homenaje a quienes lucharon la voz y la palabra durante la fase posfranquista. El análisis histórico global creo que todavía se tiene que hacer con el rigor que cualquier periodo clave de nuestra historia merece y más si éste está tan lleno de propaganda histórica oficial que dificulta su análisis objetivo.

La CNT en la transición

a) Antecedentes inmediatos. Antes de entrar a analizar el papel de la CNT durante la transición, me gustarla exponer los rasgos característicos del periodo inmediatamente anterior a la muerte del dictador. En primer lugar hay que resaltar la pérdida progresiva de influencia de la CNT dentro del movimiento obrero y de los movimientos sociales. La gran influencia que tuvo en los inicios de la dictadura fue perdiéndose progresivamente por multitud de factores (internos y externos), en beneficio de otras fuerzas políticas que surgieron durante la lucha antifranquista en el interior (CC OO y USO en el terreno sindical a principios de los años sesenta) o que supieron adaptarse mejor a la clandestinidad (caso del PCE en el terreno político).

En segundo lugar tenemos que referirnos a la dificultad que tuvo la CNT para mantener un discurso y una práctica capaces de aglutinar a todas las corrientes libertarias (tanto del interior como del exilio) durante el periodo franquista.

En tercer lugar, es importante destacar la aparición de nuevos grupos libertarios, autónomos y antiautoritarios, a principios de los años setenta que rompieron la tendencia excluyente que era habitual en los grupos históricos, y que a su vez renovaban el arsenal ideológico en el camino de un discurso teórico y práctico más acorde con los movimientos sociales de aquellos momentos.

Para situarnos históricamente en las inmediaciones de la muerte del dictador, tendríamos que decir que las expectativas que tenía la CNT de volver a caminar unida en el interior eran cuando menos escasas. Escritos de la prensa libertaria de aquella época corroboran, tanto el tinte sectario de los diversos grupos, como los desencuentros históricos claramente insuperable.

Solamente los nuevos grupos libertarios eran capaces de mover el caparazón autista en el que estaban las diversas familias del movimiento libertario histórico. Grupos como los GOA, Solidaridad, OLT, MCL y otros muchos que habían surgido a lo largo de la geografía del país tomaron, no sin grandes dudas, se integraron en la CNT y tomaron el relevo para intentar construir una organización en la que cupieran todas las sensibilidades que se reclamaban de lo libertario.

Si bien con matices diferenciados, tanto en Asturias, Madrid, Cataluña y País Valencia, los procesos de confluencia en asambleas llevaron a que la CNT en los inicios de 1976 fuera agrupándose para posteriormente ir creando federaciones locales, comarcales, etc.

b) Los inicios. Una vez apuntado el proceso interno de reconstrucción de la CNT, se puede aseverar que la unidad formal estaba basada en unos equilibrios que en el mejor de los casos podríamos calificar de frágiles, tanto en lo que respecta a las relaciones personales, como a una propuesta teórica e ideológica cohesionada. Frágil era la convergencia entre los grupos históricos que se reclamaban de la CNT, y frágil era también la interrelación entre los nuevos grupos libertarios que habían desencallado el antiguo proceso de confrontación.

Los grupos libertarios nuevos se movían en una espiral ideológica de referentes muy diversos y que en el mejor de los casos podríamos definir como residuos teóricos del mayo del 68 en su vertiente antiautoritaria. Incluso algunos (ciertamente los menos) apostaron por negar la validez de la CNT como lugar de reunión de lo libertario por entender que se trataba de un anacronismo histórico.

Aún así, la CNT fue capaz de aglutinar mayoritariamente en un proceso lento a los sectores diversos de lo antiautoritario que tenían presencia en el movimiento obrero y los diversos movimientos sociales (desde grupos de la autonomía obrera, anarco-comunistas, marxistas libertarios, anarcosindicalistas diversos, anarquistas vivencialistas, socialistas autogestionarios, etc.).

Este proceso de convergencia inicial, junto al capital simbólico que representaba la CNT en el imaginario colectivo de la clase obrera, fueron suficientes para que en un breve periodo de tiempo la CNT pasara de aglutinar a grupos presindicales y/o grupos desconexos a ser una alternativa sindical libertaria en la que se afiliaban trabajadores atraídos por la praxis que la CNT empezaba a aplicar en el proceso de transición democrática. Dicha praxis se basaba en una defensa de las asambleas de los trabajadores, en la autogestión de las luchas y en métodos de democracia directa en contraposición a la tendencia iniciada por los todavía débiles aparatos sindicales de CC OO y UGT, que intentaban encauzar las demandas reivindicativas para apoyar los pactos políticos de sus partidos hegemónicos (PCE y PSOE).

La lucha por la autonomía de un movimiento obrero que planteaba reivindicaciones de fuerte contenido social y político (amnistía laboral, aumentos lineales para los trabajadores, autogestión y ampliación de las luchas obreras, etc.) en un marco de avance en las reivindicaciones sociales, fueron los ejes del discurso de la cm en aquellos momentos.

Junto a los sectores jóvenes de la clase obrera, la CNT fue capaz de atraerse a toda una pléyade de luchadores antifranquistas que se sentían decepcionados de la práctica política y sindical que estaban llevando los grupos en los que habían militado anteriormente.

La CNT no era obviamente la fuerza social que había llegado a ser en tiempos de la II República, pero tampoco era un refugio de nostálgicos que estaban viviendo única y exclusivamente de las grandes gestas de la Revolución Española. La CNT era una realidad que, sin una idea muy clara de sus posibilidades y de su estrategia, iba adquiriendo cada vez más influencia en el terreno sindical y social.

Estos fueron los inicios esperanzadores y frágiles a la vez que tuvo la CNT después de la reconstrucción a principios de 1976. El punto álgido de su crecimiento se situó en el «corto verano de la anarquía» de 1977 con las Jornadas libertarias internacionales y el Mitin de Montjuich en Barcelona en el mes de julio).

c) El cambio de tendencia. De la apuesta positiva que parecía plantear la CNT a mediados de 1977, se pasó progresivamente a un estancamiento en su ámbito de influencia, y posteriormente a un fuerte descenso por causas que tienen que ver con el modelo de transición que se fue imponiendo, además de por la polarización negativa de posiciones ideológicas que se fueron dando dentro de la propia organización.

En primer lugar, la pluralidad de discursos y prácticas que se daban en la CNT, si bien en un principio sirvió para ampliar su campo de acción, posteriormente desencadenó una lucha ideológica y organizativa que en muchos casos paralizó su mensaje hacia el exterior. Uno de los mayores fracasos que tuvo el anarcosindicalismo en la transición se debió a esta tensión constante entre grupos que proponían un modelo de CNT muy relacionado con los deseos y aspiraciones que tenían en proyecto.

Poder estabilizar, como en un principio ocurrió, el desarrollo de la CNT fue tarea imposible ante los nuevos acontecimientos y actuaciones políticas que se iban desarrollando (el dilema de presentarse o no a las elecciones sindicales, de negociar o no convenios colectivos, el frente contra el Pacto de la Moncloa, etc.). En segundo lugar, hay que tener en cuenta el hostigamiento por parte de algunos centros del poder económico y del Estado hacia la CNT y a su cada vez mayor capacidad de influencia social.

El Caso Scala a principios de 1978, un atentado que costó la vida a cinco trabajadores en Barcelona y en la que los aparatos del Estado tuvieron una relación directa a través de un confidente, fue crucial para crear una imagen negativa de la CNT, apoyándose en una campaña de acoso mediático de gran envergadura. Dentro de la organización se produjo una fuerte discusión acerca de la manera en que se debía reaccionar ante aquella campaña.

Posteriormente, la lucha de tendencias se acentuó de forma grave, intentando cada grupo ideológico ganar posiciones a través de alianzas y pactos, desarrollándose una dinámica de trabajar hacia el interior en detrimento de la proyección externa de la CNT. El V Congreso confederal celebrado en diciembre de 1979 (el primero después de la muerte del dictador), en vez de cerrar las heridas que se habían ido produciendo, agravó aún más las distancias entre los sectores libertarios llegándose en el mismo a una situación de escisión de facto.

En resumen, éste fue el recorrido que la CNT transitó en los primeros años de su aparición tras la muerte del dictador (1976-1979). Quedan por analizar de forma exhaustiva muchas facetas, así como profundizar en el análisis del debate ideológico de los grupos y sectores que pertenecían a la CNT (algo así como la ideología política de los movimientos libertarios y del anarcosindicalismo en la transición).

Publicado en Polémica, n.º 75, noviembre 2001

Más información:

El Caso Scala. Un proceso contra el anarcosindicalismo

La reconstrucción de la CNT

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5 comentarios en “La CNT en la Transición

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