Francisco CARRASQUER
Constantinos Kavafis (o Cavafis y aun Kavafy) es un poeta griego de lengua, nacido en Alejandría (Egipto) el 17-4-1863 y muerto en Atenas el 29-4-1933. Es uno de los poetas más universalmente reconocidos del griego moderno (o neohelénico), sobre todo desde la II Guerra Mundial y a partir de las traducciones hechas de su obra al inglés (1951), al francés (1958), al alemán (1955), al italiano (1961), al neerlandés (1962) y al español (1973), entre otros. En la misma Grecia no fue conocido hasta la publicación de su poesía completa en 1935.
Hay que decir que Kavafis es uno de los grandes pioneros asentadores de la lengua demótica. Sabido es que a principios de siglo todavía se libraba la batalla entre los partidarios de la lengua Kazarévusa, que se arrogaba el título de heredera universal del griego clásico, y la Dimitikí (o el demótico), que parte de la koiné establecida por el uso popular desde Alejandro Magno y en el que se escribieron los evangelios (no la koiné que impuso el Ática para acabar con el período prehelénico dialectal a partir del siglo IV a.C. que es, precisamente el origen de la Kazarévusa). El demótico triunfa al fin con los espaldarazos de los grandes poetas (porque su triunfo se lo debe a los poetas y no a los prosistas), tales corno un Palamás (1859-1943), un Sikalianós (1884-1951) y el mucho más conocido para nosotros Katzantzakis (1883-1957). Por lo que toca a Kavafis era ya un predestinado a ser promotor del demótico, por ser autor siempre cercano al pueblo, si bien hay que decir que empleó un demótico sui generis, sobre todo en su segunda época: por un lado intercalando alguna fórmula kazarevusiana y, por otro, introduciendo nuevos giros de su invención; lo uno para ponerle color temporal a sus evocaciones clásicas y lo otro para ponerle mayor expresividad a su complicidad lingü̈ística con el pueblo. Pero esto aparte, hay otros determinismos: en primer lugar su condición de bilingü̈e, ya en sus primeros años de vida en Alejandría, formando parte de la colonia griega y, por lo tanto, de su lengua anatópica con sus tics y reliquias de la antigua lengua de la metrópoli, algo así como podría decirse de los sefardíes en Salónica; y en segundo lugar, su carácter llano que imprime su sello en el estilo literario.
Si hubiéramos de caracterizar el estilo de Kavafis, habríamos de hacerlo con estos tres calificativos corno señas de identidad: anti-romántico, hedonista e irónico. Por lo tanto, es natural que nos encontremos en Kavafis con una escritura llana, vaciada de romanticismos, horra de grandilocuencia hasta el prosaísmo, y el todo reflejando un universo conceptual entre humorista y fruitivo. Muchos de sus poemas tuvieron por terna hechos históricos de la clásica Hélade, pero también de la Roma decadente y de Bizancio. Esos poemas históricos, no obstante, evitan sistemáticamente el «gran estilo» épico o dramático con tomas de ángulos de enfoque inusitados y sorprendentes, o jugando al mismo tiempo sobre varios planos de actualidad histórica. Estas inéditas estructuras aparte, también es importante en su estilo que deje entrar en el relato o desarrollo del terna, como en los intersticios, intermitentes incisos lírico-filosóficos, pero a la pata la llana, sobre la soledad del hombre, o sobre el carpe diem sin esperar ni rentas ni hipotecas de su praxis ni de su obra, sin futuros cantarines ni mesiánicas redenciones. Corno en Antonio Machado, se «hace camino al andar», pero además en Kavafis , el camino es la verdad.
Pero, ¿por qué traigo a colación este poema de aquí abajo?, se preguntará el lector. Pues bien; en una conferencia que pronunció nuestro gran amigo Arthur Lehning (el primer biógrafo en el mundo de Bakunin: ¡9 tomos ya publicados!, entre otros memorables trabajos) con ocasión de haberle concedido el doctorado honoris causa por la Universidad de Ámsterdam (1976), terminaba así su discurso precisamente titulado «ITHAKA»:
Me gustaría acabar con un poema que siento interpreta esencialmente, aunque de otro modo, por vía alegórica y simbólica, lo que he querido deciros. Me refiero al poema Ithaka del poeta neo-helénico Constantinos Kavafis: otra utopía, pero esta vez representada por una isla existente de verdad, una de tantas islas griegas que hacían prorrumpir a Byron en aquella melopea: «¡Oh, esas islas de Grecia… esas islas de Grecia… !» Pero es asimismo la isla de la Odisea, de aquel prodigioso mundo de Homero. El poeta contemporáneo nos habla de lestrígones y cíclopes, de los monstruos y ogros devoradores de hombres de la Odisea, pero nos advierte que en nuestro viaje a Ítaca no los encontraremos, esos monstruos, si no los arrastramos ya con nosotros mismos, si no los convoca previamente nuestro espíritu.
ÍTACA
Si vas de expedición a Ítaca,
ruega por que tu viaje sea largo,
pródigo de aventuras y saberes.
No temas que lestrígones y cíclopes,
ni el fiero Poseidón, sálgante al paso…
mientras mantengas tu pensar en alto,
en tanto tu emoción dilecta vibre
en tu psiquis al tiempo que en tu cuerpo.
Porque ni los lestrígones, los cíclopes
ni el feroz Poseidón te asaltarán…
si no los llevas ya a rastras contigo,
si no los convocara ya tu espíritu.
Haz votos por que el viaje sea largo:
con muchas madrugadas estivales
tan deliciosas y regocijantes
en que arribes a puertos nunca vistos,
recorriendo mercados… los fenicios,
donde podrás comprar cosas tan ricas
de nácar, de coral, de marfil, de ámbar…
y perfumes de lujo, embriagadores;
ve a ver muchas ciudades por Egipto,
que hay mucho que aprender de los egipcios.
Pero en tu corazón pon siempre a Ítaca rumbo,
que es el lugar que tienes de destino.
Sin quemar nunca etapas… ¡calma, calma!
Tanto mejor si el viaje dura mucho
y pones pie en tu isla hecho un anciano,
mas con rico botín de tu periplo,
sin esperar que Ítaca te dé nada
más de lo que te ha dado: el bello viaje
que, sin ella, no habrías emprendido.
Nada más puede darte Ítaca ya.
y si la crees pobre es mala creencia;
no es que te haya engañado, ahí es nada:
lo sabio que te has hecho por el viaje,
lo inmensamente rico de experiencia…
De sobra has comprendido a estas alturas
los dones que una Ítaca representa.
KONSTANTINOS KAVAFIS
(Traducción de Francisco Carrasquer)
Publicado en Polémica, n.º50, mayo de 1992